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Refugio celestial

Construida en 1888, la Casa de las Monjas de la Caridad se ha convertido en uno de los hostales más populares de Australia. La luz y la oscuridad de sus locaciones evocan la magia de la época.

Redacción Buen Viaje
26 de noviembre de 2013 - 10:00 p. m.
La casa antigua de las Hijas de la Caridad está ubicada en el centro de Fitzroy, el suburbio más popular de Melbourne. / The Nunnery
La casa antigua de las Hijas de la Caridad está ubicada en el centro de Fitzroy, el suburbio más popular de Melbourne. / The Nunnery

Las bancas de la iglesia reposan en un oscuro corredor. Cuadros religiosos iluminados tímidamente van guiando el camino hacia el corazón del complejo, considerado por algunos como la joya histórica de Fitzroy, el suburbio más popular de Melbourne, en Australia. Su fachada, de amplias ventanas y balcones, es sólo un abrebocas del encanto que esconde el lugar. Aquella casa que durante más de un siglo fue el centro principal de la congregación de las hermanitas de la Caridad (dedicadas al servicio de los enfermos), es ahora el refugio temporal de cientos de viajeros de todas partes del mundo.

Al mejor estilo gregoriano, la casa cuenta con vitrales, altos techos y finas columnas. En sus dos plantas es posible encontrar chimeneas de mármol, apliques hechos a mano y finos pisos de madera. Las habitaciones, aunque no son numerosas, pueden albergar desde tres hasta doce personas. Algunas de ellas son exclusivas para mujeres.

Las monjas, que viven en el área principal de la casa, se encargan a diario de que cada detalle del lugar esté en perfecta armonía con la naturaleza. Por eso, a pocas cuadras, los Jardines Carlton, declarados Patrimonio de las Humanidad por la Unesco en 2004, sirven de telón de fondo para que los invitados puedan encontrar un espacio de paz y tranquilidad, aislados del ruido y del ritmo de la urbe.

El carácter del convento también se siente entre cuarto y cuarto. Algunos, con camas dobles y grandes armarios, conservan valiosas imágenes religiosas del siglo XVIII. Las habitaciones compartidas tienen camarotes y colchonetas que se acomodan a todo tipo de presupuesto. El encanto del lugar está en que todas sus áreas comunes están abiertas durante el día y la noche con el fin de que los huéspedes puedan encontrar espacios para conversar con los demás. Tomar un vino en la cocina y escribir poemas en un viejo escritorio mientras se observan las estrellas o deleitarse con una amplia lista de libros de la biblioteca principal, son algunas de las experiencias que este sencillo y pequeño hostal ofrece.

Para los amantes de la buena mesa, la Casa de las Monjas tiene todos los días una amplia oferta gastronómica. Sopas caseras, pastas, asados y tapas españolas son varias de sus especialidades. Para divertirse, al cruzar la puerta, las calles Lygon y Brunswick tienen los mejores bares y cafés de la ciudad. Locales con shows en vivo hacen vibrar a sus visitantes al ritmo de jazz. Boutiques y galerías de arte también impregnan la zona de un ambiente bohemio y romántico.

Pasar una o dos noches en uno de los hostales más místicos del continente no sólo da la oportunidad de descansar plácidamente y de conocer nuevas personas, también permite a cada instante sentir la magia del pasado y del presente en un solo lugar.

Por Redacción Buen Viaje

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