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Colombia tiene 31.702 humedales

De acuerdo al Instituto Humboldt, limitar estas áreas, donde está el 87% de la población, requiere un estudio que integre ciencia y saberes locales. Dice que están en crisis por modelo de desarrollo mal planeado.

Sergio Silva Numa
06 de febrero de 2015 - 21:29 p. m.
Secretaría Distrital de Ambiente / Secretaría Distrital de Ambiente
Secretaría Distrital de Ambiente / Secretaría Distrital de Ambiente

En abril de 2014, Julio Carrizosa, uno de los padres del ambientalismo colombiano y a quien le debemos la conformación del sistema de áreas protegidas, publicó un libro en el que trataba de explicar la complejidad en la que había crecido este país y el enredo en el que ha ido evolucionando. En el texto, titulado Colombia compleja, Carrizosa explicaba una idea que desde hacía tiempos daba vueltas en su cabeza y que había tratado de divulgar contra todos los vientos: que lo que entendemos por desarrollo no puede partir de una visión simplista. Hay que mirarlo, decía, desde una perspectiva mucho más compleja.

Esa tesis, que también ha expuesto varias veces en este diario, la rescató ayer el Instituto Humboldt para presentar los avances en la identificación de los humedales colombianos. Su propósito no era otro que presentar un trabajo que dé una idea de su estado y dar luces sobre la manera como deberían ser delimitados los 31.702 que hasta el momento han sido registrados en el país.

Por ejemplo: de los 1.124 municipios colombianos, estos ecosistemas están presentes en 1.094, donde se concentra el 87% de la población nacional. Además, ciudades como Bogotá, Medellín, Cali y Barranquilla, que suman unos 12 millones de habitantes, también están localizadas en áreas de humedales. Las dos primeras, junto con Barranquilla y Cartagena, son las que más se benefician de sus servicios pesqueros.

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Pero justamente por esas extensiones y por los servicios de regulación hídrica y abastecimiento que prestan, el Humboldt se dio a la tarea de establecer unos criterios para cuando llegue la hora de fijar una delimitación.

En palabras de Brigitte Baptiste, directora del instituto, este proyecto es esencial para pensar el país de manera distinta y para corregir los errores que hemos venido acumulando en la gestión del territorio. “El optimismo tecnocrático y una idea de desarrollo simplista lo hicieron posible por un tiempo, pero ya no; ya cruzamos el umbral”, escribe en el prólogo del documento.

La muestra más clara de que el país no iba por muy buen camino, como lo señaló Úrsula Jaramillo, bióloga del instituto, fue el fenómeno de La Niña que enfrentó entre 2010 y 2011. Durante ese período, como se lee en el texto, fue indiscutible la pérdida de capacidad de regulación hídrica y control de inundaciones de los humedales. En cifras más concretas, hubo 2,27 millones de personas afectadas, 341.000 viviendas y 751 vías destruidas. El total de hectáreas afectadas superó las 807.000.

“Y aunque puede mirarse como un desastre, también nos dio la oportunidad de recopilar mucha información que antes no teníamos. Nos permitió recuperar nuestra identidad anfibia”, dice Jaramillo.

El resultado de ese proceso, en el que se ha hecho un extenso trabajo de campo y se ha muestreado el territorio a partir de imágenes satelitales, es una serie de recomendaciones que dan fe de la complejidad de la cual hablaba Carrizosa. Para el caso de los humedales, la dificultad ha estado atravesada por la ampliación de áreas urbanas, procesos industriales, obras para la generación de energía, construcción de vías y actividades mineras. De hecho, gran parte de los títulos mineros otorgados a 2013 y del área en exploración petrolera están en zona de humedal (ver infografía).

“En el análisis de los humedales también se deben incluir las dinámicas constantes de la sociedad, sus relaciones de poder y las transformaciones que se han realizado en cada sistema”, escribieron los investigadores. “Esta actividad de delimitación debe asegurar la integridad de diversos tipos de conocimientos para generar complementariedad entre la información científica y los conocimientos locales, tradicionales e indígenas”.

Pero, entonces, ¿cómo concluir esa difícil labor de delimitación? La respuesta, como lo reitera el Humboldt, es llevar un estudio multidimensional “que no separe los ecosistemas de las relaciones sociales” y, sobre todo, no establezca fronteras basado en meros aspectos económicos o jurídicos, tal y como se ha venido haciendo.

Para eso, dicen, hará falta que sean vistos en el contexto de las cuencas a las que pertenecen, se aclaren sus formas de uso, haya un fortalecimiento institucional y tengamos más información sobre las aguas subterráneas, los sedimentos y los modelos hidrológicos, para dejar de lado ese nivel de incertidumbre, tan alto especialmente en la Amazonia, la Orinoquia y el Pacífico. En últimas, que hagamos un alto y redirijamos nuestro desarrollo teniendo en cuenta la complejidad ambiental de nuestro territorio. 

? ssilva@elespectador.com?

Por Sergio Silva Numa

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