Pocos compactos ostentan mayor robustez que Kwid… y Renault lo sabe, por eso, y un par de importantes detalles longitudinales, quienes lo venden usan el eslogan “el SUV de los compactos” para referirse a este producto… el de entrada del rombo… el quinto carro más vendido en Colombia (5.828 unidades, entre enero y agosto de 2022).
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Con su nuevo aire, en modelo 2023, llegó al igual que el pionero que desembarcó en puertos colombianos en el primer semestre de 2018, desde Brasil. Y sí, este facelift cumple su propósito, es un nuevo aire, en su mayoría estético, pero que sobresale por las aparición de nuevas tecnologías de seguridad, poco comunes en su segmento –o, más bien, rango de precio–, del cual Kwid ahora es un referente en la relación costo-beneficio.
En su hábitat
Antes de entrar en las novedades de la actualización, vale señalar las siempre particulares o especiales conclusiones de manejo que deja el más compacto de los vehículos con motores a gasolina que Renault vende en Colombia.
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Kwid ofrece una configuración simple. Un operar mecánico, no solo por estar disponible únicamente en versiones con caja manual; también, tiene un ritmo de marchas corto, con un embrague suave al que los cabeceos, por cambios bruscos de marcha, parecen ajenos.
Es un producto sólido. Lo es, porque esa sencillez al rodar configura una armonía poco común con las dimensiones del vehículo. En un mercado con carrocerías amplias y trenes motores poco reactivos, el compacto de Renault (3.731 mm de largo, 1.759 de ancho y 1.481 de alto) no entrega más de lo que insinúa y esto, esa transparencia, aquella honestidad visual, hoy es virtud.
No por ser compacto deja de ser dinámico y su estética no es pretenciosa. Con una silueta tipo SUV, esos dieciocho centímetros y medio de altura al suelo que sobresalen con su casi metro y medio de altura, Kwid desde adentro es –por lo menos– generoso con piloto y copiloto; y desde afuera, un carro aparentemente concebido para transitar sobre las siempre inclinadas, irregulares y no menos que imperfectas vías de ciudades como las que articulan Bogotá.
Eso sí, es tosco al hueco, al empedrado y al reductor. También a la curva y al adelanto. Así, en las tres primeras situaciones, la suspensión y su rigidez parecen un punto a mejorar; sin embargo, todo toma sentido por encima de los 50 km/h en el último par de escenarios, donde se traduce en sensaciones de seguridad en carretera o maniobras a no menos de la velocidad mencionada.
El juego mecánico es el mismo: un motor de un litro y tres cilindros, con 66 caballos de poder y un torque máximo de 92 Nm. Hay que decirlo, ambas cifras a rangos elevados, que aparecen a las 5.750 y 4.000 revoluciones por minuto, respectivamente. No sobra señalarlo, el propulsor tricilíndrico expresa su naturaleza desde su primer momento de operación. Es ruidoso, adentro y afuera. Vibra y al superar las 2.000 rpm hace vibrar cualquier pieza libre o mal ajustada dentro de la cabina.
Lo nuevo
Las novedades llegan antes de entrar al vehículo y esa nueva línea de luz diurna en LED separada del faro halógeno se suma a la nueva parrilla con detalles en un plateado brillante, o cromo, para generar quizás el cambio más significativo en su parte frontal.
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En la versión que sirvió de fuente de esta reseña, la alternativa Outsider, la de mayor costo en Colombia, Renault adaptó el vehículo en su versión “tope” con barras de techo decorativas, protector de cárter –sí, las demás no lo incluyen y deben tener mayor precaución con huecos, andenes, etc.–, molduras de protección lateral, entre otros.
Sin duda, con un valor superlativo al diseño aparece la seguridad y para este caso los franceses incorporaron al carro control electrónico de estabilidad (ESP) y de tracción (ASR) en todas las versiones. El paquete de seguridad lo complementan, por ejemplo, cuatro bolsas de aire, alerta de presión de neumáticos y de olvido de cinturón de seguridad, seguros eléctricos de las puertas.
Hay apoyacabezas en las cinco plazas que promete la tarjeta de propiedad y que se materializan en cuatro. Para las ventanas delanteras hay apertura eléctrica. Las traseras, bueno, se accionan de forma manual, con esa manija que rememora a vehículos de otras décadas.
En la cabina
Contrario a la ausencia de innovación en la apertura de las ventanas traseras, el tacómetro da un paso a una nueva era y se digitaliza junto al indicador de nivel de combustible y temperatura del aceite. Se transforma ahora con líneas blancas sobre un panel oscuro y aunque es llamativo, resulta poco preciso con las rpm y el indicador del tanque.
Hay, por supuesto, una importante mayoría de plásticos duros, ásperos y ruidosos al tacto. A pesar de esto, las molduras, cada ángulo y esos pequeños detalles, como un espacio para bebidas y la luz de la guantera, generan buenas impresiones en un producto que –hay que tenerlo en cuenta– es de entrada, a pesar de su precio.
La ergonomía es aceptable y la insonorización moderada. El sonido es, por momentos, hueco, genera eco y se inclina a las dos plazas delanteras más que a las traseras. El volante es simple, pequeño y sin botones –aunque hay un mando para el sistema multimedia detrás de él–, no se mueve hacia ninguna dirección y denota la electrificación de su asistencia.
¿Ahorro en combustible?
Este punto es relativo al extenso listado de variables que pueden impactar el consumo de un carro. La altitud, la calidad del aire, las condiciones de la vía, el peso y, por supuesto, la sutileza con la que se traten la palanca de cambio y el pedal derecho hacen parte del registro a observar.
Para este caso, a una altura de entre 2.000 y 2.500 m.s.n.m., Kwid señaló un consumo de hasta 56 km/gal en ciudad. En carretera, con una carga máxima de 200 kilogramos, el indicador se estiró hasta los 85 km/gal, un número sorpresivo, generoso y siempre alcanzable, en vías aún con elevaciones.
Ahora bien, al leer las indicaciones de la tapa del depósito de combustible, el fabricante recomienda o indica el uso de gasolina sin plomo de 95 octanos. Extra, como es comúnmente conocido en Colombia. Esta, para el largo plazo y vida del propulsor, es una recomendación vital y, claro, un aumento en sus costos operativos.
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Kwid se actualiza y su propuesta es simple, pero precisa. Un compacto generoso en diseño, maletero (290 L) y consumo de gasolina. Uno de los preferidos del mercado colombiano de automotores y por el que Renault pide $51’200.000; para la versión Zen (base) y hasta $57’200.000, para la Outsider.