Generación alternativa de agua en Bogotá, una forma de depender de sí mismos

Desde hace dos años, los residentes de la zona rural de la localidad de Chapinero, en Bogotá, han ideado formas de obtener y reciclar el agua. Históricamente, para poder disfrutar del líquido, tenían que comprarlo en bolsas o intentar sacarlo de unos pozos cada vez más secos.

Felipe García Altamar / fgarcia@elespectador.com
22 de marzo de 2017 - 11:00 p. m.
Fotos: Gustavo Torrijos - El Espectador.
Fotos: Gustavo Torrijos - El Espectador.

La ubicación de la finca de Efraín y Susana es una contradicción. Empotrada en los cerros orientales de Bogotá, en la zona rural de la localidad de Chapinero, la finca, de aproximadamente siete hectáreas, siempre ha tenido problemas con el suministro del agua, un gran inconveniente para dos campesinos de la tercera edad dedicados a la avicultura y a la siembra. Pero esos predios cuentan con una ventaja única frente al resto de habitantes de la zona e incluso de los demás capitalinos: las gélidas temperaturas de las noches y las madrugadas siempre están representadas en espesos cúmulos de neblina.

Esas condiciones geográficas y atmosféricas únicas fueron el punto de partida para la adaptación de nuevas formas de conseguir agua y así suplir lo que por años les han negado a los olvidados habitantes de la vereda El Verjón.

Como la pareja de campesinos hay muchos habitantes en la zona que se han beneficiado con la puesta en marcha de dos proyectos que, de una u otra forma, han logrado llevar a varias viviendas el líquido vital, para que cada hogar remedie a su manera las dificultades para conseguirlo.

Un sistema de captación de neblina, aparentemente muy sofisticado, fue la génesis de esa cruzada de los campesinos para dejar de depender de los ya casi desocupados pozos del lugar o de los vendedores que hacían su agosto con las canecas y bolsas de agua que ofrecían en la zona.

En 2015 empezó la implementación de esa técnica, luego de un proceso en el que quedó claro que esa complejidad era más una cuestión de desconocimiento acerca del tema. Luego de rebuscar en documentos y videos sobre cómo funcionaban esos sistemas en los países del sur del continente, pioneros en la captación de neblina, la Alcaldía Local de Chapinero y los residentes de El Verjón creyeron que era posible copiar el modelo para generar agua, con cinco elementos por los que no hay que ir hasta el fin del mundo.

Una malla, dos columnas, una canal y un tanque son la materia prima de un “atrapanieblas” que, construido, se asemeja a un gran arco de fútbol. La malla tipo raschel, esa misma con la que cubren construcciones e invernaderos, es el elemento clave del sistema y la que finalmente se roba los créditos de ser la captora de la neblina. Tensada por las dos columnas hasta donde es posible, la malla atrapa la mayor cantidad de neblina en las horas en que los cerros se tornan más grises.

La gravedad hace que, antes de que salga el sol, esa neblina convertida en rocío, descienda hasta la canal, ligeramente inclinada, que conduce el resultado de esa ecuación hasta el tanque. Allí se almacena toda el agua que logra recolectar el sistema, siendo un líquido que Efraín y Susana pueden utilizar sin problema tanto en la ducha y el lavaplatos, como en el riego de sus sembrados y la hidratación de sus gallinas.

El mecanismo de captación en ese predio se convirtió en prototipo y desde ese momento empezó a reproducirse en fincas cercanas. Al mismo tiempo, los campesinos se cuestionaban sobre otras formas en que podían conseguir o reciclar agua. La respuesta llegó muy pronto y estaba justo encima de sus hogares: las canales de sus tejados. Desde mediados de 2016, otras 20 familias empezaron a trabajar en pilotos para aprovechar la escorrentía en épocas de lluvias. Así generaron formas de atrapar las aguas a través de los conductos, adecuándolos para que el líquido llegue a depósitos, de los que a su vez se desprenden mangueras que van a dar a los hogares.

El sistema, mucho más arcaico y en constante evolución, por ahora no suple del todo las necesidades de los campesinos, pues no es apta para lo más importante: el consumo humano. No obstante, ha sido un bálsamo al ser un agua que puede satisfacer los usos domésticos, como actividades en la cocina y baños, además de proveer a los viveros y galpones en los que se crían animales.

En tiempos de constantes sequías y aguaceros, los dos métodos se han convertido en nuevas formas de hacer uso eficiente del agua y ahorrar al máximo la que cae del cielo para así satisfacer la mayoría de sus necesidades.

Ambos sistemas también han sido el inicio de un empoderamiento que han ido alcanzando los habitantes de la zona. Como Efraín y Susana, muchos otros campesinos vivían de la venta de huevos y aves en La Calera e incluso en algunos puntos de Bogotá. La adaptación de los sistemas de recolección llegó con la puesta en marcha de varios proyectos para hacer crecer sus trabajos como agricultores. Pero no es una producción de víveres habitual.

También con ayuda de la Alcaldía local han desarrollado huertos que producen frutas y verduras que son el acompañante más deseado en los restaurantes y hoteles más exclusivos de la ciudad. En esos vergeles crecen diminutos tomates, usados por los chefs con el nombre de tomate cherry, o enormes guisantes que acompañan las ostentosas cenas que allí se degustan. Y, claro, antes de llegar al plato son cuidadosamente regados con el agua obtenida por esos sistemas alternativos.

“Se viene trabajando con los pequeños productores de la vereda para producir su sustento diario y la mayoría de hortalizas son sembradas con especificaciones dadas por el hotel Hilton. Lo más importante es que se está cambiando la calidad de vida de nuestros pequeños productores, sobre todo con la apropiación de los viveros y sistemas de captación”, dice al respecto Ricardo Rodríguez, referente ambiental de la Alcaldía de Chapinero, única compañía de los campesinos en ese arduo proceso para tecnificar sus cultivos.

El trayecto para conseguir, y hasta engendrar, su propia agua ha sido largo y ha estado lleno de dificultades, como las temperaturas dispares que tiene Bogotá durante todo el año. Eso hace que, por ejemplo, el sol de mediodía evapore cierta cantidad del agua de los tanques. Pero en ese camino encontraron la forma de consolidarse como productores y darse a conocer como importantes abastecedores. Una lucha con la que los campesinos han demostrado que creer en sí mismos, y en las bondades del medioambiente, es un gran comienzo para engranar un sistema paralelo al que los ha tenido excluidos por décadas.

Por Felipe García Altamar / fgarcia@elespectador.com

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar