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Los esfuerzos por mejorar la calidad del aire pueden estar teniendo un efecto inesperado en el calentamiento climático. Un grupo de investigadores sugiere en un artículo científico publicado en Nature que el aire menos contaminado esta modificando la composición de las nubes de la Tierra, lo que, a su vez, está acelerando el calentamiento de los océanos.
En los últimos años, los investigadores reportan que la Tierra está reflejando menos luz solar hacia el espacio, lo que significa que más energía queda atrapada en el planeta y, por tanto, se acelera el calentamiento. El equipo de científicos estudió un tipo específico de reflectividad: la de las nubes marinas del Atlántico Norte y el Pacífico Noreste.
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Analizando datos satelitales entre 2003 y 2022, los autores encontraron que estas nubes reflejan 2,8% menos luz solar por década, una caída que consideran significativa. Durante el mismo período, la temperatura superficial del mar aumentó aproximadamente 0,4 °C, intensificando las olas de calor marinas. ¿Qué vincula ambas cosas? Las nubes actúan como espejos naturales del planeta: cuanta más luz reflejan, menos calor se queda en la Tierra. Si su reflectividad disminuye, como está pasando, el planeta se calienta más rápido.
El estudio comparó estos resultados con los modelos climáticos tradicionales, y descubrió dos cosas: en primer lugar, la mayoría de esos modelos subestimaron tanto la pérdida de reflectividad de las nubes como el calentamiento resultante del mar. Y en segundo lugar, un modelo climático actualizado, que incluye una mejor representación de los aerosoles (pequeñas partículas producidas, en gran parte, por la actividad humana), sí logró reproducir con precisión lo que se observó en la realidad. En otras palabras, los modelos climáticos tradicionales estaban viendo un mundo que reflejaba más luz y se calentaba menos de lo que realmente estaba ocurriendo. Solo cuando se incorporó una representación más precisa de los aerosoles, el modelo fue capaz de imitar la realidad.
Los autores creen entonces que que el elemento decisivo son los aerosoles, unas partículas microscópicas que flotan en el aire. Estas partículas funcionan como “semillas” sobre las que se forman las gotas de las nubes. Cuando hay muchos aerosoles, las nubes tienden a tener muchas gotas pequeñas, que reflejan bien la luz solar. Pero cuando los aerosoles disminuyen —como ha ocurrido en las últimas décadas por regulaciones ambientales— pasa lo contrario: las nubes se forman con menos gotas, esas gotas son más grandes, y por eso reflejan menos luz solar y caen antes como llovizna. El resultado son nubes más oscuras, más delgadas y de menor duración, que refrescan menos la superficie del océano.
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Knut von Salzen, uno de los autores del estudio, explica en una columna en The Conversation que “el efecto se debe a dos mecanismos conocidos: el efecto Twomey , donde una menor cantidad de aerosoles reduce la reflectividad de las nubes, y el efecto Albrecht , donde las gotas más grandes acortan la vida de las nubes.
En conjunto, estos cambios reducen la reflectividad general del planeta. “Nuestro estudio mostró disminuciones de entre el 5 % y el 10 % en la concentración de gotitas en las nubes, especialmente en las regiones donde el brillo de las nubes disminuyó con mayor intensidad. La estrecha correlación entre la reducción de aerosoles, el mayor tamaño de las gotitas y el oscurecimiento de las nubes confirmó que un aire más limpio estaba impulsando el calentamiento regional”, agrega el investigador en su columna.
Salzen sabe que su estudio expone una paradoja: un aire más limpio beneficia la salud humana y al mismo tiempo, “revela toda la fuerza del calentamiento producido por los gases de efecto invernadero, que históricamente ha estado “enmascarado” por el efecto de enfriamiento de la contaminación por partículas”. Se refiere a que, durante décadas, la contaminación del aire —especialmente las partículas y aerosoles— ha tenido un efecto “paraguas” que enfriaba ligeramente el planeta al hacer que las nubes reflejaran más luz solar. Es decir, esa contaminación, aunque dañina para nuestra salud, estaba ocultando parte del calentamiento real que producen los gases de efecto invernadero.
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“Este hallazgo plantea un desafío político”, concluye el científico. “Las mejoras en la calidad del aire que salvan vidas también eliminan una barrera de enfriamiento que ha estado enmascarando una parte significativa del calentamiento por gases de efecto invernadero. Dado que se proyecta que las emisiones de aerosoles seguirán disminuyendo hasta mediados de siglo, este desenmascaramiento podría seguir contribuyendo a tasas de calentamiento más rápidas durante décadas”. “Para abordar la paradoja de que un aire más limpio destape el calentamiento oculto es necesario integrar las políticas climáticas y de calidad del aire y acelerar la reducción de los gases de efecto invernadero: la única forma duradera de enfriar el planeta”.
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