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Los bosques tropicales son unos de los ecosistemas más biodiversos del planeta. Sin embargo, a pesar de su alta biodiversidad y la importancia de conservarlos, en los últimos 20 años se ha perdido el 8 % del total de los bosques tropicales remanentes a nivel global. La pérdida de bosque afecta directamente a las especies que habitan estos ecosistemas, ya que reduce para ellas el área disponible para alimentarse y reproducirse. Sin embargo, además, de los efectos directos de la perdida de hábitat debido a la deforestación, esta también genera otros efectos secundarios, los cuales son menos conocidos, pero que tienen un impacto considerable en la biodiversidad.
Uno de estos impactos secundarios es la fragmentación, donde áreas de bosque continuas se transforman en parches pequeños cada vez menos conectados entre sí. La conectividad es una propiedad del paisaje que influye en los flujos ecológicos dentro de un territorio. Estos flujos abarcan desde el desplazamiento de animales hasta procesos como los ciclos biogeoquímicos, incluyendo el ciclo del agua. En el caso particular de la movilidad de los animales, cuando esta se ve limitada, también se afectan el intercambio de información genética entre poblaciones. Esto ocurre, por ejemplo, cuando los animales migran, llegan a nuevos territorios y se reproducen, lo cual se ve limitado por la fragmentación. Esta falta de flujo genético reduce la adaptabilidad de las especies a cambios en los ecosistemas como los que están sucediendo debido al cambio climático. Mantener la conectividad de los bosques es crucial para permitir el flujo de individuos y genes en el paisaje.
Además, la conectividad también abre la posibilidad para que especies recolonicen zonas donde previamente se consideraban extintas. Un ejemplo de iniciativas de conservación que se enfocan en mantener y mejorar la conectividad de los bosques en Suramérica es el corredor jaguar que busca asegurar la protección del jaguar y el tránsito de fauna desde México hasta el norte de argentina.
En nuestro nuevo artículo publicado en la revista Science esta semana medimos los cambios en la fragmentación de los bosques en los últimos 20 años a nivel global. Para esto, analizamos diferentes medidas de la estructura de los bosques en ventanas de cinco kilómetros y su cambio a lo largo del tiempo incluyendo el tamaño del parche más grande en cada ventana, el número de parches, el área promedio de los parches y la longitud total del perímetro de todos los parches, entre otras variables. Luego, agregamos esta información en un índice compuesto que mide el cambio en múltiples aspectos relacionados con la fragmentación.
Los resultados de nuestros análisis muestran una situación bastante preocupante. La fragmentación aumentó en la mitad de los bosques a nivel global entre 2000 y 2020. Para el caso de los bosques tropicales la imagen es aún más negativa, con 60 % de estos bosques presentando un incremento en la fragmentación. Algunos de los factores que más han influido en el incremento en la fragmentación de los bosques tropicales son la agricultura de pequeña a mediana escala posteriormente abandonada y actividades como la agricultura a gran escala, la minería y la infraestructura energética.
Sin embargo, no todo son malas noticias. También encontramos que las áreas protegidas en el trópico pueden reducir hasta en un 82% la fragmentación.
Colombia tiene más del 65 % de su territorio cubierto de bosque y alberga más del 10 % de la biodiversidad global. A pesar de la reducción en la deforestación en Colombia en los últimos dos años, en parte debido al cambio en el enfoque en las políticas ambientales de uno mayormente punitivo en el pasado gobierno a uno más enfocado en mejorar el bienestar de las comunidades locales en el actual gobierno, en el país se ha perdido el 3.8 % del total del bosque tropical remanente en los últimos 20 años.
En nuestro estudio encontramos que en el 45.6 % de los bosques del país la fragmentación ha aumentado en los últimos 20 años. Una cifra dramáticamente mayor que el total de bosque perdido en el mismo periodo. Uno de los principales problemas de este incremento en la fragmentación es la perdida de la conexión entre los bosques amazónicos y los andinos. El piedemonte amazónico es una de las más biodiversas del mundo, ya que es el área donde la biodiversidad andina y la Amazónica se encuentran. Sin embargo, esta zona también tiene una de las mayores tasas de deforestación en Colombia.
Para evitar que se pierda el bosque en esta zona tan importante, es necesario que el gobierno y la sociedad civil apoyen la labor de áreas protegidas claves como son los Parques Alto Fragua Indi Wasi, Serrania de los Churumbelos Auka Wasi, Cordillera de los Picachos, Tinigua y Sierra de la Macarena. Además, es necesario identificar alternativas de usos de la tierra que provean beneficios tanto a las comunidades locales como para la conservación de los bosques para ser implementadas en las zonas de buffer de las áreas protegidas y en áreas críticas para la conectividad en el piedemonte amazónico.
Turismo, agroforestería y la comercialización de productos no maderables son alternativas que han funcionado en escenarios similares dentro y fuera del país. Finalmente, Colombia es un país con un alto potencial de reforestación, pero es clave dirigir estos esfuerzos a áreas donde su implementación maximice los diferentes beneficios de conservación que esta práctica genera. En este sentido, la identificación de áreas prioritarias para reforestar debe tener en cuenta la maximización de la retención de carbono atmosférico, pero también otros factores como la maximización de la conectividad de los bosques en el país.
*Investigador Postdoctoral de la Universidad de Berna – Wyss Academy
X: @Pablo_Negret
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