Turismo

Un aventón por el mundo

El colombiano Felipe Villegas nos cuenta cómo es viajar a dedo. Así ha visitado India, China, Tailandia, Malasia, Birmania, Rusia, Australia y Nueva Zelanda.

Felipe Villegas Múnera
19 de julio de 2017 - 03:00 a. m.
Felipe Villegas Múnera (atrás) ha recibido la ayuda de muchos pobladores que no sólo le dan un aventón sino que lo invitan a cenar y hasta le ayudan a arreglar el celular / Archivo personal
Felipe Villegas Múnera (atrás) ha recibido la ayuda de muchos pobladores que no sólo le dan un aventón sino que lo invitan a cenar y hasta le ayudan a arreglar el celular / Archivo personal

Dos años y cuatro meses han pasado desde que emprendí esta travesía. Luego de renunciar a mi trabajo como abogado he recorrido más de veinticuatro países y he coleccionado recuerdos que quedarán para toda mi vida. Cuando viajo, procuro tomar vuelos baratos, trenes nocturnos y buses locales, pero mi estilo favorito para moverme es a dedo.

He viajado haciendo autostop o, como decimos en Colombia, echando dedo en distintos lugares del mundo. Entre ellos India, China, Tailandia, Malasia, Birmania, Rusia, Australia, Nueva Zelanda, y ahora estoy recorriendo Europa de esta forma.

Muchos me han tildado de loco y creen que algo malo me va a pasar, pero confío en que no será así. Le pongo la mejor energía y actitud y así siento que atraigo buenas personas. Esas buenas personas son las mismas que me dan aventones.

Recuerdo cuando en India fui recogido por el ejército cerca de la frontera con Pakistán. Se aseguraron de llevarme al lugar que tenía en mente y esperaron hasta que encontrara alojamiento.

En China fue muy interesante porque debía usar un traductor que cargaba conmigo para que me entendieran. Así descubrí lo generosos que pueden ser los chinos. Me llevaban a almorzar y comer o a parques nacionales, me dejaban en la puerta de los hostales y lo único que pedían a cambio era una selfi.

En Tailandia, una mujer llamada Om me ayudó más de lo que esperaba. Estaba echando dedo hasta Ayutthaya, un lugar famoso por sus impresionantes templos. La señora me pidió mi número telefónico para, en caso de tener alguna emergencia, llamarla. Le dije que mi celular estaba dañado y me llevó a repararlo. Al otro día, cuando fui a recoger el celular, en la tienda me dijeron que ella había pagado ya por su arreglo.

En Malasia me recogió un hombre llamado Sean. No sólo me llevó a mi destino sino que también me invitó a quedarme con su familia el fin de semana. Su esposa e hijos me llevaron a recorrer las partes que no había visto de Kuala Lumpur.

Viajo a dedo lo más que puedo. He puesto a varios amigos a viajar de esta forma y les encanta, o eso me dicen al menos. Es más interesante que un bus que me lleve con seguridad de un lugar a otro y no hablar con nadie en el camino.

Viajando de esta forma puedo conocer y aprender más sobre la cultura local. Por lo general, cuando me recogen me dan una cátedra sobre su país y sus tradiciones. Siempre tienen historias para contar y muchos de los que me ayudan lo hacen porque ya han viajado a dedo antes y saben que puede llegar a ser frustrante.

Siempre alisto una ruta la noche anterior. Estoy abierto a cambios y sugerencias a medida que me recogen, pero tengo una idea de a dónde ir. Descargo los mapas en mi celular y preparo toda la energía y la actitud.

Madrugo por lo general. Dependiendo de la distancia que vaya a recorrer, me tomo mi tiempo, pero casi siempre estoy en la autopista a las siete u ocho de la mañana. Tomo buses que me sacan de la ciudad y allí me paro a sacar el dedo. No sólo hago eso. También salto, les ruego, les hago caras, chiflo, y más cosas para llamar su atención. No uso letreros, sólo mi dedo. Siento que lo importante es acumular distancia, y muchas personas no paran cuando ven hacia dónde voy porque no van para allá, así me puedan dejar unos kilómetros antes.

Viajo a dedo de la misma manera en la que veo la vida. Hay días en que todo es fácil y el primero que me recoge me lleva a mi destino. Pero también hay momentos difíciles. Muchas veces nadie se detiene a dar una mano. Así que me toca caminar y moverme más hacia otro lugar donde probablemente me van a recoger y, si no, hacia otro sitio. Y así pase mucho tiempo, alguien se detendrá. Conseguiré ese aventón que tanto anhelo y llegaré a mi destino.

En la vida todos pasamos por momentos difíciles. Sentimos que las puertas se cierran y que quizás no lograremos alcanzar eso que teníamos en mente. Sin embargo, cuando nos “movemos” (al igual que en la autopista), nos acercamos cada vez más a nuestro destino y a nuestras metas.

A veces lo haremos más rápido, a veces nos tomará más tiempo, pero al final lo lograremos. Y no lo haremos solos, sino con la ayuda de los demás. Porque vivimos en comunidad y necesitamos los unos de los otros.

Por eso viajo a dedo, porque es más que viajar gratis. Me deja muchas enseñanzas y aprendo a disfrutar más del camino que del destino final. Ahora estoy en Europa tratando de recorrer lo que más pueda de este continente de esta manera y les compartiré mis vivencias para motivarlos a cumplir sus sueños, y yo, los míos. Por ahora seguiré vagamundeando.

*www.vagamundeando.co

Por Felipe Villegas Múnera

 

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