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La vieja técnica fotográfica con la que Cundinamarca reencontró su biodiversidad

Habitantes de ocho municipios de Cundinamarca utilizan una antigua técnica fotográfica para reconocer la biodiversidad que los rodea. Sus exploraciones serán publicadas en el libro “El azul de las intenciones”.

Natalia Pedraza Bravo
05 de septiembre de 2021 - 06:47 p. m.
Estas son algunas de las imágenes que hacen parte del libro  “El azul de las intenciones”.
Estas son algunas de las imágenes que hacen parte del libro “El azul de las intenciones”.
Foto: Cortesía

Claudia Ruiz es diseñadora industrial y artista plástica. Desde muy joven encontró en el arte una herramienta para hablar de problemas sociales, como la violencia, y en 2010 creó la Fundación Art Collegium con la intención de acercar a otros al lenguaje que a ella le ha permitido explorar estas temáticas: la fotografía. (Lea “Este libro es una carta de amor a Colombia”: Wade Davis)

El territorio donde inició su proyecto fue el que la recibió desde 1993 a ella y a su familia, en las montañas de Guasca, en Cundinamarca. Allí realizó la primera salida de campo de su fundación, con campesinos y habitantes de la zona urbana del municipio. Según cuenta, decidieron explorar la laguna de Siecha, una maravilla hídrica del departamento que queda a dos horas de la capital colombiana.

En ese primer recorrido, Claudia se dio cuenta de que a pesar de que todas las personas que la acompañaban habían nacido en medio de ese paisaje, o llevaban mucho tiempo viviendo allí, nunca habían visitado esta laguna y no tenían ninguna relación con los ecosistemas que les rodeaban. “¿Cómo podemos conservar un páramo si no lo conocemos? No se puede valorar lo que no se conoce”, afirmó Ruiz.

En ese momento decidió enfocar el trabajo artístico que iba a realizar por medio de su fundación, en que la fotografía se convirtiera en una herramienta para desarrollar la identidad del territorio y del ser.

“La fotografía es el pretexto para abrir espacios de reflexión para pensar quiénes somos, de dónde venimos y en dónde estamos. Quisimos enfocarnos en que las personas que tomaran los talleres conocieran sobre las especies endémicas que los rodeaban, especialmente de aquellas que tienen usos en la medicina y son aptas para el consumo humano”, aseguró la fotógrafa.

Llevan 10 años haciendo talleres en los que espera que las personas conozcan sus cuerpos, sus territorios y, especialmente, la biodiversidad de los entornos que los rodean. Hasta el momento, según contó Ruiz, han pasado más de 500 personas por estos cursos que imparten todos los sábados de manera gratuita.

Este año decidieron hacerle un homenaje a Anna Atkins, una de las primeras fotógrafas de las que se tiene registro y quien, además, era botánica y publicó el primer fotolibro del que se tiene registro. Anna utilizaba el cianotipo, una técnica en la que no se necesita cámara fotográfica, pues las imágenes se revelan con el sol y en el papel queda un registro negativo de lo que se pone encima. Esto hizo que fuera muy eficiente para el registro taxonómico de la botánica, pues al ser impresiones monocromáticas solo quedan las siluetas de las plantas.

“Con esta técnica abstraes la naturaleza del color y puedes empezar a centrar tu atención en otras cosas como las formas, las texturas, las siluetas”, explicó Ruiz.

Solo en 2021 han realizado cerca de 20 talleres que han dado como resultado varios cianotipos que serán parte del libro El azul de las intenciones, editado por el Ministerio de Cultura y con el apoyo de Conservación Internacional, y que será publicado a finales de septiembre. En él se podrán encontrar muestras de estas exploraciones de los habitantes de ocho municipios de Cundinamarca que, a partir de esta antigua técnica, se reencontraron con la biodiversidad que los rodea.

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