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Atrapanieblas, gran potencial para abastecer agua

Experimentos en Chile y otros países de América Latina demuestran que recolectar agua a partir de la niebla sería una fuente de agua económicamente viable. Científicos trabajan en el desarrollo de mallas más eficientes.

Eliette Angel / Cortesía de SciDev.net
04 de septiembre de 2014 - 11:05 a. m.
Los atrapanieblas han sido usados en Chile para consumo de agua y para riego por más de 50 años, generalmente en altitudes entre 600 y 1.200 metros sobre el nivel del mar. / Flickr - Cristian Ruiz
Los atrapanieblas han sido usados en Chile para consumo de agua y para riego por más de 50 años, generalmente en altitudes entre 600 y 1.200 metros sobre el nivel del mar. / Flickr - Cristian Ruiz

Esta es una de las mejores cervezas que he probado”, dice Andrés Barrera. Mi amigo está disfrutando de una cerveza artesanal llamada Atrapaniebla, una ale hecha con agua de niebla de las montañas recolectada por dos atrapanieblas. La pequeña cervecería que la produce, localizada en Peña Blanca (cerca de 360 kilómetros al norte de Santiago, la capital chilena), es uno de los primeros negocios que emplean la tecnología de recolección de niebla; otro emprendimiento la usa para regar cultivos de tomate y aloe vera.

“El agua de los atrapanieblas tiene menos nitritos y nitratos que el agua potable del norte de Chile, lo que es bueno para hacer cerveza”, comenta Miguel Ángel Carcuro, de 29 años, copropietario de la cervecería que elabora Atrapaniebla.

Por supuesto, aun cuando la cerveza es buena, el agua es esencial y los atrapanieblas pueden ser un gran medio para proveer este recurso a veces escaso. El interés de Carcuro por esta tecnología viene de sus viajes de adolescente con su padre a Chungungo, una caleta que exhibía los restos de un centenar de atrapanieblas que hasta hace poco habían surtido con agua a 100 familias.

Los atrapanieblas, redes de finas mallas levantadas en laderas con niebla, capturan de ésta pequeñas gotitas de agua que luego, cuando la cantidad es suficiente, caen dentro de canaletas. Esta agua fresca puede ser almacenada en tanques. Los atrapanieblas han sido usados en Chile para consumo de agua y para riego por más de 50 años, generalmente en altitudes entre 600 y 1.200 metros sobre el nivel del mar.

Innovaciones recientes, como mallas y sondas para encontrar los mejores lugares para instalar atrapanieblas, prometen impulsar la recolección.

Y ahora los científicos están a punto de pasar esta actividad de un nivel artesanal a uno industrial, con una serie de experimentos que se están desarrollando en Chile para mejorar la relación costo-beneficio del aprovechamiento de la niebla como fuente de agua dulce.

Alrededor de dos mil kilómetros de la costa chilena, desde el sur de Arica (la ciudad chilena más al norte) hasta el sur de Santiago e incluyendo el desierto de Atacama, una de las zonas más áridas del planeta, pueden beneficiarse con esta tecnología.

Pero otros países también pueden favorecerse. La organización de beneficencia canadiense Fog Quest, por ejemplo, ya ha instalado atrapanieblas en otras áreas áridas y semiáridas de Latinoamérica y el Caribe (Ecuador, Guatemala, Haití, Perú y República Dominicana), África (Eritrea, Etiopía, Marruecos y Namibia), y Asia y el Medio Oriente (Nepal, Omán y Yemen). 

Fuente de agua comunitaria

La geógrafa Pilar Cereceda, quien ha estado trabajando con atrapanieblas durante 34 años, lideró el proyecto en Chungungo, el que inspiró al Carcuro adolescente, hasta que fue abandonado hacia el año 2000 al no recibir el mantenimiento apropiado.

“Tenía una teoría que me falló. Pensé que si lográbamos darle agua a una caleta, todas las demás copiarían la idea. El sistema funcionó perfectamente entre 1992 y 2000, hasta que las autoridades decidieron instalar una planta desalinizadora”, explica Cereceda.

Piensa que el problema fue doble: una comunidad pasiva y un Estado poco innovador. “La gente estaba acostumbrada a que le regalaran todo y el Estado no estaba interesado en innovar”, dice, “pero la situación ha cambiado”.

Por ejemplo, Chile celebró 2013 como el “año de la innovación” y Cereceda ahora trabaja con comunidades que han adoptado la tecnología, como la de Peña Blanca. Este inusual pueblo posee atrapanieblas para su propio uso y arrienda a la cervecería un terreno en el cerro donde construyeron dos más. La comunidad también está involucrada en un proyecto de ciencia ciudadana con el Centro del Desierto de Atacama (CDA-UC), una institución creada por Cereceda en 2006.

“El proyecto tiene más de dos años. Hemos ido aprendiendo con la práctica”, dice Daniel Rojas, el presidente de la comunidad agrícola de Peña Blanca, que incluye 85 familias repartidas en 6.500 hectáreas. Cada dos semanas, Rojas viaja a la punta del Cerro Grande, donde están los seis pequeños atrapanieblas experimentales del CDA-UC, para medir cuánta agua han acumulado.

Pero la comunidad comenzó a trabajar con atrapanieblas mucho antes. Cuando Rojas asumió su cargo hace 15 años, sabía que tenía que combatir la desertificación y la erosión porque estaban aumentando la pobreza y la migración en Peña Blanca.

La solución llegó en 2005, a través del Fondo Mundial del Medio Ambiente (GEF en inglés), una organización independiente e intersectorial que financia proyectos medioambientales, es operada por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo y le permitió a la comunidad construir 12 atrapanieblas. En total, generan dos mil litros de agua a diario, que es mayoritariamente empleada para reforestación. Luego de esto, Peña Blanca contactó a Cereceda por su experiencia en atrapanieblas. Juntos también han desarrollado programas medioambientales para escolares de la región.

Recolección a escala industrial

“Pienso que estamos comenzando una nueva etapa en la recolección de niebla; está dejando de ser artesanal para llegar a ser industrial”, comenta Cereceda.
En 1980, cuando comenzó en esta área, eran sólo geógrafos trabajando con escaso financiamiento, principalmente en ciencia básica y con mediciones simples.

Ahora el CDA-UC tiene un equipo multidisciplinario, desde ingenieros hasta diseñadores que provienen de diferentes universidades chilenas e internacionales, incluyendo una asociación con el prestigioso Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés) de los Estados Unidos.

Están investigando cómo reducir el costo de recolectar un litro de agua a partir de la niebla, con el objetivo de hacer que esta tecnología sea económicamente competitiva.

Para hacerlo, el CDA-UC tiene seis estaciones experimentales en esta zona, incluyendo Peña Blanca.

“El costo aún es alto, principalmente por la inversión inicial y la manutención”, que involucra reparar las mallas dañadas por el viento, explica Juan de Dios Rivera, miembro de CDA-UC y profesor de la Universidad Católica de Chile.

Estilo “hágalo usted mismo”

Los investigadores trabajan en distintos enfoques para reducir los costos. Primero están evaluando los mejores lugares para instalar los atrapanieblas, lo que involucra medir el agua disponible en la niebla y la velocidad del viento, llamado “flujo de agua niebla”. También es importante determinar la frecuencia y la duración de los períodos de niebla.

Hasta ahora, pequeños atrapanieblas de un metro cuadrado, llamados colectores estándar de niebla, han sido empleados para estudiar este flujo en potenciales sitios, pero han probado no ser lo suficientemente confiables. En cambio, Richard LeBoeuf, profesor de la Universidad de los Andes, Chile, diseñó un sensor que puede ayudar a mapear los mejores lugares para instalar atrapanieblas.

“Puedo medir la velocidad del viento y el contenido de agua líquida en el flujo. La idea es usar una red de sensores inalámbricos para realizar un mapa del flujo”, explica. Su sistema, conocido como Fog Finder System, fue uno de los finalistas de la competencia de innovación inalámbrica Vodafone 2014 en junio pasado.
La segunda estrategia es mejorar el diseño estructural de los atrapanieblas. Éstos se montan en zonas aisladas y gran parte del ensamblaje debe ser hecho en el mismo lugar, lo que requiere importantes recursos para transporte y para pagar a los especialistas. El objetivo es crear atrapanieblas que puedan ser fácilmente armados, casi como un mueble “hágalo usted mismo”.

Y la tercera estrategia es crear mallas más eficientes atrapando gotitas de la niebla. Un atrapanieblas recolecta entre tres y siete litros de agua diariamente por metro cuadrado, dependiendo de su ubicación.

Para competir con los costos actuales de otras fuentes de agua, los atrapanieblas tienen que acopiar alrededor de diez litros diarios.

Hasta ahora, la malla más empleada mundialmente es una de polietileno hecha en Chile y llamada Raschel, originalmente creada para proporcionar sombra. Sin embargo, cuando Rivera probó diferentes mallas, descubrió que ésta era una de las menos eficientes. La que demuestra mejores resultados al día de hoy en pequeños atrapanieblas se llama Kimre, producida por una compañía del mismo nombre. Pero Kimre fue creada para recolectar la neblina producida por algunos procesos industriales en espacios cerrados y relativamente pequeños, mientras que la malla de los atrapanieblas está tendida en estructuras abiertas que puede medir hasta 150 metros cuadrados.

Con todos estos avances, Rivera piensa que los atrapanieblas “estarán pronto lo suficientemente maduros para competir con pequeñas y medianas plantas desalinizadoras de agua”.

“Me imagino pequeñas empresas haciendo uso de la tecnología, como la cerveza Atrapaniebla; que haya gente que se gane la vida con esto”, dice Rivera, quien espera celebrar la adjudicación de más proyectos que financien esta iniciativa disfrutando su paquete de 12 botellas de esta cerveza única.

Por Eliette Angel / Cortesía de SciDev.net

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