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La mayor parte de estudios sobre drogas ilícitas han llegado a la misma conclusión: la población que más accede a las sustancias psicoactivas es la joven. De acuerdo con la última encuesta global sobre drogas (The Global Drug Survey), elaborada por The Guardian y The Huffington Post en alianza con Energy Control, Drug Reporter y la Corporación Acción Técnica Social (ATS) en Colombia, el 56,8 % de las personas que recurren a los estupefacientes tienen menos de 25 años.
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Las cifras también son inquietantes en la población que está en colegios. Según el Estudio Nacional de Consumo de Sustancias Psicoactivas en Población Escolar: un 11,7 % de los estudiantes de los colegios colombianos han probado la marihuana alguna vez en la vida, lo que equivale a 258.000 estudiantes (138.000 hombres y 120.000 mujeres). No hay diferencias entre colegios públicos y privados, y la mayoría pertenecen a los grados superiores: décimo (10,6 %) y once (11,4 %).
Aunque para expertos como Diana Pava, médica toxicóloga de la Universidad Nacional, la ruta para prevenir este fenómeno empieza en casa, pues es allí “donde se reconocen los signos de alarma”, hay otro escenario que es fundamental para evitar el consumo: el colegio.
“Si bien es en la familia donde se deben cimentar conocimientos y valores frente al tema de las drogas, para poder acabar con este flagelo se necesita un trabajo mancomunado entre la familia, las instituciones educativas, las autoridades y el Estado, en el cual les brindemos la oportunidad a niños, niñas y adolescentes de ampliar el conocimiento sobre estas sustancias”, dice Carlos Eduardo López, coordinador del Colegio Brasilia, entidad en donde la Policía Nacional realiza actividades de prevención, bajo la dirección de Antinarcóticos.
López asegura que en los colegios existe población vulnerable que está en constante interacción con terceros tanto de forma presencial como por las redes sociales, que crean nuevos retos a los que los menores terminan accediendo por la necesidad de ser aceptados y reconocidos. “Este panorama ha favorecido a los traficantes y expendedores de sustancias psicoactivas, que ponen los ojos sobre las instituciones educativas y ven en estos niños potenciales clientes”, explica.
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Por eso, señala, es fundamental el papel que juegan los colegios y en especial los docentes en los procesos de prevención del consumo. “Es necesario saber las diferentes estrategias que utilizan los que venden, las diferentes formas de presentación de las drogas y los signos de alerta a los que debemos prestar atención para brindar el apoyo oportuno a los niños que eventualmente puedan caer en el consumo”.
Otros expertos reconocen que el papel del docente está en identificar los cambios académicos repentinos que pueden tener relación con los cambios de comportamiento y actitud. Sandra Milena Rendón, líder de procesos de mejoramiento de la calidad educativa de la Secretaría de Educación de Caldas, explica que se requiere empatía y respeto por el estudiante para abordar la situación y poder motivarlo al reconocimiento de la situación y la aceptación de la ayuda necesaria.
“Frente a la prevención, es importante que el docente reconozca la humanidad de sus alumnos y genere en el aula un clima de respeto, de ser referentes de buenas conductas, lo que se traduce en confianza mutua, credibilidad frente a las acciones propuestas y frente al acompañamiento”, dice Rendón.
¿Qué acciones pueden realizar las instituciones académicas para una prevención efectiva? Según la Unesco en colaboración con la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (Unodc) y la Organización Mundial de la Salud (OMS), hay una serie de acciones que se deben realizar en el sector educación que pueden ayudar en la prevención del consumo de sustancias psicoactivas. Actividades integradas en el informe “Respuestas del sector de la educación frente al consumo de alcohol, tabaco y drogas”, publicado en 2018.
“Para establecer una estrategia en el sector educativo se requiere que los estudiantes puedan ser sensibilizados antes de que comiencen a consumir sustancias psicoactivas y durante la etapa crítica de la adolescencia, que las escuelas establezcan y apliquen políticas con miras a crear un entorno que proteja a los jóvenes del peligro que acarrean tanto las sustancias psicoactivas como su consumo y que estimule una visión amplia de un modo de vida sano. Los colegios pueden impartir cursos secuenciales y continuos de pedagogía preventiva en materia de consumo de drogas para que los estudiantes adquieran los conocimientos, las capacidades y los comportamientos necesarios para ser capaces de rechazar estas sustancias, entre otras acciones”, se lee en el informe.
Desde la perspectiva de las organizaciones, los docentes y demás miembros de las entidades educativas deben servir de ejemplo como adultos positivos y también como tutores. Para la teniente coronel Angélica María Bedoya, jefa de Prevención de la Dirección de Antinarcóticos, “los maestros en las instituciones educativas juegan un papel fundamental en la formación de los estudiantes; de esta forma, es de vital importancia su preparación en temas de prevención, tales como autocuidado, factores de riesgo y protección, manejo de emociones, autocontrol de la conducta desde la acción razonada, comunicación asertiva, toma de decisiones y pensamiento crítico”.
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Así mismo, la realización de campañas como el “Programa escolarizado de prevención”, que se lleva a cabo en el Colegio Brasilia, ubicado en el sur de Bogotá, y en otras entidades del país, que son organizadas por la Policía Nacional a través de la Dirección de Antinarcóticos, “son fundamentales en el proceso de prevención. Estas acciones se deberían realizar en todas las instituciones por igual; sin embargo, es importante tener en cuenta la aplicación de los programas desde una cobertura entre los tipos de prevención universal, selectiva e indicada”, explica Bedoya.
Según la Unodc, “la educación para la prevención tiene más éxito cuando está centrada en los estudiantes y cuando recurre a métodos interactivos, a base de enseñanza experimental y de labor en pequeños grupos”. Para ello recomienda el uso de recursos como los gráficos, los videocasetes y las narraciones que pueden contribuir a la experiencia docente porque estimulan el interés y el disfrute del estudiante.
Resulta fundamental, ante la postura de los especialistas, reestructurar los manuales de convivencia o, en algunos casos, aplicarlos y formar a docentes y directivos frente a las conceptualizaciones de consumo, expendio o dependencia de estupefacientes, pues son conceptos diferentes que requieren medidas de atención diferentes. “El colegio necesita ser un lugar seguro, que permita y respete la diferencia, que no excluya al diferente y que, además, aborde situaciones y problemáticas aterrizadas al contexto juvenil, sin que esto desencadene medidas disciplinarias”, concluye Sandra Rendón.
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