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'No se puede conservar con hambre'

El 90% del territorio departamental está bajo figuras de protección, que se han convertido en un desafío para el aprovechamiento de los recursos en medio de la pobreza.

Redacción Vivir
28 de agosto de 2013 - 10:40 p. m.
En el Amazonas, actividades tradicionales como la pesca y la agricultura se han vuelto insuficientes para la supervivencia de la comunidad por la sobrexplotación
En el Amazonas, actividades tradicionales como la pesca y la agricultura se han vuelto insuficientes para la supervivencia de la comunidad por la sobrexplotación

Así se refiere Javier Ortiz, economista especializado en planificación del desarrollo regional, a la encrucijada que en este momento enfrenta el departamento con mayor extensión territorial del país. En teoría el Estado colombiano hizo en los años 80 una apuesta por la conservación de la Amazonia, al declararla un territorio ambiental y cultural. Como lo explica Wendy Arenas, del proyecto Amazonas 2030, buena parte de esta región se encuentra salvaguardada por alguno de los sistemas de protección como reserva forestal, las áreas de Parques Naturales y los resguardos indígenas, y “por ende el territorio está excluido de actividades comerciales y económicas en general”.

Precisamente ese mandato se ha convertido en un desafío para el desarrollo de la región. Según el gobernador de Amazonas, Carlos Rodríguez, los recursos que aporta la Nación para este fin son –y han sido históricamente– insuficientes, y a esto habría que sumar las limitaciones que existen para aprovechar su biodiversidad. Las dos cosas en conjunto han llevado a una crisis de oportunidades y a una pobreza extensiva. La pregunta que surge entonces es: ¿cómo hacer viable la conservación sin ir en contra del desarrollo?

Javier Ortiz, quien coordina el proyecto Gobernanza para la Amazonia, del Fondo Patrimonio Natural en alianza con la Fundación Gaia y Parques Nacionales, explica que “desde un principio el planteamiento del gobernador ha sido: ‘Aquí todos queremos conservar. Amazonas es un departamento ambiental, pero con hambre no podemos. Es decir, conservamos mientras esto sea viable, mientras esto se retribuya en empleo y en ingresos, en una economía alentadora para la región, pero no vamos a seguir trabajándole al ambiente administrando pobreza’. Y tiene razón. Así no funciona”.

Según Ortiz, precisamente uno de los argumentos que defienden los indígenas que han aceptado la entrada de la minería a la región ha sido el abandono, la falta de oportunidades. “Si no se encuentran caminos para que sea viable la conservación y, al mismo tiempo, se mejoren los ingresos de la gente, se va a seguir tumbando bosque, se va a seguir haciendo minería”. Y añade: “Estas son regiones muy aisladas, muy complejas, y están en un abandono casi total. Les llegan principalmente recursos de cooperación, que son volátiles, y la plata se va en actividades que no resuelven los problemas de fondo”.

El turismo podría ser una salida. En los últimos diez años Leticia pasó de acoger 5.000 turistas a recibir 35.000. Las comunidades indígenas que en el pasado le habían dado un no rotundo a esta actividad en sus territorios, ahora la ven como una oportunidad. “Le estamos apostando a un turismo propio, sostenible. Queremos formar a un turista que llegue con mucha responsabilidad a ayudarnos a mantener un Amazonas puro, limpio”, dice el gobernador Rodríguez.

Otro obstáculo que tiene que enfrentar el departamento es la falta de un ordenamiento territorial y político, lo que ha impedido delimitar qué suelo puede aprovecharse y cuál es intocable. “Alrededor del 90% del departamento del Amazonas son territorios indígenas, que no tienen la categoría de municipios sino de corregimientos departamentales. No son reconocidos por la Constitución, no reciben recursos del Gobierno, no tienen un administrador como tal. Son territorios de nadie”, señala Ortiz.

Asegura, además, que los indígenas, organizados en asociaciones de autoridades tradicionales, están presentando su propuesta de ordenamiento territorial, con el acompañamiento del Fondo Patrimonio Natural, con apoyo de la Unión Europea y el Reino de los Países Bajos. La pretensión de las comunidades es ser reconocidas como entidades territoriales indígenas, lo que les permitiría recibir recursos y gobernar sus territorios.

“Si uno hiciera una encuesta en el país y preguntara: ‘Usted qué prefiere, ¿que llenemos al Amazonas de cultivos y de minería o que lo conservemos?’, seguramente la respuesta más popular sería que hay que conservar. Pero esa misión tiene un costo y lo que no ha habido nunca es presupuesto nacional para esto, que es lo mismo que pasa con todos los temas de conservación en el país”.

Por Redacción Vivir

 

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