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Los pulpos tienen ocho brazos capaces de hacer casi cualquier cosa: desde atrapar presas hasta camuflarse entre las rocas. Pero, ¿los usan todos por igual? Una nueva investigación sugiere que no.
Un equipo de la Universidad del Atlántico de Florida (FAU), en colaboración con el Laboratorio de Biología Marina de Woods Hole, analizó a pulpos en libertad y descubrió que tienden a dividir sus brazos según la tarea. En lugar de usar todos indistintamente, existe un patrón: los delanteros se emplean más para explorar el entorno, mientras que los traseros suelen apoyar el movimiento.
El estudio, publicado en Scientific Reports, es el primero en registrar cómo se relacionan los movimientos de los brazos con el comportamiento completo de los animales en su hábitat natural. Los investigadores observaron casi 4.000 movimientos en tres especies distintas, filmadas en seis ambientes de aguas poco profundas: cinco en el Caribe y uno en España.
Al analizar los videos, el equipo identificó 12 acciones distintas en los brazos, representadas por 15 comportamientos. Estas acciones se basan en cuatro deformaciones fundamentales: acortamiento, alargamiento, flexión y torsión. En total, contabilizaron cerca de 7.000 deformaciones durante el estudio.
La distribución de estas deformaciones también mostró una especialización sorprendente: las puntas de los brazos eran más hábiles para las curvaturas, mientras que las zonas cercanas al cuerpo se encargaban con más frecuencia de los alargamientos.
Chelsea O. Bennice, autora principal, explicó a través de un comunicado que los pulpos despliegan sus brazos con enorme flexibilidad, capaces incluso de realizar varios movimientos a la vez. “A veces usan un solo brazo para atrapar comida, otras coordinan varios para gatear o lanzarse en ‘paracaídas’, una técnica de caza con la que envuelven a sus presas”, dijo.
Más allá de la alimentación, sus brazos cumplen funciones clave en la vida diaria: levantar refugios, defenderse de depredadores y hasta competir con otros machos en temporada de apareamiento. Además, la coordinación les permite camuflarse. Los investigadores documentaron comportamientos como imitar el vaivén de las algas o hacerse pasar por una roca en movimiento para pasar inadvertidos.
“Entrar en el mundo natural y sensorial de los animales es esencial”, señaló Roger Hanlon, coautor del estudio. “El trabajo de campo es duro y requiere suerte, pero es la única forma de observar conductas válidas en libertad”.
El hallazgo, según los expertos, no solo amplía el conocimiento sobre la vida de los pulpos, sino que también podría inspirar avances en otros campos. Desde la neurociencia hasta la robótica blanda, la manera en que estos animales controlan y coordinan ocho brazos independientes puede servir como modelo para nuevas tecnologías.
En palabras de Bennice, comprender estos movimientos “abre nuevas vías para la ciencia y la ingeniería”, mostrando cómo un animal tan escurridizo puede convertirse en fuente de innovación.