A proteger la biodiversidad: ¡Para ya es tarde!

La Plataforma Intergubernamental de Biodiversidad, integrada por 550 expertos, alertó ayer sobre el grave estado de la diversidad biológica en el planeta. Síntesis de sus cuatro informes, presentados en Medellín.

Camila Taborda
24 de marzo de 2018 - 03:00 a. m.
La Hyalinobatrachium colymbiphyllum, mejor conocida como "rana de cristal", tiene una parte inferior transparente que la hace un bioindicador ideal de cómo el calentamiento global y otras amenazas están afectando a los animales en los bosques.  / Wikimedia Commons
La Hyalinobatrachium colymbiphyllum, mejor conocida como "rana de cristal", tiene una parte inferior transparente que la hace un bioindicador ideal de cómo el calentamiento global y otras amenazas están afectando a los animales en los bosques. / Wikimedia Commons

Cuatro informes sobre el estado mundial de la biodiversidad fueron presentados ayer por la Plataforma Intergubernamental de Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (Ipbes). Este organismo, que concentró durante los últimos tres años a científicos y tomadores de decisiones de 129 países, concluyó que la variedad de formas de vida en la Tierra se está deteriorando peligrosamente en cada región del planeta.

Para obtener esos resultados, 550 expertos líderes estudiaron la realidad de las Américas, Asia y el Pacífico, África y Europa. Su objetivo era definir la importancia de la biodiversidad, su contribución económica, la efectividad de las políticas que existen para protegerla y una serie de recomendaciones a seguir. En resumen, una evaluación que les permita a los tomadores de decisiones evitar la pérdida que se está dando y su negativa tendencia.

El resumen obtenido trae grandes retos para cada región. En palabras del presidente del Ipbes, Robert Watson, “no habrá desarrollo si no protegemos la biodiversidad. Si seguimos comportándonos igual y si, además, no logramos mitigar el cambio climático antes de 2050, nuestra principal amenaza recaerá en la biodiversidad. Todos nuestros objetivos mundiales, incluyendo los objetivos de desarrollo sostenible (ODS) y las metras Aichi para la diversidad biológica no se van a lograr”.

El problema está en que consumimos más recursos naturales de los que producimos, subrayó Marik Rounsevell, copresidente de la evaluación para Europa Central y Asia. De hecho, “los habitantes de esta región, con nuestros hábitos, dejamos una gran huella ecológica en el resto del mundo”, dijo el experto.

Por eso la preocupación no recae solamente en los gobiernos. Como explicó Markus Fischer, autor del mismo capítulo, “todos tenemos muchos roles profesionales y todos tenemos que tomar cientos de decisiones diariamente. Somos consumidores, ciudadanos con derecho al voto, amigos, colegas. En términos profesionales también somos tomadores de decisiones”.

Un ejemplo de ello está, mencionó Watson, “en escoger una dieta más sostenible, más verduras, menos carne, menos pollo. No compremos mucho en el supermercado, pongamos una cantidad racionable en los platos cuando cenamos, eso es bueno para el cambio climático. Hay que utilizar el transporte masivo, apagar las luces, cerrar los grifos”. Es decir, cada persona puede adoptar una serie de comportamientos que favorecerían nuestros bancos de agua, energía y luz.

Esas acciones podrían, incluso, modificar las proyecciones en otras regiones del planeta. Tanto para África, donde alrededor de 500 mil km2 de ecosistemas se degradan actualmente, como para Asia y el Pacífico, donde se pro yecta que para 2048 no quedará ninguna población de peces explotables. Si los consumidores de pescado en regiones del globo deciden cambiar sus hábitos alimenticios, esta catástrofe ambiental y de seguridad alimentaria podría evitarse.

Los datos de América no difieren mucho del resto. La mayor preocupación en la región, cuentan los autores del estudio de esta región, es la pérdida de hábitats. Un ejemplo de ello es que ahora existe el 30 % menos de la biodiversidad que existía cuando llegaron los europeos. Y lo que se escucha más alarmante, en boca de Jack Rice, copresidente de la evaluación para esta región, “sólo somos el 13 % de la población mundial y aun así causamos un cuarto del impacto registrado globalmente sobre la naturaleza”.

Los indígenas: claves para entender cómo frenar el desastre

No obstante, el trabajo del Ipbes va más allá de las malas noticias. Entre las esperanzas está el número de áreas protegidas en el planeta. De acuerdo con los expertos, hay más de cinco ecosistemas marinos y terrestres bajo esta figura. Ahí se encuentran evidencias de hábitats que fueron degradados y que ahora están rehabilitándose.

Sin embargo, la solución a la degradación de especies no es proteger la mitad del territorio como propusieron antes algunos científicos en África. Así lo aseguraron los autores de los informes, quienes analizaron las mejores maneras de evitar la degradación, al sumar un factor novedoso en su trabajo: haber incluido la voz de las comunidades indígenas para plantear soluciones. Ese es uno de los mayores logros de esta evaluación mundial sobre biodiversidad.

Al parecer fueron tan fuertes estas voces, que comisiones como la de Estados Unidos y la delegación de Bolivia se tardaron largo rato tratando de negociar los últimos detalles del informe para la región. De ahí surgió, precisamente, la idea de que no hay que pensar mucho para cambiar lo que está pasando. Que ya sabemos cómo proteger y restaurar los recursos naturales vitales.

“No tenemos que descubrir cómo hacer para cambiar estas cosas. Muchas de ellas debemos aprenderlas de las comunidades indígenas que han vivido cientos de años de manera sostenible. Escucharlos nos va a dejar un mejor futuro para todos”, aseguró Rice, quien estuvo en la cabeza de las conversaciones americanas.

Tras ponerles punto final a los informes, la idea es que los países dueños de los resultados, entre ellos Colombia, consideren las recomendaciones dadas. Por eso el enfoque de Ipbes recayó desde el principio en “qué es interesante para los tomadores de decisiones, mas no para lo científicos como siempre ocurre. Ahí van a encontrar información disponible, con varias rondas de revisiones y profundidad si hay algún hallazgo en que los funcionarios quieran ahondar”, aseguró Vanesa Rodríguez, coordinadora de los autores científicos sobre las Américas.

Esos consejos no sólo apuntan a la biodiversidad, sino que están relacionados con las promesas mundiales. Tener cubiertos los servicios ecosistémicos es una garantía para cumplir con la seguridad alimentaria, la salud, la igualdad de género y los otros 14 objetivos de desarrollo sostenible (ODS) de las Naciones Unidas. Además de contribuir con la mitigación del cambio climático acordado en París en 2015, al Plan Estratégico para la Diversidad Biológica y a sus metas de Aichi. Colombia es garante de todos ellos.

Pero esa responsabilidad supera los escritorios del Gobierno, aseguran los expertos. De acuerdo con sus propuestas, la población tiene que aprender a vivir en armonía con la naturaleza. Hay que pensar en cómo atacamos las necesidades humanas sin destruir la diversidad biológica. Porque, en palabras del presidente de Ipbes, “el tiempo para proteger la biodiversidad era ayer o antiayer... O ahora”.

Por Camila Taborda

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