Jully Mora, la voz de los pescadores del río Sogamoso

En el Magdalena Medio, una joven de la región idea estrategias para empoderar a los pescadores artesanales.

Helena Calle
03 de diciembre de 2017 - 09:00 p. m.
Jully Andrea Mora, de 22 años, es la mujer más joven en ganarse el reconocimiento Mujer Cafam. / El Espectador
Jully Andrea Mora, de 22 años, es la mujer más joven en ganarse el reconocimiento Mujer Cafam. / El Espectador

Algunos pescadores del Magdalena Medio pescan con una malla de 5 puntos que se envuelve como reloj y se lanza al agua desde la proa del bote en un movimiento envolvente, a veces mordiendo un trozo de cuerda. Las cinco puntas alcanzan su máximo casi al tiempo y la atarraya cae al agua, engarzando bocachicos, bagres, blanquillos, doncellas o besotes.

Los peces emergen según la temporada y según el movimiento de las compuertas de la represa que tiene Isagén sobre el río Sogamoso y que genera el 10% de la energía que consume Colombia. Cuando eso pasa, el nivel del río baja y los peces se apozan en las orillas.

Jully Andrea Mora, la actual presidenta de la Asociación de Pescadores del Pedral (Asopep), conoce de primera mano estos y otros vericuetos propios de los pescadores artesanales del Magdalena Medio por su padre, que también es pescador, y por las historias de su natal Puerto Wilches (Santander) a orillas del río Sogamoso.

Sin embargo le metió el hombro a la pesca artesanal cuando tenía 16 años. Una mujer llamada Yorlen Martínez la invitó a una reunión de Asopep en la que iban a capacitar jóvenes en temas de liderazgo. “Después de oírlos hablar me quedé yo con todo eso”. Cuando volvió a su natal Puerto Wilches después de graduarse como técnica en cosecha y cultivo de palma y en seguridad industrial, a los 19, encontró un trabajo patrocinado por Icetex e Isagén dirigido a jóvenes que se llamó ‘Guardaríos’, para resolver precisamente el problema de los peces que boquean en las orillas, y que los pescadores se luchaban por atrapar.

Así empezó su trabajo con los pescadores del Magdalena Medio. Hoy es la presidenta de la Asoped y gestora cultural de la Asociación de Pescadores y Agricultores del Magdalena Medio, una organización que agrupa a más de 200 familias de 9 comunidades como Girón, Sabana de Torres, Barrancabermeja y Puerto Wilches, todas a orillas del río Sogamoso.

Con el problema de los peces apozados –uno entre tantos– Jully siguió abriendo diálogos con Isagén y en 2015 impulsó los acuerdos que financian actividades alternativas para cuando el río esté bajo, “para no quedarnos quietos”. Los diálogos entre los pescadores recios y las empresas herméticas también incluyen a las empresas de palma de aceite, o a los terratenientes que pagan seguridad privada para sus ganados y que a veces confunden a los pescadores que salen de noche con ‘cuatreros’ y disparan poniendo en riesgo sus vidas, como cuenta Jully.

A través de lo que le contaron los abuelos, los pescadores, Jully Andrea Mora se convirtió en la voz de los pescadores del Magdalena Medio. “Ellos me han dotado de todo su conocimiento. Me dicen ‘vaya a que nos noten’. Y yo les digo que sí, pero no podemos dejar de ser pescadores artesanales, esa es la base del proceso”.

El propósito del trabajo de Jully con los pescadores es lo que ella llama “recuperación del medio”, todo a través de la pesca artesanal. Cuando habla es como si pescador y pez fueran uno solo, y en este oficio parece ser así.

“La pesca artesanal implica muchas cosas. Primero, que el pescador se sienta vinculado a la sociedad, que lo consideren como un ser importante y aportante dentro de la comunidad, no como unos olorosos como se oye por ahí”, cuenta Jully indignada. Segundo, es importante que tenga las herramientas necesarias para desarrollar su arte. En muchos casos, otros implementos de pesca –como la dinamita–son más lucrativas que la vieja guinda. Jully y otras directivas del gremio de pescadores lograron que el Banco Agrario extendiera un crédito a los pescadores para pagar por su guinda o arreglar esa fuga en el bote, y así salir engallados y dignos a pescar.

Luego, gestionó los acuerdos entre los pescadores para que se respetaran los territorios, tal como habían hecho ellos mismos hace 10 años con los grupos al margen de la ley que custodiaban el río. “Que él quiere pescar por acá”, decían los pescadores. “Que usted es responsable de él y si se porta mal, los matamos a ambos”, decían los paramilitares. A pesar de la zozobra, los acuerdos se mantuvieron y, según Jully, esta fue la punta de lanza para empezar el trabajo de la asociación sin el miedo de antes. “La pesca es más tranquila hoy comparada con años anteriores en donde había líneas invisibles, y si las pasaba, se moría”.

La última quimera de Jully es encontrar una alternativa a la cantidad de intermediarios en la compra y venta de pescados, que evitan que el pescador se lucre como corresponde, pero la empresa Pesquera Sogamoso, que será una especie de “central de abastos” donde se negocien los pescados a precio justo, aún está cruda. “La idea es que se sientan orgullosos. Que vivan de lo que conocen: el Magdalena, la Ciénaga, los pescados. La empresa va lento pero nos la está apoyando Isagén y Financiera Comultrasan”, cuenta Jully.

Aunque hoy muchos pescadores están convencidos de la importancia del manejo ambiental responsable de los recursos, no siempre fue así. Hace unos años, Jully iba puerto a puerta con su figura liviana y su voz suave, explicando el tema o esperando 20 minutos a que le abrieran la puerta solo para escuchar un ‘Estoy ocupado’ precediendo un portazo. “Yo me fui a los colegios a darle educación ambiental a los chinitos, para que luego fueran a donde los papás y los regañaran si los veían haciendo algo malo, y vea, funcionó”.

Una de las alternativas que propuso Jully y que poco a poco han ido adoptando en por lo menos 9 comunidades, según sus cálculos, es la del pago por servicios de aseo. “Antes decían, ¿$5.000 por sacar la basura? Mejor la quemo o la boto por ahí y me sale gratis’, pero hemos entendido lo dañino para el ambiente que es”. En un video de Youtube se ve parte del proceso de descontaminación del río de la mano de niños y jóvenes que lideró Jully, y que muestra miles de botellas plásticas yendo a contenedores grandes. Hoy los puertos están limpios gracias a la gente y a la terquedad de Jully.

Fue por esta labor ardua que en mayo de este año fue reconocida como Mujer Cafam 2017, convirtiéndose en la galardonada más joven en 29 años del premio. “El premio fue como una bocanada de aire cuando nos estábamos ahogando, ya no había fuerzas”, dice. Sin embargo los problemas hoy son otros. Se cerró el último convenio que tenían con Isagén, y no pueden empezar sin haber termino el otro, “aparte el pescador es inmediatista y quiere todo pa’ ya, y no se puede pa’ ya. Que se mantengan creyendo es la dificultad”. También continúa la minería ilegal, (que implica el uso de mercurio) y algunas empresas de palma de aceite en la zona continúan vertiendo desechos al río.

Aunque no todo es color de rosa, acepta que el proceso va avanzando y cada vez más pescadores se suman al proceso. Cada comunidad cuenta con una asociación y se agrupan bajo la Mesa de Pesca Artesanal del Magdalena Medio. Según ella, la vinculación de grupos como las mujeres no fue fácil, pero han avanzado.

Por ejemplo, ahora hay unas 14 mujeres, una cifra antes impensable. Jully, entre otras cosas, se dio cuenta de que la relación de las mujeres con el río parecía pasiva: ver partir a su padre y a sus hermanos desde la orilla cuando era niña le hizo creer que el río era cosa de hombres. Sin embargo, descrubió que simplemente era una relación distinta. “En el río bañan a los hijos, lavan la ropa, también es de las mujeres y por eso lo cuidamos”.

También están vinculados algunos hijos de los pescadores que Jully buscó en los colegios cuando sus papás no la escuchaban. “Es que a veces la terquedad de la gente es lo más difícil, más que torear a cualquier empresa o cualquier grupo al margen de la ley, pero hemos logrado dialogar poco a poco”, cuenta con orgullo. Ella, que se queja de la terquedad de la gente, puede ser la más testaruda de todas, y esa es su virtud.

Por Helena Calle

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