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El oso de anteojos: el jardinero del bosque andino

Es una especie que está en peligro de extinción por la pérdida y degradación de sus hábitats. Orlando Feliciano, director ejecutivo de la Fundación Santuario del Oso de Anteojos, asumió el reto de rehabilitar, liberar y monitorear a sus ejemplares para garantizar su conservación.

25 de julio de 2020 - 08:02 p. m.
Oso de anteojos, también conocido como oso frontino, oso andino, oso sudamericano, ucumari y jukumari.
Oso de anteojos, también conocido como oso frontino, oso andino, oso sudamericano, ucumari y jukumari.
Foto: Jose Orlando Feliciano

El oso de anteojos o andino es el único oso de Colombia. Es una especie vulnerable y amenazada, habitante de los Andes, de hábitos diurnos y solitarios. Es omnívoro, terrestre y trepador. En algunas regiones del país las personas han invadido los hábitats de este gran mamífero y los encuentros con estas especies se han convertido en escenarios devastadores. En la mayoría de los casos terminan en la muerte del animal.

Orlando Feliciano, médico veterinario y director ejecutivo de la Fundación Santuario del Oso de Anteojos, trabaja con fauna silvestre desde hace aproximadamente 32 años, y lidera proyectos enfocados en la conservación de esta especie en Colombia, de la que aún no se tiene un cálculo preciso del número de sus ejemplares en el país. Lea: Identifican grupo de osos de anteojos en zona rural de Neiva

Feliciano asegura que es importante conservar esta especie ya que posee varias funciones importantes dentro de los ciclos ecológicos. El oso de anteojos es un animal polinizador nato, por su gran tamaño y cantidad de pelaje es un buen transportador de polen. Además, es muy importante en la cadena alimentaria ya que ayuda a dispersar semillas, es por esto que se le conoce como el jardinero del bosque. Además, su presencia es un poderoso indicador de la salud de los ecosistemas.

Es por esta razón que se ha dedicado a la rehabilitación de esta especie, lo que debe entenderse como un proceso que inicia desde el conflicto que existe entre las comunidades y el oso y termina en su liberación. Las especies que llegan al santuario son osos que han sido cazados de manera ilegal y en muchas ocasiones por retaliación. Son recuperados por la autoridad ambiental en un trabajo conjunto con la fundación.

Lo primero que deben hacer es poner en orden todo en términos de recuperación clínica veterinaria, luego viene un proceso en el que se le ayuda a la especie a recuperar comportamientos naturales. Después, se encargan de hacer un trabajo de educación ambiental con la comunidad en el lugar en el que se va a liberar, y cuando ya existen esos acuerdos con la comunidad, el oso se radiomarca a través de un collar satelital y se libera. Puede leer: La última oportunidad para salvar al oso de anteojos

El trabajo no termina ahí. Tras la liberación ellos se encargan de monitorear al oso, esto les permite saber en qué estado se encuentra, qué lugares necesita y con qué comunidades puede encontrarse para así planear de mejor manera su conservación.

El oso se ha convertido en un símbolo de conservación de la fauna silvestre. Orlando insiste en que “debemos ser conscientes de que si no tenemos fauna silvestre llegaríamos a desaparecer, pues muchos de los servicios ambientales están sustentados por la presencia del oso en el bosque”.

El Parque Nacional Chingaza, ubicado en el centro de Colombia, muy cerca de Bogotá, ha sido una de las áreas protegidas donde se han hecho más investigaciones sobre el oso andino, sin embargo, el conocimiento que se tiene sobre la cantidad de ejemplares de esta especie no es preciso, por esta razón, ha sido complicado plantear estrategias de conservación para las poblaciones de osos de anteojos. En el país solo se tiene conocimiento de la presencia de núcleos de oso andino asociados a 22 de las 64 áreas protegidas. Lea aquí: Se avistaron ocho osos andino en el Parque Nacional Natural Tatamá

En cuanto a los avances que se evidencian en la conservación de esta especie, Orlando resalta la posibilidad de poner a disposición de las comunidades información sobre el oso andino, afirma que “muchos no conocen a la especie, ni sus beneficios en el territorio, razón por la cual la atacan y no trabajan en el manejo de la misma”. También, destaca la oportunidad que han tenido diferentes entidades de realizar estudios genéticos de la especie, lo que les ha permitido tener más claros objetivos y estrategias de conservación.

Simultáneamente al proceso de rehabilitación, Orlando Feliciano afirma que la relación entre la especie y el humano debe mejorar, por esto sus esfuerzos también están direccionados a la pedagogía ambiental. Además, considera que es importante que entidades públicas, privadas y comunidades nos pongamos de acuerdo para hacer de las estrategias, acciones reales de conservación. Afirma que “concienciar a la gente de la importancia de la presencia del oso andino en nuestros ecosistemas naturales y capacitarlos en las formas de uso y producción sostenible hacen parte de la solución a la extinción de esta especie”.

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