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Los consejos para Colombia de quien logró la transición energética en Uruguay

Ramón Méndez Galaín fue el director que estuvo detrás de la exitosa transición energética en Uruguay. Estuvo en Colombia para presentar un estudio que sugiere que nuestro país puede abandonar la generación de energía con combustibles fósiles para 2038. El Espectador conversó con él.

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Andrés Mauricio Díaz Páez
23 de octubre de 2025 - 11:55 p. m.
Ramón Méndez Galaín impulsó la transición energética en Uruguay.
Ramón Méndez Galaín impulsó la transición energética en Uruguay.
Foto: Juan Sebastián Cespedes - Polen
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Hace un año, Uruguay le anunció al mundo que había conseguido generar el 99 % de la energía que se consume en su país a partir de fuentes renovables. Hidroeléctricas, parques eólicos y plantas de biomasa habían logrado dejar atrás una producción que antes dependía en gran medida del petróleo. Para lograrlo, tuvieron que darle un vuelco a las reglas de juego del sistema eléctrico de su país.

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Ramón Méndez Galaín fue el director nacional de Energía de Uruguay entre 2008 y 2015, en dos gobiernos. Estuvo detrás del diseño y la implementación de la política que llevó a que ese país abandonara los combustibles fósiles en la generación de electricidad. Hoy, como dice él mismo, trabaja “intentando demostrarle a otros países de América Latina que pueden hacer lo mismo”.

Viajó a Colombia, justamente, para presentar un estudio técnico adelantado por la Fundación Ivy, de la que es director; Polen, un centro de investigación sobre transición energética; la Universidad de los Andes y el Instituto Sistemas Complejos de Ingeniería. Allí, aseguran que Colombia podría llegar a producir toda su energía a partir de fuentes renovables, principalmente agua, sol y viento, para 2038. Sin embargo, es necesario cambiar varias normas que “están hechas para beneficiar a los combustibles fósiles”.

Méndez es PhD en Física de la Universidad de la Plata y, en entrevista con El Espectador, explica cómo podría darse esta transformación en Colombia, por qué no deberíamos apostar por la energía eólica costa afuera y cómo “estamos desperdiciando” el potencial hidroeléctrico que existe.

Usted dice que las reglas de juego del sistema eléctrico en Colombia están afectando a la transición energética, ¿por qué?

Hace 30 años, cuando empezamos a hablar de la necesidad de hacer una transición hacia energías renovables, la principal motivación era el tema climático, la preocupación creciente por las emisiones de gases de efecto invernadero generados, entre otros, por los combustibles fósiles.

Con el tiempo, las tecnologías han ido madurando en dos sentidos: han disminuido drásticamente sus costos y hemos aprendido a usarlas adecuadamente. Hoy, ya no se trata solo del argumento climático. No solamente son las energías menos contaminantes, también son las más baratas y más estables económicamente. Son lo mejor que podemos tener. Para tener un equivalente, son lo que es Messi en el fútbol.

Con las reglas de juego actuales, lo que está pasando es que tenemos a Messi, pero le estamos dando una raqueta y una pelota para jugar al tenis, y Messi no es el mejor en eso. A medida que va pasando el tiempo y entran en funcionamiento más energías renovables, sobre todo eólica y solar, nos damos cuenta de que las reglas de juego no favorecen la introducción de esas tecnologías, porque fueron reglas hechas para los que eran la mejor opción hace 50 años: los combustibles fósiles.

Lo que hemos aprendido en los últimos años, es que, si queremos transitar hacia energías renovables, no les podemos pedir que nos resuelvan los mismos problemas que resuelven otras tecnologías, porque les estamos pidiendo algo imposible. No les podemos pedir firmeza porque son intermitentes, el viento no sopla igual y el Sol no alumbra igual todo el día. Si seguimos con las mismas reglas, las energías renovables no van a poder explotar todo su potencial.

Ahora, esto puede pasar por las buenas o por las malas. Por las malas sería que esperemos a que los mercados del carbón y del gas decaigan, como ya sabemos que va a ocurrir en los próximos años, y que el impacto nos tome por sorpresa. Por las buenas sería que hagamos una planificación y pequeñas transformaciones regulatorias ahora, para que las renovables jueguen al fútbol y no al tenis.

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¿Entonces, qué cambios hay que hacer para que el sistema eléctrico pueda aprovechar las energías renovables?

Uruguay cambió totalmente los roles que tiene cada tecnología energética en el sistema eléctrico del país. Los beneficios que obtuvimos fueron reducir a la mitad los costos de generación de energía y generar una cantidad importante de puestos de trabajo. Y a pesar de las particularidades de Uruguay, lo que demostramos en el informe es que esta es una experiencia que se puede adaptar y replicar en otros países. Es un desperdicio que no se haga algo así en Colombia y son cuatro cambios esenciales.

Lo primero es aprovechar la energía hidroeléctrica, haciendo que deje de ser la energía de base y pase a ser una “megabatería” del sistema. Es decir, que en lugar de ser la energía que está sosteniendo la generación eléctrica del país todo el tiempo, se utilice como una reserva que empieza a funcionar cuando disminuyan el Sol y los vientos, que serían la base. Si el Sol y el viento regresan, se retira la hidráulica. Eso, entre otras cosas, haría que el país ya no dependa de condiciones climáticas y que, cuando venga el fenómeno de El Niño, la sequía no impacte de la misma manera al sistema. Pero, XM, el operador del sistema eléctrico en Colombia, hoy no tiene las herramientas para poder hacer eso y hay que hacer un cambio regulatorio que lo permita.

El segundo elemento es preguntarnos ¿cuánto necesitamos de cada fuente? El sistema colombiano necesita de una complementariedad óptima entre fuentes. O sea, que no necesita solo energía solar, sino también eólica. Para tener esa complementariedad, se necesita de una planificación holística del sistema. Tenemos que pasar de una planificación indicativa, como la que hace actualmente la Unidad de Planificación Minero-Energética (UPME), a una planificación que vincule nuevas tecnologías y nuevos proyectos de acuerdo con lo que es más óptimo para el sistema. Es decir, que lo que se planifique sea lo que, en la práctica, se haga.

El tercer gran tema son los contratos. Les estamos ofreciendo a la energía eólica y solar contratos totalmente inconvenientes, porque son los que le sirven a las centrales térmicas de combustibles fósiles. Son contratos a largo plazo que piden, además, la entrega de cierta cantidad de energía al día, algo que no funciona con estas dos fuentes de energía. Tenemos que crear contratos que estén asociados a lo que necesita cada fuente de energía para competir en condiciones similares en el sistema.

El último cambio fundamental es en la aceptación social. En algunos lugares del territorio, como en La Guajira, no se está dando lo que se llama la “licencia social” y eso tiene que ver con que las comunidades no están percibiendo el beneficio que un proyecto tiene para ellas. El hecho de que se instale un parque eólico, solar o una línea de transmisión por encima de sus casas y que ellos sigan sin tener electricidad. Tiene que haber un sistema de co-beneficios en el que los actores en el territorio vean los beneficios de manera clara y tiene que hacer parte de la construcción del proyecto. Además de ser un tema de justicia social, también va a permitir que esos proyectos avancen.

Además de la entrada de energías renovables, ¿qué beneficios ambientales y sociales tendrían esos cambios en Colombia?

En el análisis estimamos que habría una reducción del 85% de las emisiones de gases de efecto invernadero vinculadas al sistema eléctrico. También bajaría en un 50 % el costo de generación de energía y eso podría traducirse en una reducción de hasta el 30 % en las tarifas de la factura que llega a los hogares. Y el otro aspecto es la generación de puestos de trabajo, que podrían ser hasta 700.000, muchos más de los que hoy brindan la industria del carbón, el gas y el petróleo juntas.

En el corredor minero del Cesar, tras la salida de la minera Prodeco, no se han logrado recuperar los empleos perdidos a pesar de la construcción de dos de los parques solares más grandes del país. ¿Cómo es que las energías renovables generarían más empleos que los combustibles fósiles?

Si tomamos una o dos minas de carbón en particular, y las reemplazamos por una o dos plantas de generación de energía solar, efectivamente hay una pérdida de puestos de trabajo. Pero es que una mina de carbón no se va a reemplazar por una planta solar, sino por decenas de estas. Cuando hacemos el análisis así, desde una perspectiva más general, sí hay una mayor creación de puestos de trabajo por parte de las energías renovables.

Eso no quiere decir que no haya que resolver problemas a nivel local, que son muy importantes. El asunto es que, como decía, esa pérdida de puestos de trabajo en regiones carboníferas o petroleras va a pasar por las buenas o por las malas. Y que pase por las buenas implica pensar desde ya en cómo se va a acompañar a esas comunidades para diversificar la economía y generar capacidades que reemplacen la economía de los combustibles fósiles.

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En su informe también señalan que es inconveniente que Colombia desarrolle energía eólica costa afuera, pero ya se está adelantando la primera subasta con este tipo de energía. ¿Por qué no conviene?

Porque es más cara y eso hace que no sea lo más óptimo para el sistema. No tenemos que volver a la época de la conquista española. O sea, no podemos dejar que nos vendan espejitos de colores y se lleven el oro. Eso es lo que está pasando. Hay empresas europeas y norteamericanas que, en función de las características de sus países, vienen a tratar de vendernos que nosotros necesitamos lo mismo.

La energía eólica costa afuera es mucho más cara que la eólica en tierra. Entonces, mientras que tengamos tierra abundante, como tenemos en América Latina, pensar en instalar eólica costa afuera es simplemente encarecer el sistema para darle ganancia a las empresas que fabrican esa tecnología. Solamente puedes justificarla en países europeos hiper densamente poblados, como puede ser Dinamarca, Holanda, o países asiáticos como Singapur. Allá no se tiene la posibilidad de instalar muchos molinos de viento en tierra y, por lo tanto, para complementar la energía solar, te conviene instalar módulos eólicos en el mar. Pero nadie puede discutir que es más caro que hacerlo en tierra cuando se tiene la disponibilidad. ¿Para qué vamos a hacer eso en América Latina?

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Andrés Mauricio Díaz Páez

Por Andrés Mauricio Díaz Páez

Periodista y politólogo enfocado en temas ambientales, transición energética y educación.diazporlanocheamdiaz@elespectador.com
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Orlando E Del Río Cantillo(28r1t)24 de octubre de 2025 - 07:40 p. m.
Leo y me doy cuenta que poco o nada conozco. Gracias.
Juan Guillermo Jaramillo(7rdvy)24 de octubre de 2025 - 01:31 a. m.
Es verdaderamente una política de energía eléctrica adecuada y que Colombia debería adoptar como filosofía a futuro, gracias por la valiosa colaboración de ese país ,para nosotros es completamente acertada.
gustavo galan(6016)24 de octubre de 2025 - 01:06 a. m.
Excelente la argumentacion de este señor, necesitamos gente como el aca en colombia. Los que se rien de Petro leyendo esta entrevista deben aprender que nuestro presidente tiene razon en que nos despeguemos de estos combustibles fósiles paulatinamente.
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