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A medir las habilidades sociales en los colegios

Asesores internacionales explican que evaluar el compromiso y la regulación de emociones debe complementar pruebas de lenguaje y ciencias.

Carlos Hernández Osorio
06 de julio de 2015 - 02:00 a. m.
Kimberly Schonert-Reichl, profesora del Laboratorio de Aprendizaje Socioemocional de la U. de British Columbia.   Koji Miyamoto, director en la OCDE del proyecto Educación y Progreso Social.  Óscar Pérez
Kimberly Schonert-Reichl, profesora del Laboratorio de Aprendizaje Socioemocional de la U. de British Columbia. Koji Miyamoto, director en la OCDE del proyecto Educación y Progreso Social. Óscar Pérez

Su hijo, estudiante de un colegio en Bogotá, puede ser bueno multiplicando y restando, ha leído y pasado los exámenes de comprensión sobre cuentos de García Márquez y entiende sin problemas el ciclo del agua. Es un estudiante que nunca pasa raspando. Pero eso no le impide, por ejemplo, ser intolerante con sus compañeros o ser impulsivo. ¿Importa eso en la escuela? La Secretaría de Educación (SED) ya trabaja en serio, con la ayuda de expertos internacionales, en la posibilidad de contar con más elementos para que la medición de las habilidades en matemáticas y ciencias naturales sea complementada con la medición de habilidades sociales y emocionales.

Como lo anticipó El Espectador, Bogotá hará parte de un estudio mundial de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) en el que participarán otras nueve ciudades y con el cual se hará un seguimiento de varios años a estudiantes con el fin de medir sus capacidades socioemocionales y así contar con estadísticas que permitan enfocar mejor la política pública educativa. El convenio con esa organización está firmado y la idea es comenzar un piloto el próximo año con alumnos de grados primero y séptimo, a los que se les hará seguimiento año tras año.

Este diario dialogó con dos asesores internacionales de la SED en este proyecto: el economista japonés Koji Miyamoto, director en la OCDE del proyecto Educación y Progreso Social, y la canadiense Kimberly Schonert-Reichl, profesora del Laboratorio de Aprendizaje Socioemocional de la Universidad de British Columbia.

Miyamoto, de hecho, ya ha visitado colegios bogotanos para conocer la realidad local y saber cuál es la base desde la que se debe partir en la ciudad. “En algunas escuelas me ha llamado la atención que se implemente la educación cívica”, dice. “Es algo prometedor para medir las habilidades socioemocionales. En un futuro se puede mirar cómo dictar clases como matemáticas y español, de tal forma que los niños aprendan al tiempo cómo fortalecer esas habilidades”.

Ya hay experiencia internacional midiendo habilidades en ciencias y matemáticas. ¿Por qué medir habilidades socioemocionales?

Kimberly Schonert-Reichl: Los investigadores descubrieron que se necesitaba la promoción de esas habilidades para tener éxito, no sólo en el colegio sino en la vida. En 1995 se publicó el libro de Daniel Goleman llamado Inteligencia emocional, que mostraba que no sólo es importante desarrollar un coeficiente intelectual, porque había personas con éxito en el colegio, pero que carecían de habilidades sociales para evitar actitudes violentas.

¿Cuáles se deben medir?

Koji Miyamoto: Debemos medir habilidades que capturen capacidades individuales relacionadas con cinco puntos: uno, comprometerse con los demás; dos, colaborar; tres, regular emociones; cuatro, alcanzar metas, y cinco, mantener una mente abierta.

Schonert-Reichl: Es algo que aún no está claro y depende del contexto. Lo que en Bogotá puede ser importante no necesariamente lo es en Vancouver (Canadá).

¿Cómo se pueden medir?

Miyamoto: Hay muchos instrumentos, aunque tienden a ser sesgados y difícilmente comparables entre países y culturas. La OCDE busca trabajar con los mejores expertos en mediciones del mundo para desarrollar medidas confiables. La más típica es pedirle al niño que indique su nivel, por ejemplo, de perseverancia. Otra es pedirles a padres de familia y profesores que hagan un reporte sobre las habilidades de los niños. También hay pruebas de desempeño, como un test de computador que indirectamente evalúe la diligencia para realizar cuestiones académicas, lo que puede proveer un resultado objetivo. Incluso puede valerse de registros administrativos, como el ausentismo escolar, para capturar habilidades socioemocionales.

Schonert-Reichl: En mis investigaciones estudio y mido la empatía. Podemos medir el optimismo y la esperanza, o cosas como la forma en la que te la llevas con los demás. Hay formas de hacerlo, aunque es complicado, porque si pregunto si resuelves los problemas pacíficamente puedes responder que sí, pero realmente no lo sabes. Entonces se pueden hallar formas de medir si en verdad tienes esas habilidades. Algunas usan historias y veo cómo respondes y cómo lo haces. Mucha gente mira reportes de profesores y estudiantes. Lo que puedo decir es que hay mucha investigación que demuestra que estas habilidades se pueden medir de una forma tan confiable como se hace con las habilidades cognitivas.

Se habla de la necesidad de una educación útil para el trabajo. ¿De qué sirve mejorar estas habilidades a la hora de ser un buen trabajador?

Miyamoto: Hay evidencia que sugiere que las habilidades sociales, el autocontrol y la confianza guían el desempeño laboral. Es probable que estas habilidades contribuyan a que la gente encuentre buenos empleos y sea productiva. Personas con fuertes habilidades socioemocionales también podrían convertirse en buenos emprendedores.

Schonert-Reichl: Hay que enseñarles a los profesores estas habilidades. No se trata sólo de entregarles una carpeta en la que se les diga qué hacer, sino que tienen que entender la importancia de esto y trabajar en el entorno adecuado. Si enseñan ciencia, deben enseñarles a los niños cómo los descubrimientos científicos pueden afectar la conciencia social; si es matemáticas, cómo los niños pueden trabajar juntos para resolver problemas en conjunto. Debe ser algo que esté en el tejido del colegio, desde que se saluda hasta cuando se come en grupo.

Por Carlos Hernández Osorio

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