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Jane Goodall, la dama de los chimpancés

Visitará Colombia en noviembre de este año. Su agenda incluye la presentación de un documental sobre su vida y encuentros con los grupos de jóvenes inscritos en el programa mundial Roots & Shoots, con sede en Santa Marta.

Sorayda Peguero Isaac
17 de agosto de 2015 - 02:24 a. m.

A simple vista, Jane Goodall parece una mujer de carácter imperturbable. Dice que la gente se lo pregunta con frecuencia: ¿Es usted religiosa? ¿Reza? ¿Practica algún tipo de meditación? Su serenidad es semejante a la de un monje tibetano. Tiene la mirada diáfana, el pelo totalmente blanco y la cara surcada por las líneas del tiempo vivido. Cuando era niña, leía los libros de Tarzán encaramada en la rama de un Haya. Estaba enamorada del amigo de los monos, y celosa de la otra Jane, “la miedosa”. No le gustaba la escuela. Una comadreja cazando ratones, las huellas de un zorro en la nieve o averiguar el modo en que una gallina ponía un huevo, esas eran las cosas que atizaban su curiosidad. Quería vivir rodeada de animales y, sobre todo, conocer África. En sus memorias señala a Tarzán como el principal responsable de su quimera: “Fue soñando despierta con la vida en la selva junto a Tarzán lo que me convenció de ir a África, a vivir con los animales y a escribir libros sobre ellos”. Si uno se fija en su mano derecha, se da cuenta de que le falta la punta del pulgar. Un chimpancé enjaulado, sometido a las pruebas de un laboratorio, se la arrancó de un mordisco cuando trataba de consolarlo. Ella lo libera de toda culpa. Cuando le preguntan por la mayor satisfacción de su carrera, Jane Goodall (Londres, 1934) recupera un recuerdo de sus primeros años en la selva de Gombe: “Sucedió la primera vez que un chimpancé se acercó y apretó mi mano con muchísima suavidad”.

Cualquiera que la hubiera visto en medio de la selva, con el pelo rubio recogido en una cola, vestida al estilo safari, con camisa y pantalones cortos. Con toda la bravura y la inocencia de una soñadora de veintiséis años. Sentada sobre la tierra, a menos de diez metros de distancia de una familia de chimpancés, mirándolos embelesada y escribiendo quién sabe qué en un cuaderno de notas. Cualquiera que no conociera sus intenciones, se hubiera preguntado: ¿Qué hace una chica como ella en un lugar como éste?

El 18 de diciembre de 1956, Jane Goodall recibió una carta de Clo (Marie Claude Mange), su mejor amiga en la escuela. Hacía cinco años que no se veían. Su amiga la invitaba a pasar una temporada en la granja que sus padres acababan de comprar en Kenia. Jane no necesitó ni veinticuatro horas para pensarlo. Trabajaba seleccionando temas musicales en un estudio de cine documental, en Londres. Ese mismo día presentó su renuncia. No ganaba suficiente dinero para pagar el viaje de ida y vuelta a Kenia. Para reducir gastos, pensó que lo mejor era regresar a Los Abedules, la casa donde transcurrió su infancia, en Bournemouth, al Sur de Inglaterra (cuando Inglaterra le declaró la guerra a Alemania, su padre se marchó al frente; el resto de la familia, compuesta por Jane, su madre y su hermana Judy, abandonó Londres para instalarse en la casa victoriana de la abuela materna). Consiguió un empleo de camarera y ahorró todo lo que pudo, hasta completar el dinero necesario para costear el viaje. Cinco meses más tarde, pasaba su primera noche en un camarote del Kenia Castle, el trasatlántico que la llevaría hasta el puerto de Mombasa.

Una vez en África, alguien le dijo: “Si te interesan los animales tienes que conocer a Louis Leakey”. El encuentro con el doctor Leakey (reconocido paleontólogo-antropólogo) se produjo en el Museo de Historia Natural, en Nairobi. “Nos vimos en su despacho, un espacio grande y desordenado, con montones de papeles, de huesos y dientes fósiles, de útiles de piedra y de toda clase de objetos (…). Louis tenía cincuenta y cuatro años cuando le conocí; era un verdadero gigante, un auténtico genio con una mente curiosa, rebosante de energía, una gran visión y un maravilloso sentido del humor”. Jane Goodall no tenía estudios universitarios. Hizo un curso de secretariado siguiendo el consejo de su madre. Sus padres se habían divorciado, el padre se marchó, y su madre no disponía de recursos para invertir en una carrera. Sin embargo, Leakey estaba impresionado. Jane poseía una gran determinación. Se notaba que había leído mucho. Hablaba con propiedad sobre África y sus animales, y sabía más de lo que cualquier experto pudiera esperar de una jovencita sin grados académicos. El doctor Leakey la contrató como su secretaria personal.

A Louis Leakey le interesaban los chimpancés, los orangutanes y los gorilas. Quería estudiar el comportamiento de los simios emparentados con el hombre (los antropomorfos) y poder observarlos en su hábitat natural. Su mayor empeño era desentrañar los misterios de la evolución. Al doctor Leakey le habían dicho que cerca de la costa oriental del lago Tanganika (actual Tanzania), existía una variedad de chimpancés denominada oriental o de pelo largo. Las referencias para un estudio de esa naturaleza eran escazas o totalmente nulas. Se trataba de una misión arriesgada, alguien debía penetrar en la selva y exponerse a sus peligros. Jane escuchaba a Leakey hablar de sus planes y pensaba: “(…) Qué tipo de científico iba a encontrar Louis para llevar a cabo una tarea hercúlea como aquella”. Louis Leakey buscaba una persona que sintiera auténtica pasión por los animales, que fuera capaz de resistir un distanciamiento prolongado de la civilización, observadora, curiosa y que tuviera mucha paciencia. Los títulos no le importaban. Louis Leakey y Jane Goodall coincidieron en un espacio y un tiempo oportuno para las aspiraciones de los dos. Jane era la elegida.

Su trabajo en el museo, rodeada de huesos y animales muertos, no la hacía feliz. De todos modos, Jane dudaba: “¿Cómo me podía considerar apta para un estudio de tal envergadura?” Escuchando los argumentos de Leakey, llegó a la conclusión de que era la elección perfecta. Mientras Leakey se ocupaba de encontrar un mecenas que financiara su proyecto, Jane regresaba a Inglaterra para prepararse. La comunidad científica y las autoridades británicas se rasgaron las vestiduras. Pensaron que era inconcebible que Leakey eligiera a una joven mujer, inexperta, para estudiar a los chimpancés en estado salvaje. Las críticas de sus colegas no detuvieron a Leakey. Siguió adelante con su propósito y consiguió el patrocinio de una fábrica de herramientas. En 1960, Tanganika era un protectorado británico. Las autoridades no quisieron asumir riesgos, exigieron que un ciudadano europeo acompañara a la joven inglesa. Vanne, la madre de Jane Goodall, a la que le horrorizaban las arañas, decidió que ella sería la persona que seguiría los pasos de su hija por la selva africana.

No estaba dispuesta a renunciar. Ni por las altísimas fiebres de la malaria (que padecieron madre e hija), ni por los diferentes encuentros que tuvo con un búfalo, un leopardo y una cobra de agua de casi dos metros. Jane Goodall y su madre llegaron a la selva de la Reserva de Caza de Gombe el 14 de julio de 1960. Establecieron su campamento (dos tiendas de campaña y una cocina con techo de paja) y contrataron un cocinero local. Jane Sabía que debía ser cautelosa, los peligros asechaban por todos lados, y a todas horas, pero al mismo tiempo sentía que se encontraba en su elemento: “estaba donde tenía que estar”. Por las noches dejaba a su madre durmiendo en la tienda y se internaba en el monte. Iba alumbrando los senderos de la jungla con una linterna. Se llevaba una manta para el frío y, en un maletín de hojalata, una tetera, azúcar y café. “Día tras día, hiciera sol, viento o lluvia, subía a las montañas. Y poco a poco pude ir penetrando en un mundo mágico totalmente inexplorado por ningún humano, el mundo de los chimpancés en estado salvaje”. Al principio, los chimpancés huían de ella. Con el paso del tiempo se fueron acostumbrando a su vigilancia constante y le permitieron acercarse cada vez más.

Aquella mañana, Jane arrastraba su cuerpo y sus ánimos por la espesura de la selva. Después de subir y bajar por tres valles distintos, se sentía desencantada. No había visto ni un solo primate. De repente notó un movimiento, una presencia apenas perceptible entre la maleza. Tomó sus prismáticos, enfocó y avistó un chimpancé sentado encima de un montoncito de tierra: un nido de termitas. El chimpancé le quitaba las hojas a un tallo de hierba. Introducía el tallo en el nido. Esperaba. Lo extraía del agujero, se lo llevaba a la boca, masticaba, y volvía a repetir la acción. Como cuando un humano lanza una caña de pescar al río y aguarda a que los peces muerdan el anzuelo, así actuaba el chimpancé. El tallo de hierba era su herramienta.

Antes de que Jane Goodall observara la conducta instrumental de los chimpancés de Gombe, los científicos consideraban que había un único elemento diferenciador entre los humanos y los animales: el uso de las herramientas. Algunos académicos fueron duros con ella. La criticaron, dudaron de la veracidad de su descubrimiento y señalaron su juventud y su falta de estudios especializados. Ante las acusaciones, Jane presentó fotografías que testimoniaban lo que había visto. Los más escépticos no pusieron barreras a su imaginación y la acusaron de amaestrar a los chimpancés para cazar termitas. A pesar de las especulaciones, uno de los mayores impactos provocados por sus observaciones fue la inminente necesidad de redefinir al ser humano. El concepto empleado por los científicos para definir la especie humana era simple: el hombre era el creador de herramientas. “Ahora habrá que redefinir al hombre, redefinir los útiles o aceptar que los chimpancés son humanos”, advirtió el doctor Leakey.

Después de acompañarla durante cuatro meses, la madre de Jane Goodall, la única que no se reía cuando la escuchaba hablar de su sueño africano, regresó a Inglaterra. Al proyecto del doctor Leakey le esperaba una larga vida. El estudio de los chimpancés en Gombe recibió una subvención de la National Geographic Society, que envió a Hugo van Lawick (cineasta y fotógrafo holandés) para documentar el proyecto. Hugo van Lawick y Jane Goodall se enamoraron y se casaron en 1974. Juntos crearon un centro de investigación y tuvieron un hijo (Hugo Eric Louis). Se divorciaron diez años más tarde. La primatóloga conoció a su segundo esposo en los parques nacionales de Tanzania. Derek Bryceson era el director del sistema de parques nacionales del país africano. De vez en cuando, sobrevolaban la selva de Gombe a bordo de una avioneta de cuatro plazas, propiedad de Bryceson. En 1975, tras un vuelo accidentado que estuvo a punto de acabar en tragedia, decidieron casarse. Cinco años después de la boda, Bryceson falleció a causa de un cáncer abdominal.

Jane Goodall no quería ser científica. Quería ser naturalista y conocer mejor a los chimpancés, nada más. En 1966 se doctoró en Etología (estudio del comportamiento animal) por la Universidad de Cambridge. "Solo hice la tesis por Leakey. Nunca había tenido la ambición de ser científica y pertenecer a la academia". No fue bien recibida en Cambridge. Desafió las normas de los académicos empleando métodos que se salían del guion. Los científicos no vieron con buenos ojos que creara vínculos afectivos con los chimpancés. Figan, David Greybeard, Flo, Goliat, Humphrey,... Jane no los identificaba con números, como acostumbraban los demás, los bautizaba con nombres. Explicaba que los chimpancés tienen personalidades individuales y que sus emociones experimentan diferentes estados. La acusaron de atribuir cualidades humanas a nuestros parientes más cercanos (compartimos el 98 por ciento de nuestro código genético), dijeron que su trabajo carecía de objetividad y se referían a ella con sarcasmos. La llamaban “la modelo del Geographic”. En la actualidad, más de cuarenta y cinco universidades del mundo la han distinguido con el título de Doctora Honoris Causa.

En 1987, Jane Goodall abandonó el trabajo de campo en la Reserva de Caza de Gombe para convertirse en activista. Es fundadora del Instituto Jane Goodall, una organización de alcance global y sin fines de lucro que centra sus esfuerzos en la investigación no invasiva de los chimpancés, la sensibilización ciudadana y la conservación del medioambiente. Desde 1991, esta organización gestiona el programa humanitario y ambiental Roots & Shoots (Raíces y Brotes), diseñado especialmente para jóvenes y niños. Sus investigaciones, que se prolongaron durante más de cuarenta años, revolucionaron el campo de la primatología y revelaron aspectos del comportamiento de los chimpancés hasta entonces desconocidos. Según las observaciones de la doctora Goodall, los chimpancés transmiten sus conocimientos de una generación a otra, practican la adopción y establecen diferencias entre grupos. También se besan y se abrazan, se dan palmadas en la espalda y se hacen cosquillas, como nosotros. A veces son altruistas, y a veces participan en guerras sangrientas que persisten durante años. Se dan golpes y pellizcos, se ayudan, se odian y toman decisiones. Pueden llegar a ser muy crueles y, motivados por el miedo, los celos, el sexo, la venganza o el poder, son capaces de cometer auténticas atrocidades. Tienen luces y sombras, como nosotros.

55 años de selva

Se cumplen 55 años de la llegada de Jane Goodall a la selva de Gombe. Los descubrimientos de la doctora Goodall revolucionaron el campo de la primatología y revelaron aspectos del comportamiento de los chimpancés hasta entonces desconocidos.

A sus 81 años, Jane Goodall continúa viajando por diferentes países del mundo. Durante más de trescientos días al año ofrece charlas y conferencias, recauda fondos para su fundación y respalda el desarrollo de programas educativos que promueven la protección del medio ambiente y los animales.

Roots & Shoots Colombia

Jane Goodal fue galardonarla recientemente (el 27 de julio) con el XXVII Premio Internacional de Catalunya. La célebre primatóloga ha recibido más de un centenar de reconocimientos internacionales y ha sido distinguida con el título de doctora honoris causa por más de cuarenta y cinco universidades de todo el mundo.

Desde 1991, el Instituto Jane Goodall gestiona el programa humanitario y ambiental Roots & Shoots (Raíces y Brotes). Colombia participa en este programa global y educativo desde 2011. Para leer más sobre Roots & Shoots Colombia vaya aquí.

 

Por Sorayda Peguero Isaac

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