En 2018, el hielo marino que rodea la Antártida y se descongela durante el verano austral, se redujo a 2,15 millones de kilómetros cuadrados, lo que supone el segundo nivel de extensión más bajo desde que existen registros.
La División Australiana Antártica (AAD) precisó en un comunicado que la capa alcanzó su punto más bajo del presente año el 18 de febrero, aunque se mantuvo por encima de los 2,07 millones de kilómetros cuadrados registrados en 2017.
“Desde que alcanzó su punto más bajo, el hielo marino ha comenzado su reconstrucción y expansión alrededor de la Antártida”, dijo Rob Masson, experto de la AAD.
Las nuevas mediciones son inquietantes porque el hielo marino es un hábitat esencial para los microorganismos y para una gran variedad de animales. Además, como han reiterado los científicos en varias ocasiones, juega un papel crucial en el sistema climático global.
“Las complejas interacciones y retroalimentaciones entre el hielo, la atmósfera y el océano están en juego, y varían según la estación y la región”, aseguró Massom.
Aunque aún no son claros los motivos de este fenómeno, la ciencia está haciendo varios esfuerzos para estudiar en más detalle la Antártida. Uno de ellos es la apuesta del Jet Propulsion Laboratory de la Nasa que se ha encargado de procesar miles de datos satelitales para entender mejor el comportamiento de esta región. Sus últimos resultados fueron publicados hace poco más de una semana en la revista The Cryosphere.
En pocas palabras, sus conclusiones muestran la pérdida de hielo de la capa de hielo de la Antártida Occidental se ha acelerado, pero permanece estable en el área del este, mucho más grande.
"Estamos entrando en una nueva era", le dijo a la agencia Europa Press Alex Gardner, uno de los autores del estudio. "Ahora podemos mapear el flujo de hielo casi todo el continente, todos los años. Con estos nuevos datos podemos comenzar a desentrañar los mecanismos por los cuales el flujo de hielo se acelera o se desacelera en respuesta a las cambiantes condiciones ambientales".