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“El agro requiere más reflexión”

José Daniel Pabón, investigador de la U. Nacional, es uno de los colombianos que más han estudiado el fenómeno de El Niño. Dice que el Estado actúa de manera reactiva, más que preventiva.

Pablo Leyva, especial para El Espectador
02 de noviembre de 2015 - 02:00 a. m.

¿Qué es el fenómeno de El Niño?

El fenómeno de El Niño (de La Niña) es un calentamiento (enfriamiento) anómalo de duración prolongada, mínimo de seis meses, de las aguas superficiales del Pacífico tropical oriental y central. Hasta el momento se tienen identificados varios tipos de El Niño dependiendo de la localización de las anomalías: El Niño del Pacífico Central (o Niño – modoki) y El Niño del Pacífico Oriental (frente a Suramérica); también se da la situación en la que las anomalías cubran los dos sectores. La misma clasificación podría utilizarse para el fenómeno de La Niña.

¿Cómo se diagnostica el fenómeno de El Niño?

Dada la importancia de estos fenómenos en el sistema climático global, se realiza un seguimiento permanente de los procesos oceánicos y atmosféricos del Pacífico tropical. La detección de alguna situación anómala en la temperatura de la superficie del mar, en relación con el promedio histórico, da indicios acerca del desarrollo de estos fenómenos, pero solo la presencia de tales anomalías por varios meses permite reconocerlo. La Agencia del Océano y de la Atmósfera de los Estados Unidos (NOAA) utiliza para el seguimiento del estado del Pacífico tropical un índice denominado Ocean El Niño Index (ONI), que representa la situación anómala del Pacífico central de los últimos tres meses, actualizada cada mes. Se señala la presencia de un evento El Niño cuando el ONI se mantiene por encima de 0,5ºC durante 5 trimestres sobrepuestos (por ejemplo, diciembre-enero-febrero, enero-febrero-marzo, febrero-marzo-abril) consecutivos. Existen varios indicadores tanto oceánicos como atmosféricos. Algunos centros como CIIFEN, dan importancia también a la localización de las anomalías de la temperatura de la superficie del mar en uno u otro sector del Pacífico tropical y a la expresión de los procesos en el sistema climático regional; así, el diagnóstico no se limita a una representación estadística puntual, sino que se afina incorporando la evolución de los procesos y su manifestación espacial.

¿Cómo se pronostica la evolución del fenómeno de El Niño?

Para la predicción, hasta el momento se dispone de modelos estadísticos y numéricos, en los que se ha incorporado de diversas formas el avance del conocimiento sobre la dinámica del sistema océano-atmosfera del Pacífico tropical. Algunos modelos no solo predicen las anomalías de la temperatura superficial del Pacífico tropical y de la ocurrencia del fenómeno de El Niño o La Niña, sino también de las anomalías que estos podrían generar en el clima de diferentes regiones del mundo. Estos modelos tienen diferente grado de acierto y la forma más usada en la actualidad, es la de estimar la probabilidad de ocurrencia de los fenómenos, a partir del análisis de los resultados de diferentes modelos.

¿Cuál es la razón para el calentamiento del Océano Pacífico tropical?

El fenómeno de El Niño es el producto de la interacción del océano y de la atmósfera. Durante un periodo de cerca de un par de años los alisios (vientos que soplan desde Suramérica hacia el Asia) empujan aguas superficiales hacia el oeste (Asia) y acumulan calor en ese sector del Pacífico. En ocasiones estos vientos se debilitan y permiten que las aguas cálidas acumuladas en el Oeste se desplacen hacia el Este y se localicen frente a la costa Suramericana, produciendo el fenómeno de El Niño.

¿Cuál es el mecanismo para que esto se traduzca en efectos climáticos de gran amplitud?

La atmósfera sobre el Pacífico tropical responde a las anomalías de temperatura de la superficie del mar con modificación de la distribución espacial de la presión atmosférica. En años de El Niño la presión atmosférica en el Pacífico centro-oriental es baja y en el occidental es comparativamente alta; en años de La Niña, la configuración es inversa. Esta alternancia en la localización de las zonas de presión, conocida como el fenómeno de la Oscilación del Sur, a su vez altera la circulación general de la atmósfera (o los grandes sistemas de viento que circundan el planeta) y con ello la distribución de calor, humedad, nubosidad y lluvias. Por ello, el efecto climático de los fenómenos de El Niño y La Niña, se expresa en anomalías de las variables climatológicas como la temperatura del aire, la precipitación o la frecuencia de fenómenos meteorológicos extremos. Es a través de la Oscilación del Sur y la consecuente alteración de la circulación general de la atmósfera, como El Niño transmite la señal al clima de regiones del planeta lejanas del Pacífico tropical.

¿Cuáles son los factores que inciden reforzando o suavizando el efecto climático del fenómeno de El Niño en diferentes regiones?

Los fenómenos de El Niño y La Niña son apenas uno de los factores que inducen oscilaciones en el clima de diferentes regiones. En el sistema climático hay otras oscilaciones o ciclos con períodos diferentes: meses, años, decenios. El efecto climático (las anomalías de temperatura del aire o de la precipitación) que se percibe en una región también puede estar acentuado o suavizado dependiendo de la época del año (estación lluviosa o estación seca) en la que se registra la presencia del fenómeno o por la interacción con otras fluctuaciones. Como ejemplo de esta interacción se puede mencionar el segundo semestre del año pasado, en el que las condiciones anormalmente secas observadas en algunas regiones del norte del país, fueron interrumpidas por reactivaciones esporádicas de las lluvias; o con lo que sucedió con una reciente reactivación de las lluvias en las ultimas semanas.

¿Se ha logrado establecer la periodicidad del fenómeno de El Niño? ¿Es cierto que se está presentando con mayor frecuencia y magnitud?

El fenómeno de El Niño es recurrente o cíclico, pero no tiene un período exacto; no es periódico. Su repetición puede ser cada 3 o 7 años, por lo que se estima un período promedio de 5 años. Así, por ejemplo, en las últimas tres décadas se registraron los eventos de 1991-1992, el de 1997-1998, el de 2002-2003, 2009-2010 y el actual 2014-2015-2016. Algunos especulan que el fenómeno de El Niño se está haciendo más frecuente e incluso señalan un aumento de su intensidad. Se han identificado períodos de varias décadas (decenios) en los que son más frecuentes los fenómenos de El Niño que los de La Niña y viceversa, pero aún no se dispone de pruebas científicamente concluyentes sobre una tendencia sostenida en el largo plazo de aumento o disminución de la frecuencia o de la intensidad de los fenómenos.

¿Existe una relación entre el cambio climático que afecta al planeta y una intensificación o mayor frecuencia del fenómeno de El Niño?

Por cambio climático se entiende la modificación de los patrones climáticos regionales o planetarios a los que estamos habituados. Son ciclos de muy largo plazo (siglos, milenios), mucho más duraderos que el ciclo El Niño – La Niña. Un ejemplo de cambios climáticos son los períodos fríos (glaciales) y cálidos (interglaciales) que ha experimentado el planeta en el pasado remoto. Estos cambios se generan por procesos naturales, pero en los últimos dos siglos la actividad humana esta también incidiendo marcadamente en el cambio climático. Obviamente, estos cambios en el clima inciden en el comportamiento de las características del fenómeno de El Niño, sin embargo aún no es posible identificar este efecto con claridad. El Grupo de Trabajo I del IPCC, en el Quinto Informe de Evaluación publicado en el 2013, señala que no se identifica una tendencia de cambio significativo en el pasado reciente, en lo que se refiere a la frecuencia o intensidad de este tipo de fenómenos (El Niño-La Niña). En cuanto al clima futuro, algunas investigaciones basadas en modelos plantean un incremento de la frecuencia y la intensidad del fenómeno de El Niño; otras no presentan el mismo resultado, debido a que a pesar de los grandes avances en modelamiento del océano y del sistema climático, no se ha podido resolver toda la complejidad de la dinámica de los procesos involucrados.

¿Cómo diferenciar lo que corresponde a la variabilidad climática y/o al cambio climático, en el comportamiento del clima en el país?

La variabilidad climática consiste en fluctuaciones atmosféricas alrededor de su condición histórica predominante en una región y se expresa en una secuencia de anomalías climáticas: algunos años son más lluviosos, otros menos lluviosos que lo normal. En el transcurso de una vida es posible ser testigo de varias fases extremas de estas fluctuaciones (por ejemplo, los períodos anómalos asociados al fenómeno de El Niño y La Niña). El cambio climático es la modificación paulatina, lenta, de las condiciones atmosféricas predominantes. Con análisis especial de observaciones o registros del clima del pasado, se pueden reconocer largos períodos en los que predominaron condiciones cálidas o frías, húmedas o secas asociadas a ciclos de cambio climático. También se puede detectar el cambio climático en curso a través de las tendencias de largo plazo (por ejemplo, el aumento de la temperatura del aire de 0,2°C/decenio, el ascenso de los glaciares en metros/año y la elevación del nivel del mar de 3 a 5 milímetros/año) que están ocurriendo en la actualidad. Estas tendencias, aparentemente pequeñas, van acumulando su efecto y en el futuro serán más evidentes y marcados sus impactos.

¿Cuánto se ha avanzado en el conocimiento de esta dinámica y qué se puede esperar para las previsiones sobre el ENOS y el cambio climático?

En la actualidad se ha avanzado en la comprensión de la dinámica de formación y desarrollo de los fenómenos de El Niño y La Niña. Se han identificado diversos tipos de estos fenómenos, la influencia o participación de diversos procesos y factores en su evolución y frecuencia, como ciclos interdecadales (de decenios) en la localización de las anomalías máximas en el Pacífico, el papel de la época del año en la que se registra un debilitamiento del viento determinante del desarrollo o no de un evento El Niño. Con este conocimiento se ha logrado modelar y mejorar los sistemas de predicción de los fenómenos y de sus efectos climáticos en las regiones. No obstante, aún quedan aspectos por resolver. Por ejemplo, el evento actual (2014-2015-2016), iniciado en mayo de 2014, atenuado en enero-febrero de 2015 por una fuerte fase intraestacional en el sistema climático, después de la cual se ha fortalecido, aún plantea más preguntas acerca de la dinámica que conlleva al establecimiento de anomalías en uno u otro sector del Pacífico tropical; también sobre la pertinencia del uso de uno u otro índice para el seguimiento y diagnóstico, y por supuesto, para la predicción. Aunque mucho se ha analizado y escrito sobre el desarrollo del evento de 1997-1998, que tuvo una evolución diferente a la clásica, quedaron asuntos pendientes por describir y explicar; ésta falta de conocimiento pudo ser la causa de las dificultades en el diagnóstico y la predicción del evento 2014-2015-2016 cuyo desarrollo ha tenido algunos aspectos similares al del 1997-1998.

Usted habla de un evento 2014-2015-2016, esto es inusual. ¿Cuál es entonces su balance de lo ocurrido el año pasado en el comportamiento del clima en el país y por qué la NOAA no declaró la condición El Niño en el Pacífico?

Desde mayo-junio de 2014 se presentaron anomalías por encima de 0,5°C en el Pacífico oriental (Suramérica) que perduraron hasta finales de año, lo que configuró claramente condiciones de El Niño, que se confirman con el efecto climático y los impactos que ocurrieron en Centroamérica, sequía en algunos países y en Suramérica, sequía en algunos países, lluvias anormalmente abundantes o intensas en otros. En el Pacífico tropical central, las anomalías de temperatura no alcanzaron esa magnitud y por esta razón la NOAA, que se basa en el ONI, no declaró El Niño. El ONI comenzó a tener valores por encima de 0,5°C desde octubre de 2014, pero la NOAA según su protocolo debía esperar 5 períodos trimestrales consecutivos para declarar que había presencia de El Niño. El utilizar solo el Pacífico central como indicador generó una dificultad en el diagnóstico del evento El Niño que comenzó en 2014. También falló el pronóstico para el último trimestre de 2014 y comienzos de 2015. Esta situación generó confusión en diferentes países de la región y afectó considerablemente a aquellos en los que los sistemas de vigilancia, aviso y alerta, se limitan únicamente a lo que la NOAA anuncia y no disponen, o no creen, en sus propias capacidades científicas nacionales, ni en el conocimiento específico del clima de sus países o no tienen un criterio propio para dar las alertas. A marzo de 2015, cuando había 5 meses consecutivos (desde el trimestre septiembre-octubre-noviembre de 2014) con el ONI por encima de 0.5ºC y se cumplía la condición para reconocer una realidad El Niño existente, el grupo de la NOAA encargado de diagnóstico y predicción climática cambió el promedio sobre el cual se calculan las anomalías y el ONI. Con ese nuevo cálculo solo diciembre de 2014, enero y febrero de 2015 cumplían con el criterio de varios meses consecutivos con el ONI por encima de 0,5ºC y entonces la situación anómala registrada en el Pacífico tropical ya no se consideraría El Niño. Y ahora, según ese nuevo cálculo del ONI de la NOAA, el fenómeno de El Niño apenas comenzó en 2015. Sorprende que este cambio del promedio se haga, modificando las reglas o los acuerdos según los cuales tal cambio se debía hacer en el 2016, para calcular las anomalías con referencia al promedio 1986-2015. No obstante, la realidad es que por la evolución de los procesos, por las anomalías en el Pacífico oriental (frente a la costa Suramericana), por el efecto climático sobre América Central y Suramérica y por los impactos en los países de estas regiones, durante todo el segundo semestre de 2014 predominaron condiciones de El Niño. La información de la NOAA y otras agencias internacionales es fundamental pero se requiere fortalecer las capacidades nacionales para asegurar un diagnóstico y pronóstico más ajustados a la realidad.

El año pasado 2014 tuvimos déficit de humedad en buena parte del territorio nacional (Costa Caribe y Región Andina, principalmente), en este momento los ríos Magdalena y Cauca están en niveles muy bajos. ¿Cómo podemos enfrentar así una condición El Niño tan prolongada?

Las anomalías de la superficie del mar del Pacífico tropical registradas desde mayo-junio de 2014 tuvieron un marcado efecto en el norte de Suramérica y Centroamérica durante todo el segundo semestre de ese año. En Colombia el déficit de precipitación en las regiones Andina y Caribe, aunque interrumpido eventualmente por algunas lluvias en lapsos cortos de pocas semanas, redujo la disponibilidad de agua en los sistemas hídricos de estas regiones con los impactos consecuentes. Hay que mencionar, que en las áreas del piedemonte amazónico y orinoquense, el efecto de El Niño fue de más lluvias que lo normal, lo que ocasionó problemas en la red vial que conecta las zona del oriente con la parte interandina. El país se ha preparado ante este tipo de fases extremas y los diferentes sectores han ganado experiencia en afrontar tales condiciones en el pasado y cuentan con planes de contingencia que ponen en operación, en la medida en que se generan los avisos y las alertas climáticas. Cada sector conoce mejor la manera de responder, pero se sigue actuando más de forma reactiva, no preventiva. La recomendación que haría es mantener en ejecución los planes de contingencia para la situación actual y prepararse para futuros eventos con una planificación sostenida de largo plazo.

¿Hasta cuándo se proyecta el presente fenómeno de El Niño, y cómo se afectarán las temporadas de lluvia y sequía en las diferentes regiones del país?

El actual evento de El Niño continuará hasta por lo menos el primer trimestre del año 2016. Venimos en un déficit de precipitación acumulado desde el año anterior y desde el primer semestre de 2015; la temporada de lluvias de mediados de año en la región Caribe ha sido afectada. La segunda estación lluviosa de la región Andina que generalmente comienza en la segunda mitad de septiembre ya se ha visto afectada con un inicio tardío. Aunque se registraron reactivaciones de las lluvias en este segundo semestre, en general el déficit de agua en las cuencas se irá acentuando. En la región Andina, la primera temporada de lluvias del 2016 (marzo-junio) aún podría verse influenciada por la presencia del calentamiento anómalo del Pacífico tropical.

Perú desde un tiempo dispuso de fondos de emergencia extraordinarios para enfrentar El Niño.¿Usted considera que en Colombia se ha hecho lo suficiente?

El IDEAM desde mayo de 2014 generó avisos sobre una posible situación anómala en el clima nacional asociada a un fenómeno de El Niño en desarrollo e informó oportunamente a los niveles planificadores y tomadores de decisión territoriales y sectoriales, así como a la comunidad en general. Desde entonces, los diferentes sectores han estado preparándose, a pesar de la desorientación y consecuente indefinición ocasionada por el diagnóstico de la NOAA y el ruido generado por la opinión de algunos “espontáneos” que se presentan como expertos en el tema. Aún así, Colombia ha hecho lo apropiado, aunque se requiere mayor organización de los diferentes sectores para responder mejor ante la situación climática anómala. Los Planes Operativos Anuales POA del 2015, debieron haberse ajustado y sintonizado con Planes de Contingencia diseñados y actualizados para responder y reducir los impactos en cada sector; al parecer, no todas las instituciones lo hicieron. Aún estamos a tiempo de hacer esto con los POA de 2016.

El primer Estudio Nacional del Agua (1998) pronósticó que para los siguientes 12 años habría desabastecimiento de agua en muchas cabeceras municipales en un año seco; el IDEAM acaba de confirmar esto para más de 300 municipios. Cali y otras ciudades tienen desabastecimiento grave. ¿Cómo ve la situación para los próximos meses?

Como ya se anotó arriba, en la situación actual, aunque habrán reactivaciones de las lluvias, el déficit de agua en las cuencas se va a ir agudizando por lo menos hasta el primer trimestre de 2016 y el problema se podrá extender a más municipios.

Se solicita a la comunidad ahorrar agua y esto es correcto, especialmente en ciudades como Bogotá que tiene donde almacenarla, pero buena parte del país no dispone de estos sistemas. ¿Cuál es la responsabilidad del Estado en esta situación?

En efecto, Bogotá, además de contar con sistema de almacenamiento de agua, los embalses con el aporte más importante en el abastecimiento de la ciudad están en el sector oriental, en donde el efecto climático del fenómeno de El Niño se expresa en más lluvias que lo normal. De todas maneras se debe promover el uso racional del recurso, cuyo consumo se incrementará debido al stress hídrico, al que estará sometida la población, bajo las condiciones secas y un tanto más cálidas que se experimentarán en los próximos meses. En la situación actual, en las demás ciudades se deberían promover formas de almacenamiento/aprovechamiento de las lluvias que traerán algunas cortas reactivaciones. Una masiva puesta en práctica de esta medida permitirá lograr un almacenamiento que por lo menos supla algunas necesidades domésticas. Ya en el largo plazo el Estado debe concretar una planificación que realmente considere las fases extremas de la variabilidad climática. Aunque se habla de esto en diferentes escenarios, en la realidad no se está concretando un manejo de tales fases extremas. Se requieren en los municipios programas de construcción de infraestructura y efectiva conservación de cuencas, que permitan manejar las inundaciones y almacenar los excesos en períodos de abundancia (como los registrados en 2010-2012) para utilizarlos en la situación de déficit, como la que la que ocurre actualmente. Esta sería una de las vías menos costosa y más efectiva de reducir los impactos de las fases extremas de la variabilidad climática. Esto exige estudios y una planeación cuidadosa.

¿Acaso no atendemos las señales, no aprendemos de la experiencia?

La planificación que considera la variabilidad climática se práctica desde las civilizaciones antiguas. Evidencia de ello la podemos encontrar en la Biblia, en el Génesis, en el pasaje de los sueños del Faraón, que José le interpretó como siete años de abundancia (las inundaciones en el valle del río Nilo) seguidos de siete años de escases (bajos niveles del Nilo) y sequía en Egipto. Sobre la base de esta “predicción climática” y la correspondiente recomendación, el máximo nivel de toma de decisiones del imperio ordenó construir bodegas para almacenar el exceso de la producción que se generase en la primera fase, para poder sortear la época de escasez. Este tipo de medidas deben ser canalizadas a través de acciones de Estado. En la actualidad el Estado actúa, pero aún de manera reactiva, más que preventiva. En la situación presente deberíamos, además de responder a las contingencias actuales, prepararnos desde ya ante la próxima fase opuesta de la variabilidad climática, que podría venir a finales de 2016 y en 2017. Se debería avanzar en la conservación de ecosistemas en los municipios y la construcción planificada cuidadosamente de sistemas de control de inundaciones, que almacenen los excesos que puedan ser utilizados cuando una nueva sequía ocurra.

¿Qué otros sectores (energético, agropecuario, forestal) considera prioritarios con el objeto de minimizar los efectos del fenómeno de El Niño?

En principio son prioritarias la seguridad energética y alimentaria, la salud, la reducción de impactos por incendios y los desastres generados por fenómenos asociados a las anomalías climáticas. Por ello, las instituciones y sectores que tengan alguna responsabilidad o papel en esto, deben mantener activados en sus planes de contingencia que han sido elaborados y actualizadas con la experiencia de los eventos de 1991-1992, 1997-1998 y 2009-2010 que fueron críticos para el país.

¿Puede ser más específico, a qué experiencias hace referencia?

Un análisis que hemos realizado en el grupo de investigación sobre las respuestas que el país históricamente ha tenido ante situaciones de sequía, permite identificar que algunas de las acciones tomadas acentuaron la crisis del sector agropecuario. Así, por ejemplo, en los eventos de 1925, de 1941, de 1991 y en 1997 (también se encuentran casos del siglo XIX y antes de la República), debido a la reducción de la producción en el campo y el aumento de precios, se disminuyeron aranceles para la importación de productos, lo que agudizó la crisis del sector agropecuario que no podía competir con los precios bajos de los productos importados. Esto produjo quiebras de agricultores, mayor desempleo en el campo, descontento y agudización de la violencia en diferentes regiones. Por lo anterior, sin desconocer que los otros sectores merecen especial atención, el sector agropecuario requiere un tratamiento más reflexivo. Otro sector de especial cuidado es el de salud, debido a que bajo las condiciones climáticas anómalas hay una mayor incidencia de enfermedades tropicales como dengue, chikunguña y malaria, en regiones cuyas comunidades generalmente presentan altos índices de vulnerabilidad.

¿Existen sectores o actividades que pueden aprovechar la condición climática de El Niño?

Las condiciones secas y cálidas que se presentan en la región interandina y Caribe pueden servir para el desarrollo y construcción de obras que generalmente requieren de tiempo seco. Igual situación favorable hay para el mantenimiento de la infraestructura vial (caminos, carreteras, puentes), actividad en la que se podría ocupar parte de la mano de obra que pudiese quedar cesante. Justamente las condiciones son favorables para la construcción de los sistemas que controlarían las inundaciones y almacenarían el agua que genera la fase opuesta de la variabilidad climática, que se observaría tal vez próximamente.

¿Se debe educar a la población para recibir mayor información climática y actuar sin alarmismo?

Se debe mejorar el formato de comunicación y capacitar a los tomadores de decisión, planificadores y al público en general, para la recepción, interpretación y uso de la información sobre la predicción y el estado del clima. En la formación de profesionales se debe fortalecer la comprensión de la variabilidad climática para que, en el momento que tengan que actuar en alguno de los niveles y fases del proceso de la planificación o de la toma de decisiones, sepan incorporarla para reducir los impactos negativos y sacar provecho de la misma.

¿Considera que los esfuerzos del IDEAM y los de los grupos académicos son suficientes para responder a las necesidades del país en conocimiento climático?

En el caso del fenómeno de El Niño, el conocimiento generado por diversos grupos de investigación de universidades públicas y privadas, por instituciones y agremiaciones en los últimos decenios en el país, ha sido fundamental para sustentar acciones en los sectores socioeconómicos y en el ámbito territorial, pero es necesario profundizar algunos aspectos. La producción de nuevo conocimiento es estructural y de largo plazo. La clave está en ir incorporando los avances del conocimiento en el diagnóstico y el pronóstico operativo, para que al ser actualizados con datos provenientes del seguimiento del clima, permitan generar mejor información (con calidad y oportunidad, mayor detalle y acierto) para orientar mejor la planificación sectorial o territorial. Por ello se requiere fortalecer la producción de conocimiento más detallado y profundo sobre el tema, mediante el fomento a los grupos de investigación, preferiblemente en una alianza entre planificadores del sector público y privado con la academia, para la que la incorporación del conocimiento en los esquemas operativos genere información de mejor calidad, oportunidad y utilidad. Para esto último el solo conocimiento no basta, es necesario fortalecer también los sistemas de seguimiento-vigilancia y alerta apoyando a las instituciones como el IDEAM responsables de esta función.

Por Pablo Leyva, especial para El Espectador

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