Philipp Blom (Alemania, 1970) es un historiador que no solo narra y estudia el pasado, sino que también piensa y escribe sobre el futuro. En 2007, cuando publicó Encyclopédie: El triunfo de la razón en tiempos irracionales (Anagrama) profundizó en el que calificó como “el acontecimiento más significativo de la historia intelectual de la Ilustración”: La Encyclopédie que durante 22 años editaron Denis Diderot y Jean le Rond d’Alembert.
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Doce años después, en El motín de la naturaleza (Anagrama) ya empezaba a reflexionar sobre el clima de nuestros tiempos a la luz de lo que fue la Pequeña Edad de Hielo (1570-1700), un periodo de enfriamiento que se sintió con particular fuerza en Europa. En 2021, en Lo que está en juego (Anagrama), el llamado fue más claro: ante los diversos abismos que enfrenta la humanidad, siendo el cambio climático el más alarmante, es necesario un cambio de rumbo.
A un mes de que se lance la traducción en español de su más reciente libro, La tierra sometida (Anagrama), además de recorrer la conflictiva relación entre la humanidad y la naturaleza, las preguntas por lo que viene se hacen más presentes en sus páginas. Este lunes 8 de septiembre, durante la ceremonia de entrega de la décima edición del Premio Caracol a la Protección del Medio Ambiente, conversará con el escritor colombiano Juan Gabriel Vásquez sobre el planeta que vendrá y cómo inventar un futuro mejor.
“Una persona inteligente me dijo recientemente que no podemos predecir el futuro, pero podemos inventarlo. Y eso me gusta bastante”, le dijo a El Espectador horas antes de comenzar su viaje hacia nuestro país. En esta entrevista, como en sus libros, no solo habla de cómo llegamos a esta crisis planetaria que enfrentamos, de la importancia de la creatividad para enfrentar los retos de nuestros tiempos y de cómo cree que la inteligencia artificial puede cambiar nuestras sociedades.
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En un mes se publica la traducción en español de su más reciente libro ‘La Tierra Sometida’. En este, usted traza el recorrido del conflictivo vínculo entre la humanidad y la naturaleza. ¿Cuál es el origen de este conflicto?
Creo que es una pregunta muy interesante en Colombia, porque acá hay personas que han crecido y se han socializado en una cultura cristiana y también hay personas que provienen de culturas indígenas, que han crecido con historias muy diferentes sobre la naturaleza y su relación con la Tierra.
Así no es como la cultura occidental ha aprendido a concebir el mundo. No es algo de origen cristiano, ni siquiera una idea judía, sino que proviene de la antigua Mesopotamia, el actual sur de Irak, donde nacieron algunas de las primeras culturas urbanas del mundo y donde existía una cultura de conquista y dominación. Políticamente, solo se era un gran gobernante si se conquistaba a otros y se dominaba a grandes cantidades de personas, pero también frente a la naturaleza. Puede que haya surgido en otras culturas que no la plasmaron por escrito y que desaparecieron. Pero como la cultura mesopotámica inventó la escritura, estas ideas se transmitieron a lo largo de milenios, durante más de 4.000 años, hasta llegar a los judíos en su exilio babilónico, quienes escribieron allí su Biblia y asimilaron esas ideas.
Luego, ya sabes, tienes esta curiosa historia de la invención o el auge del cristianismo y la evangelización de Europa. Por varias razones interesantes, Europa se convirtió en la gran potencia colonizadora del mundo y, por supuesto, exportó sus ideas con su poder militar y su represión.
Y ahora es una idea que todos damos por sentada. Pero si observamos las culturas indígenas, vemos que no es necesariamente así y es una cuestión muy interesante en el contexto colombiano.
En el libro también se pregunta por cómo deberíamos repensar la idea del progreso. Esta es la pregunta que guiará su conversación con el escritor colombiano Juan Gabriel Vásquez. ¿Cuáles son sus primeras ideas al respecto?
Existe algo llamado la historia de la salvación cristiana, que nos dice que la historia tiene una dirección y que va hacia un punto de salvación. Puede que primero haya un apocalipsis y el juicio, y luego haya una idea paradisíaca. Si miras otras culturas, no piensan necesariamente que la historia vaya hacia algún sitio. La historia es simplemente cíclica.
En el pensamiento occidental eso se hizo muy fuerte y ves que en la Ilustración la idea de la historia de la salvación cristiana se convierte en la idea del progreso. El progreso es tan similar a la historia de la salvación cristiana que la gente no tuvo ningún problema en aceptarlo.
En algunos aspectos sin duda hay progreso. Si vas al dentista, es mucho mejor que hace 100 años. Eso es progreso. El tratamiento dental sin dolor es estupendo. Pero si nos fijamos, por ejemplo, en la devastación medioambiental, en la pérdida de las culturas indígenas, en la cantidad de sufrimiento humano y no humano que han causado estas cosas, y si vemos la factura que tendremos que pagar en términos de devastación medioambiental para mantener algún tipo de civilización estable, si haces el cálculo, puedes dudar de que haya habido tanto progreso.
Creo que también puedes dudar de que nuestra idea de progreso sea una idea muy inteligente, porque básicamente se trata de crecimiento económico, de tener cada vez más. Y eso, obviamente, no es una idea posible ni sostenible. El crecimiento ilimitado en un sistema limitado, simplemente no es posible.
La pregunta es: ¿cómo sería un progreso significativo? Y no creo que en este momento lo estemos gestionando muy bien. Podríamos preguntarnos si habría formas más inteligentes de progresar y utilizar las mejores ideas y la mejor innovación, las mejores tecnologías, las empresas más punteras, y también los artistas, porque tienen un papel muy importante a la hora de ampliar quiénes hacen este progreso que puede ser más significativo, más sostenible y menos explotado.
¿Ha identificado algún ejercicio creativo que nos permita imaginar un futuro distinto?
Para mí, ese es el poder de la imaginación: que puedes crear nuevas categorías de pensamiento, nuevas formas de ver la sociedad y el mundo. Por lo tanto, los primeros ejercicios de este tipo son ver buena televisión, películas fantásticas, leer novelas, tener paciencia, guardar el maldito teléfono, no mirarlo y sentarse a leer durante una hora porque eso te ayudará a ordenar tus ideas. Ve a una galería y mira pinturas fantásticas.
Hay un sinfín de posibilidades de cómo puedes hacerlo. Si te involucras en algo que es una actividad comunitaria, una actividad social, algo que te conecta con los demás, esas cosas te ayudan a crear y pensar en ese tipo de realidad diferente.
Todos estamos en nuestras sociedades en gran peligro de ser tratados como consumidores y de permitir que nos traten como consumidores. Y eso significa que cualquier cosa que desees es fantástica siempre y cuando puedas pagarla. Creo que si es posible despertar en las personas o reforzar en ellas el sentimiento de “yo también soy ciudadano, yo también soy amigo, yo también soy amante, yo también soy hija”, entonces, de repente, estas cosas se vuelven posibles. Pero se trata de desarrollar un nuevo vocabulario para ver el mundo. Si siempre ves el mundo con las mismas palabras, con las mismas categorías, y lo analizas de la misma manera, no llegarás a nuevas soluciones.
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¿Cómo fomentar esa creatividad? ¿Qué rol juegan el colegio, las universidades o el trabajo?
Desempeñan un papel tremendamente importante, tanto en sentido positivo como negativo. En Colombia me han impresionado mucho la red de bibliotecas públicas, los programas de alfabetización y cosas por el estilo. Son lugares fantásticos. Pero las universidades o las escuelas también pueden predicar la creatividad y limitarse a verla como una tarea para preparar a las personas para el mercado.
Creo que en la era de la inteligencia artificial, eso es algo especialmente peligroso, porque si tenemos que creer lo que estamos viendo en este momento, la inteligencia artificial se va a comer muchos puestos de trabajo.
La creatividad, el desarrollo personal y el desarrollo social de las comunidades desempeñan un papel muy importante también para la posibilidad de ser una democracia. Estas comunidades se basan en la confianza y sus miembros confían los unos en los otros porque se conocen, pasan tiempo juntos y viven diferentes situaciones y experiencias juntos. Eso no se desarrolla de la misma manera en línea con las personas con las que chateas en Instagram, Facebook o cualquier otra red social. Y eso ahora domina la forma en que muchas personas obtienen sus noticias y su información. Eso es muy peligroso para la democracia. Por eso creo que es fundamental fortalecer la parte humana analógica de nuestras vidas a través del aprendizaje, del aprendizaje comunitario y de la creación de espacios comunitarios.
Gracias a la ciencia sabemos a lo que nos enfrentamos con el cambio climático y también sabemos cómo evitarlo, pero no lo estamos haciendo. ¿Por qué no tenemos en cuenta el conocimiento científico que hemos construido al respecto?
El conocimiento es algo diferente a la sabiduría. Tenemos más datos, pero no necesariamente sabemos qué hacer con ellos. Y creo que esta avalancha de datos es parte de un desarrollo muy importante que aún no hemos asimilado, que aún no sabemos cómo manejar. Y es simplemente que nuestras tecnologías se desarrollan cada vez más rápido.
Chat GPT solo tiene dos años, y mira cómo ha cambiado las universidades y el trabajo. Estas tecnologías son mucho más rápidas de lo que podemos comprender y asimilar. Están cambiando nuestras sociedades sin que podamos entenderlo, y creo que eso es algo que ha salido mal, que estos avances han crecido muy rápido y sabemos que no hemos evolucionado para esa cantidad de tecnología, para esa cantidad de información, para esa cantidad de estímulos constantes, y creo que eso nos deja muy confundidos como seres humanos en esta situación.
También hay otra cosa, y es que, al menos yo lo siento así en Europa, para los países occidentales ricos, el futuro se ha convertido en gran medida en una amenaza. Ya no es una promesa. Eso también significa que nuestras sociedades han perdido el proyecto común. Se puede discutir si tal o cual proyecto común era un proyecto particularmente bueno —el catolicismo o el capitalismo o el socialismo o cualquiera de los ismos que han unificado a las sociedades—, a menudo con un grado bastante alto de fuerza o violencia, pero creo que una sociedad necesita una idea común de un buen futuro común. Si eso no ocurre en absoluto, si solo hay mucha gente compitiendo entre sí y teniendo que vivir en un mismo lugar, es muy difícil ver cómo se podría lograr esta transformación.
En ‘El gran teatro del mundo’, recuerda el episodio de Diderot y D’alembert con la máquina de vapor. Dice, en resumen, que no vieron el potencial que tenían frente a ellos. También se pregunta, ¿cuál es la máquina de vapor del presente? ¿Ya tiene una respuesta?
Creo que la respuesta es la inteligencia artificial. Tal vez no sea solo una tecnología, sino también una forma de ver el mundo. Creo que la IA está llamada a revolucionar por completo nuestros lugares de trabajo, nuestra creación de conocimiento, nuestra creación artística, y gran parte de eso es muy emocionante. Sin duda, las aplicaciones médicas son inmensas, así como las aplicaciones biológicas y demás.
Pero, en primer lugar, debería enseñarnos que, si miramos hacia futuros posibles, no debemos pensar en futuros posibles del capitalismo tardío, porque esta forma de sociedad será superada por una nueva tecnología.
O podríamos hacer algo para evitarlo, podríamos fortalecer otras partes de nuestra sociedad. Podríamos pensar más allá de la máquina de vapor: si esto es lo que empuja a nuestras sociedades a evolucionar, ¿en qué dirección les permite evolucionar? ¿Cómo será esta sociedad y cómo podemos encontrar la justicia social, la realización humana y la transparencia democrática en esas circunstancias? Creo que sería un ejercicio intelectual que valdría la pena.
Volvamos al conocimiento de los pueblos indígenas y las comunidades étnicas y locales que mencionó al inicio. ¿Qué podemos aprender de estos?
Bueno, creo que podría ayudarnos a desarrollar un proyecto común de este tipo. En primer lugar, la multiplicidad de perspectivas en sí misma es valiosa, ya que nos muestra las diferentes formas en que se puede ser humano en este mundo. Puede estimularnos a desarrollar nuevas ideas y nuevas formas de ver el mundo a través del diálogo.
También puede ayudarnos a descubrir cosas nuevas sobre los sistemas naturales que no sabíamos o que habíamos olvidado, y que las personas que viven mucho más cerca de la naturaleza conocen mucho mejor desde hace milenios y saben cómo utilizarlas y comprenderlas.
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En ‘El gran teatro del mundo” dice que no podemos saber qué vendrá después: si una catástrofe o un destello de catarsis. ¿Qué piensa o que espera que venga?
Sabemos que por la crisis climática y el colapso de la biodiversidad nos dirigimos hacia una serie de catástrofes. Pero somos piezas muy adaptables que hemos vivido con y a través de catástrofes antes. Y creo que lo que suceda dependerá en gran medida de nuestra voluntad, de nuestra comprensión, de nuestra solidaridad, de nuestra capacidad para construir esta solidaridad y mantenerla. Una persona inteligente me dijo recientemente que no podemos predecir el futuro, pero podemos inventarlo. Y eso me gusta bastante.
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