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“Colombia tiene mucha riqueza natural y no debe venderla al mundo”: Leida Rijnhout

La directora de políticas globales y de sostenibilidad de la Oficina Europea Ambiental, Leida Rijnhout, explica qué necesita el país para cumplir con los Objetivos de Desarrollo Sostenible a 2030.

María Mónica Monsalve S
28 de abril de 2016 - 04:57 a. m.

El año pasado fue paradigmático para el desarrollo. Por primera vez en la historia, a nivel global, se firmó una agenda en la que se acordó que los países no podían seguir creciendo a costa del deterioro ambiental y la pobreza. Reunidos en la sede de las Naciones Unidas (ONU), en Nueva York, líderes del mundo firmaron un documento en el que se destacaba, entre otros, la adopción de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).

Y aunque para muchos los ODS y la sostenibilidad son palabras que aparecieron el año pasado, estas ideas se venían cocinando desde hace mucho y estaban siendo pensada por unos cuantos. Entre ellos, Leida Rijnhout, directora de políticas globales y de sostenibilidad de la Oficina Europea Ambiental (EEB), una asociación que reúne 150 organizaciones ambientales de la sociedad civil en Europa.

Rijnhout, quien será panelista en el conversatorio “¿Cómo cambiar nuestros estilos de vida a 2050 para ser sostenibles?”, organizado por Red por la Justicia Ambiental y que se realizará esta tarde de 4:00 a 6:00 p.m. en la Universidad Jorge Tadeo Lozano, viajó varias veces de Bruselas, sede de la EEB, a Nueva York, para presentar las peticiones que tenían las ONG mientras se discutían los ODS.

¿Cuál ha sido el rol de la EEB con la agenda de los ODS?

Desde Agenda 21, que fue la declaración ambiental que surgió de las reuniones en Río de Janeiro en 1992, se formalizó que nueve grupos prioritarios, de distintos sectores de la sociedad, debían estar representados en las reuniones de la ONU sobre desarrollo sostenible: ONG, comunidades indígenas, mujeres, campesinos, autoridades locales, empresas, trabajadores, científicos y niños y jóvenes. Entonces lo que yo he hecho, a través de mi organización, es facilitar que las diferentes ONG tengan esta participación. Dentro de los ODS, por ejemplo, hay algunas cosas con las que las ONG no quedaron tan a gusto, pero en general estamos bastante satisfechas.

La sostenibilidad es un concepto que últimamente suena mucho, pero se entiende poco. ¿Cómo la definiría en palabras simples?

Después de trabajar veinte años en esto, creo que la sostenibilidad es ponerse unas gafas para tener la capacidad de ver la raíz de la causa de la pobreza y los conflictos ambientales. El sistema económico que tenemos ahora no solo explota la naturaleza, sino que también explota a la gente. Necesitamos una transformación fundamental. Por esto hablamos del “enfoque de capital”, donde se entiende que hay un capital ecológico –que es la naturaleza–, un capital social –que no solo son los individuos, sino su nivel de educación, salud y bienestar– y un capital económico. El capital ecológico y social tienen su límite físico, y por ello, la economía también, porque debe estar dentro de lo ecológico y lo social. La economía tiene que servir para la sociedad y no al revés. La sociedad no existe para hacer la economía saludable.

La EEB trabaja en varios conceptos dentro del desarrollo sostenible. Uno de ellos es el de “deuda ecológica”. ¿Qué significa?

Bueno, es un concepto que nació en el 92, en Río, y partió de un acto simbólico que hicieron unas ONG chilenas. Ellos le dieron una factura a la comunidad internacional de todos los costos y problemas que les había generado tener un hueco en la capa de ozono sobre Chile. Un daño causado por los países industrializados que habían emitido la mayor cantidad de clorofluorocarbonos (CFC) derivados de los hidrocarburos. A partir de ahí nació una campaña grande en la que se decía “En realidad, ¿quién le debe a quién?”. La explotación de recursos naturales y el desecho de CFC y CO2 causa daño en el Sur. Eso hace que en el norte haya un proceso de enriquecimiento, mientras en el sur hay uno de empobrecimiento. Eso se debe romper y el concepto de la deuda ecológica sirvió para demostrarlo.

Además, esta campaña causó una reacción frente a la deuda financiera: demostró que la cooperación internacional no es suficiente ni eficaz para saldar la deuda ecológica. En Bélgica hemos hecho el cálculo: sostener nuestro estilo de vida cuesta cien veces más la cooperación internacional que damos. Es decir, que por cada euro que damos, sacamos cien de riqueza natural. Claro, son cálculos discutibles, pero da una cifra.

En el conversatorio de hoy hablará sobre los estilos de vida sostenible. ¿Qué se puede hacer a nivel personal para serlo?

Lo primero es notar qué estás consumiendo y haciendo. Por ejemplo, usar transporte público, bueno, en los países donde funciona bien. Consumir más productos regionales y comer menos carne serían algunos de mis “tips”, aunque no soy vegetariana porque creo que las alternativas son importantes. Entonces, si todos cambiamos a soya, también esto generaría un problema. Sin embargo, creo que son los gobiernos los que tienen que poner las reglas de juego, porque ellos tienen la capacidad de terminar los patrones de consumo y producción no sostenibles. Un gobierno tiene que guiar a las empresas para que éstas sepan a dónde ir e inviertan en productos sostenibles.

¿Qué medidas pueden tomar los gobiernos para romper esos patrones de consumo?

En Europa, por ejemplo, hay muchos subsidios para combustibles fósiles. Es algo ridículo, porque se deberían estar apoyando las energías renovables. La parte financiera y los impuestos también tiene que cambiar. Allá el impuesto al trabajo es muy alto, entonces las empresas ahorran contratando mano de obra y la sustituyen por maquinaria que demanda un alto consumo de recursos naturales. Pero sería mejor que fuera al revés. No sólo porque se entendería que los recursos naturales implican un costo, sino porque fomentaría trabajo.

¿Y a nivel empresarial?

En este punto es importante la innovación social, es decir, pensar en otros modelos de empresa. Por ejemplo, en vez de comprar una lavadora, que las empresas diseñan para que no puedan ser reparadas y cuando se dañen uno las reemplace, se debería pensar en modelos de empresa donde se contrate el servicio de lavar ropa. Lo que haría la empresa, en este caso, es poner una lavadora en nuestras casas en una especie de alquiler. Por conveniencia la empresa haría máquinas de mayor duración, reparables, y no sólo se lucraría del servicio de lavar ropa, sino de la reparación de la máquina, que también ofrecería. Es pensar en un consumo colaborativo en el que el Gobierno puede apoyar y las empresas entrar.

¿Cuál es la ventaja que tiene Colombia frente a otros países en términos de sostenibilidad?

Colombia tiene mucha riqueza natural, entonces lo que debería hacer, a mi modo de ver, es utilizarla de una manera muy inteligente. No venderla al mundo pensando que con ese dinero se puede desarrollar al país, porque a largo plazo tendrán una Amazonia afectada que no les va a servir para nada.

¿Cómo se imagina la humanidad después del 2030?

Yo debo ser optimista, pero también creo que necesitamos unos años más para realmente cumplir todos los ODS. Ahora, es absolutamente necesario que los empecemos a implementar desde ya, porque no es la primera vez que se habla de esta agenda, que ya estaba en el 92. Lo que quiere decir que estamos casi 30 años atrasados. La sostenibilidad no es nada nuevo, no hay que inventarlo y hay muchos pueblos andinos que ya tienen el conocimiento tradicional de vivir de forma sostenible. No digo que es volver a la cueva, pero sí que hay unas prácticas muy sencillas que podemos rescatar.

¿sQué nos falta para cumplir estos objetivos?

Voluntad política, porque hay muchos intereses fijados por empresas que están en el poder y no quieren cambiar, porque sacan mucho beneficio del sistema no sostenible que tenemos. La agenda sostenible es política, no solo financiera o tecnológica. Hablamos mucho de la reducción de la extrema pobreza, pero lo que necesitamos empezar a reducir hoy también es la extrema riqueza.

Por María Mónica Monsalve S

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