Vidal González, el guardián del páramo de Guacheneque

Desde hace 24 años, un campesino se ha comprometido con el cuidado del ecosistema en el que nace el río Bogotá.

Steven Navarrete Cardona
19 de diciembre de 2016 - 12:39 a. m.
Vidal González ejerce como guardabosques desde el año 1992.  / Steven Navarrete Cardona-El Espectador
Vidal González ejerce como guardabosques desde el año 1992. / Steven Navarrete Cardona-El Espectador

Cuando Vidal  tenía seis años y acompañaba a los adultos en las jornadas de cacería, aprendió a escuchar la naturaleza de noche, a perderle el miedo a la sombra que proyectaban los grandes árboles y a diferenciar las aves por sus cantos, una habilidad que envidiaría cualquier biólogo. 
 
El padre de Vidal se ganaba la vida llevando mercancías en mula desde Villapinzón, Cundinamarca, hacia los municipios aledaños, acompañando a su progenitor, se acostumbró a viajar, y a interactuar con personas diferentes todo el tiempo. 
 
Años más tarde cuando se hizo adulto, el gélido páramo de Guacheneque,  imponente e indómito a 3.250 metros de altura al nivel del mar, fue cambiando rápidamente. Los árboles, el caudal de sus aguas y lagunas se fueron reduciendo ante la arremetida de la acción del hombre; la tala indiscriminada, la minería y la ignorancia. “Los primeros habitantes de estas tierras conocían el valor del agua, y del páramo. Los mayores hacían trueques con algunos de ellos, pero no valoraron la forma de ver la naturaleza de los pueblos indígenas. Talaban los bosques, arrancaban el musgo para los pesebres e incendiaban los frailejones, era algo aterrador producto de la ignorancia”, anota Vidal. 
 
 
En el páramo de Guacheneque nace el río Bogotá o Funza como lo llamaron los primeros pobladores. Sus aguas son cristalinas y por algunos kilómetros es consumible antes de recibir los residuos de curtiembres y los demás desechos industriales de la cuenca Alta, Media y Baja antes de desembocar por la ribera derecha del río Magdalena.
 
Pero en 1982, las autoridades regionales se concientizaron de la importancia del ecosistema montano, y luego 10 años más tarde se consolidó la labor de guardabosques como la persona encargada de velar por la integridad del páramo de Guacheneque, y quién más que Vidal, que era conocido en el municipio de Villapinzón por recorrer el territorio como la palma de su mano. Así empezó su tarea, “el mejor trabajo del mundo, que es cuidar el futuro, la salud de todos”, dice mientras se calienta las manos. 
 
A sus 59 años, de ojos claros, pómulos sobresalientes, y mejillas rojizas por la acción del frío, ‘Don Vidal’, como lo llaman los niños, ejerce con dignidad y entereza una labor loable, pero también con muchos enemigos que quieren enriquecerse y beneficiarse de los recursos colectivos del páramo; en cientos de oportunidades ha lidiado con cazadores clandestinos, con ganaderos que han puesto a pastar las bestias en el ecosistema y a quienes buscan ilegalmente especies y recursos naturales para su enriquecimiento, ‘la biopiratería’. Todas estas luchas las ha ganado una y otra vez con tan sólo una herramienta: el carácter que da una fuerte conciencia ambiental. 
 
Laguna Colombia /Foto: Steven Navarrete Cardona
 
“Los primeros dos años fueron los más críticos. Recibí muchas amenazas, pero mi misión es cuidar el páramo. Evitar que arranquen el musgo para los pesebres, el chamizo, la quema frailejones, el paso de ganado, en realidad buscar que ningún actor externo lo altere, ya que aquí es donde surge no solo el río Bogotá, sino que alberga una gran cantidad de especies y de vida”, concluyó González.
 
El origen de su conciencia ambiental es una mezcla de su experiencia vital con sus concepciones religiosas y místicas. Su tiempo lo divide entre el cuidado de la naturaleza y el cuidado del espíritu, ya que no sólo visita enfermos, y evangeliza, sino que también es ministro de Eucaristía convencido hasta los tuétanos que Dios está en cada ser vivo y por eso se empeña en cuidar el páramo, uno podría pensar que es un empedernido lector del ambientalista Leonardo Boff, pero su postura frente a la vida, dice ha sido construida en su relación con el páramo. “Papá Dios está en cada espora, en cada frailejón, en el bichito más pequeño que habita la naturaleza. En el páramo usted debe caminar con cuidado, porque al pisar un animal puede alterar todo un ecosistema, cada uno fue puesto en el universo por una razón”, cuenta González. 
 
 

Flora en el páramo que Vidal protege desde 1992. /Foto: Steven Navarrete Cardona
 
Las experiencias místicas con el agua
 
Son cientos de historias que se tejen alrededor del páramo, ese lugar en que nace el río Bogotá, transparente y de agua dulce antes de que la industria de las curtiembres, y la industria la contamine. De los más antiguos ancianos de la vereda Chasques, Don Vidal escuchó una historia que lo inquieta: a principios de siglo, ante los cambios de clima agrestes y el cambio de comportamiento de varios animales, algunos pobladores adujeron que la laguna central del páramo conocida como laguna Colombia, tenía influencia y poderes sobre los seres vivos, así que decidieron verterle sal. Además, también se dice que el Mohán se ve pasar constantemente de noche por el páramo. 
 
Por su parte Vidal dice que la laguna cambia días antes cuando se avecina un movimiento de tierras, un terremoto, “yo ya he observado varias veces ese fenómeno”, argumenta Vidal. 
 
 
La educación ambiental y una salida a la crisis de los páramos 
 
Con  la aprobación del uso de regalías por valor de $ 32.499.987.287, por parte del Órgano Colegiado de Administración y Decisión (OCAD) Regional Centro Oriente, y que busca la conservación de la biodiversidad de los páramos en zonas de 53 municipios de la Región Central, se abre la posibilidad de establecer mecanismos mucho más duraderos de verificación y control de los recursos naturales.   
 
Una de las tareas de Vidal es la concientización educativa, por eso es común verlo compartiendo con niños de los colegios de Villapinzón y Bogotá, hablando de la importancia del cuidado de los recursos naturales. Por supuesto, el páramo de Guacheneque ha venido cambiando considerablemente, don Vidal recuerda que efectivamente en algunos lugares del páramo se podían avistar nutrias y osos, que hoy han desaparecido. 
 
En esos salones ha venido resonando una pregunta que lanza Vidal: “Desde el corazón yo me pregunto, ¿por qué será que las autoridades se empezaron a preocuparon tan tarde por el medio ambiente?”.
 
La acción institucional 
 
La CAR por su parte, durante todo el año, ha hecho un esfuerzo enorme en la zona para el cuidado del medio ambiente en Villapinzón, entre ellos, impulsando la instalación de una Mesa de curtiembres que convocada por su oficina jurídica. Dicha mesa pretende entablar diálogos entre los entes gubernamentales y las curtiembres, además de la promoción de ecoescuelas y posicionamiento del programa Niños Defensores del Agua y Jóvenes Pregoneros Ambientales. 
 
 
Flora del páramo de Guacheneque /Foto: Steven Navarrete Cardona
 
 

Por Steven Navarrete Cardona

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