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El problema del kilómetro 19

El diálogo entre expertos colombianos y holandeses puso sobre la mesa el problema de la erosión costera en las playas del país.

María Paulina Baena
11 de diciembre de 2014 - 01:51 a. m.

El mar está a punto de morder la carretera en el kilómetro 19 de la vía que conecta a Barranquilla con Santa Marta.

Una de las pasajeras del bus Berlinas, que atraviesa la ruta le comenta a su esposo mientras mira por la ventana: “Hace rato que yo vine, pero el mar estaba lejos. Ahora se está metiendo mucho. Ya está a borde de carretera”.

Y él, tranquilo de ver la pared de piedras amontonadas en donde alcanza a salpicar el agua de las olas del mar, responde: “Si no tuviera esa construcción, un mar de leva se lleva la carretera”.

Pero estaba equivocado. Tan equivocado como los que pensaron construir esa vía en 1956 que atraviesa 40.6 kilómetros bajo la jurisdicción de Parques Naturales. Y tan desfasado como los que creyeron que el problema de la erosión costera se resolvía con una barrera que atajara el mar. Lejos de esas iniciativas de corto plazo los holandeses llegaron con propuestas innovadoras, sencillas, de largo aliento y más costo-efectivas.

Entre los 60 kilómetros de la vía que conecta a Barranquilla con Ciénaga es común encontrar animales muertos sobre el asfalto que han sido embestidos por los buses y carros después de cruzar el bosque. Miles de hectáreas de manglar fueron taladas y hoy se recuperan a ambos costados de la vía, y como si fuera poco, las olas del mar amenazan con devorarse la autopista.

Joost Stronkhorst, ingeniero del instituto de investigación en agua holandés, Deltares, explicó en el diálogo colombo-holandés, que tuvo lugar en Santa Marta, el jueves de la semana pasada que “la erosión costera ocurre alrededor del mundo y podemos describir el proceso físico del movimiento del agua por el viento y el transporte de sedimento a partir de modelos matemáticos específicos”.

La lógica era sencilla: no se trataba de defenderse del agua, sino de construir alrededor de ella o “construir con la naturaleza”, como llaman en los Países Bajos al desarrollo sostenible.

Allí, del otro lado del hemisferio, quisieron proteger las costas porque no buscaban hacerle tanta gala a su nombre. Tenían que lidiar con su realidad: un territorio que no se eleva a más de un metro sobre el nivel del mar y cuya cuarta parte permanece por debajo. Pero debían impedir que la línea costera retrocediera hasta la mitad del país en donde vive la mayoría de gente. De lo contrario, el mar se tragaría la tierra.

Como no podían controlar la cantidad de viento, ni el aumento en el nivel del océano, ni las corrientes submarinas, decidieron entenderlas y estudiarlas. Se dieron cuenta que unas variables se les escapaban de las manos y que otras podían administrarlas, como la arena y los sedimentos. “El punto de partida es que no es un problema de agua. Es un problema de sedimentos”, comentó Stronkhorst.

Los sedimentos son pequeñas partículas que llegan de las montañas, bajan hacia los ríos y después aterrizan en el mar, provocando deltas más grandes. Lo que ocurre ahora es que el nivel del océano crece a pasos agigantados por el cambio climático y en muchos ríos del país el sedimento se bloquea debido a la construcción de hidroeléctricas que represan el agua que corre. El resultado es: una crecida en nivel del mar, una costa que se viene para adentro del territorio y la escasez del sedimento.

“Si es un problema de arena hay que resolverlo con arena”, aseguró Jan van Overeem, director de desarrollo empresarial de Arcadis, una firma holandesa dedicada a la infraestructura hídrica. Por eso, si la conclusión es que el problema es de sedimentos y de arena, no deben desaparecer en el fondo del mar, sino en la playa, en la costa.

El Plan Maestro de Erosión Costera, que Colombia está trabajando de la mano con los Países Bajos, contemplará tres áreas: Caribe, Atlántico y San Andrés. De hecho, el ministro de Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible, Gabriel Vallejo, destacó el apoyo de expertos holandeses para fortalecer las decisiones de la perdurabilidad de las obras a largo plazo. Mencionó que “hemos firmado un acuerdo de casi un millón de euros con el gobierno holandés, que empezará el próximo año, para hacer un análisis estratégico de cuáles son las zonas más afectadas en temas de cambio climático en erosión costera. Esa va a ser una de las apuestas mas grandes del Ministerio de Ambiente”.

Elizabeth Taylor, Directora de Asuntos Marinos, Costeros y Recursos Acuáticos del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible dijo que, “este es un punto de quiebre en nuestro país frente al concepto histórico que teníamos de protección de costas. Tenemos escenarios que no han sido los mejores y hemos instalado infraestructura dura sobre las costas”.

Resaltó que uno de los puntos a favor en este proceso con los holandeses es que es un tema relevante para el país en economía y medio ambiente. “Este diálogo nos hace pensar de manera integral y nos hace un click en el pensamiento para ser creativos en otras soluciones que podemos implementar sobre nuestras costas”, remató Taylor.

Así que lo que hicieron en el kilómetro 19 no es efectivo ni ambientalmente amigable. Las rocas no solucionan el problema de raíz. La costa necesita “alimento de arena” porque este tratamiento es mucho más barato y efectivo.

Frente a esta estructura la ministra de transporte, Natalia Abello, aseguró que “desde hace tres meses que entramos al gobierno, miramos una solución de corto plazo que perdurará máximo un año que es el enrocado, pero sabíamos que la solución definitiva tenía que venir posteriormente. En ese momento teníamos que definir la transitabilidad de la vía y el inminente peligro que había”.

El gobernador del Atlántico Luis Antonio Segebre coincidió con lo anterior: “por ser un parque natural tenemos la necesidad de preservarlo. Se requieren soluciones blandas como las que los holandeses han venido implementando a lo largo del mundo”.

Finalmente, Robert van Embden, embajador del Reino de los Países Bajos en Colombia aseguró que, “lo importante es que se toma en cuenta que no es un problema local, sino el síntoma de un problema mayor. Acá estamos en el punto neurálgico, pero las causas son mas amplias y tiene que ver con movimientos del río Magdalena. Entonces es importante mirar la integralidad del fenómeno para encontrar soluciones eficaces y duraderas”.

Lo que quedó demostrado con este proceso es que vale la pena invertir en conocimiento. Esa será la única forma en que al país le interese trabajar a favor de la naturaleza y no en su contra.

 

Por María Paulina Baena

 

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