1.207 agricultores de Nariño le apuestan a la agroecología

Un proyecto financiado por Fundación La Caixa y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) le enseña ecología y finanzas a campesinos colombianos para mejorar sus condiciones de vida.

Mar Romero Sala (EFE)
08 de abril de 2018 - 03:15 p. m.
La campesina Ivone Taques (izquierda) y su tía Fidela Taques (centro), durante una jornada de trabajo en la población de Gualmatán (Colombia). / Mauricio Dueñas Castañeda / EFE
La campesina Ivone Taques (izquierda) y su tía Fidela Taques (centro), durante una jornada de trabajo en la población de Gualmatán (Colombia). / Mauricio Dueñas Castañeda / EFE

Cómo cultivar sin químicos, crear su propio abono o administrar sus recursos son algunas de las bases de la agricultura rentable y ecológica que campesinos del departamento colombiano de Nariño aprendieron con la cooperación internacional para mejorar su precaria vida rural. (Puede interesarle: La "agroecología", clave para el futuro de la humanidad según la FAO)

Ivone Taques, una agricultora de 35 años, es una de las mujeres que ha dado ese cambio a su existencia: solía emplear su día en trabajar cultivos ajenos, una labor que le dejaba solo entre 10.000 y 15.000 pesos diarios.

Hoy en día tiene su propia tierra en Gualmatán, aislado municipio de Nariño, en la frontera con Ecuador, donde cultiva arvejas con abono natural, lo que da trabajo a toda su familia y tiene una huerta casera para abastecerse de los alimentos básicos.

La clave de este cambio en la vida de Ivone es una pequeña cantidad de dinero y sobre todo la formación que recibió a través de la Fundación La Caixa y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), quienes financiaron un proyecto para que la corporación sin ánimo de lucro colombiana Contactar lo pusiera en marcha.

Su objetivo es transformar una economía tradicional y de subsistencia en una rentable, ecológica y adaptada a los nuevos tiempos para que los campesinos creen sus propios agronegocios.

La representante de la Fundación La Caixa en Estados Unidos, Gloria Cid, quien viajó a Colombia para conocer el proyecto, explicó la necesidad de "empoderarles y que vean que son capaces no sólo de generar un cultivo que sea para el autoconsumo, sino que de ahí puedan (...) cambiar el autoconsumo a algo mayor, para poder comercializarlo".

Igual que Ivone, son 1.207 los agricultores de Nariño, uno de los departamentos con más población rural del país, los que recibieron un pequeño crédito de hasta 1.000 dólares, combinados con asistencia técnica, para sacar el mayor provecho posible de la tierra.

"Para mí esto ha sido algo nuevo, como que a uno lo despierta (...). También nos enseñaron que los químicos destruyen la tierra y nos destruye a nosotros mismos, porque nosotros nos quejamos muchas veces que la tierra ya no nos produce nada, pero es por nuestra culpa. Ahora tengo ese conocimiento, que debo cuidar a la tierra para que ella cuide de mí", reflexionó Ivone.

El proyecto se desarrolla desde 2016 en ocho municipios de Nariño y beneficia de forma global a cerca de 10.000 personas de las 50.000 que viven en la zona.

Fidela Taques, que ya tiene 62 años y ha pasado su vida trabajando la tierra, explica a Efe que transmitió a su nieto los conocimientos que recibió: "Todos ya saben, ya les enseñamos a toda mi familia (...). Mi nieto, que está en el (grado escolar) 11 ya le enseña a los demás".

Otra clave del proyecto es aprender a ahorrar; la directora de Planeación y proyectos de Contactar, Patricia Gómez, estima que gracias a las huertas caseras y a los planteamientos ecológicos las familias llegan a economizar 400.000 pesos mensuales (unos 140 dólares).

Luis Eduardo Rosero, por ejemplo, aprendió a usar los desechos de sus cuyes y conejos para abonar la tierra, algo que le sirvió para "mermar costos", ya que calcula que ahora se ahorra un 20 %, y "sacar un producto más sano para el comercio" al no utilizar químicos.

También aprendió a diversificar su huerta para cultivar hasta 30 variedades de frutas y verduras que alimentan a su familia y a manejar su dinero con más racionalidad.

"Cuando el cliente aprende educación financiera, aprende a manejar su crédito, aprende a generar un hábito de pago, aprende a generar un ahorro y aprende a hacer inversiones llevando una contabilidad muy básica", detalla Gómez.

Sus vidas siguen siendo difíciles, puesto que deben combatir las inclemencias del clima, les toca trabajar la tierra con sus propias manos y siguen viviendo en localidades alejadas de los mayores municipios, a los que llegan a través de kilómetros de carreteras sin asfaltar.

Sin embargo, sus vidas han alcanzado algo más de tranquilidad: "Estamos más descansados en el dinero porque ya tenemos para cualquier necesidad", reconoce Fidela.

Algo que antes era solo un sueño por el que tenían que pelear cada día.

Por Mar Romero Sala (EFE)

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