Acorralados en San Victorino

En medio de las acusaciones por competencia desleal hechas por los comerciantes del sector, ya se presentaron las primeras acciones violentas contra los chinos. Hay miedo.

Jaime Flórez Suárez
29 de mayo de 2016 - 02:00 a. m.
El lunes pasado, Migración Colombia retuvo a 12 asiáticos en un operativo en San Victorino, en el centro de la ciudad.  / Óscar Pérez - El Espectador
El lunes pasado, Migración Colombia retuvo a 12 asiáticos en un operativo en San Victorino, en el centro de la ciudad. / Óscar Pérez - El Espectador
Foto: OSCAR PEREZ

Zhou dice que los chinos son como las hojas: mueren en la raíz del mismo árbol donde nacieron. Pero así como sienten la necesidad de volver al origen, tienen el espíritu del explorador. En especial, cuenta, ese es el carácter de los que, como él, son natales de Qingtian. Gran parte de los habitantes de esa ciudad son los que se han diseminado por el mundo para abrir restaurantes y, en las últimas décadas, locales de ropa o juguetes. En lo que va de este año, al menos 250, en esa travesía, han llegado a San Victorino.

Ese sector es una bomba de tiempo. En las últimas semanas los negociantes locales han expresado su inconformidad por la presencia de los ciudadanos chinos, que vienen creciendo en número desde hace dos años. Los acusan de competencia desleal y de tenerlos camino a la quiebra.

Se han acumulado tensiones. El 18 de mayo los comerciantes locales marcharon contra los negocios chinos. El lunes, Migración Colombia, en un operativo, se llevó en un camión a 12 asiáticos; ocho de ellos tenían problemas con sus documentos.

El jueves, el ambiente se tornó más pesado. Se presentaron las primeras intimidaciones. Así, mientras la indignación aumenta entre los vendedores colombianos, el miedo crece entre los extranjeros. Ambas partes piden la intervención de las entidades estatales. Si no hay una pronta respuesta, dicen en San Victorino, la situación se puede complicar.

El camino de los chinos

Son pocos los que vienen directamente de China. La mayoría salen de ciudades como Qingtian hacia Europa. Zhou dice que su peregrinación la lleva en la sangre. Su bisabuelo empezó a viajar para vender las artesanías que tallaba en piedra. Cada vez iba más lejos. Así llegó hasta Alemania. Su abuelo y su padre también terminaron en ese país. Finalmente Zhou hizo su primera escala en España, antes de llegar a Colombia.

En el Viejo Continente empezó como cocinero en el restaurante de su padre, en Cobo Calleja, el barrio chino de Madrid. Allí duró 20 años. Hace seis meses viajó a Bogotá, donde montó su propia tienda. Una amiga colombiana le habló de la ciudad. Evaluaron las posibilidades del negocio y así terminó en San Victorino.

Aquí llegó a aplicar el modelo que usan la mayoría de chinos. Llevar los diseños de las prendas a Guang Zhou y Yimn, donde fabrican al por mayor. Sus pedidos llegan en barco a Buenaventura. Kenny Tsui, presidente de la Comunidad China en Colombia, sostiene que los asiáticos le apuestan a la libre competencia, a la que se expuso el país con la apertura económica en el gobierno de César Gaviria.

Explica por qué su modelo funciona mejor que el de los colombianos: al manejar el idioma, pueden llegar a mejores precios con los fabricantes. Además, prefieren ganar menos sobre una prenda, venderla más barata, pero en grandes cantidades. Y agrega: “Una pareja de chinos prácticamente tiene su negocio abierto 365 días al año y entre ellos se rotan para descansar”.

Sin embargo, los comerciantes colombianos creen que los bajos precios de los chinos se sustentan en el contrabando. Frente a esas acusaciones, Tsui sostiene que ese es un problema que han ido superando. “Antes era mucha la mercancía incautada por ilegal, pero hemos trabajado en ese asunto y hoy la mayor parte de la mercancía que llega a San Victorino tiene manifiesto de importación”.

Juan Martín Duque, uno de los representantes de los vendedores locales en San Victorino, dice que si siguen llegando asiáticos, el sector va a terminar siendo un barrio chino. “Han colonizado comercios en muchas ciudades, son expertos en hacerlo. Llegan con mucha plata, pagan primas para quedarse con los locales. Si esto no se regula va a terminar en un gran problema”.

Lo claro es que la situación está llegando a una escala preocupante. El miércoles, los comerciantes locales atacaron varios locales de los chinos. Golpearon con puños y patadas sus puertas y les pusieron candados para encerrarlos. Los asiáticos dicen que, incluso, los han amenazado.

Duque reconoce que el problema puede tomar tintes de xenofobia, como ha pasado en otros países, y terminar en violencia. Los chinos están asustados y algunos ya piensan en irse del sector. Dicen que así estén haciendo legalmente sus negocios, prefieren abandonar San Victorino. “Si me van a matar, mejor me voy”, dice Zhou.

El Ministerio de Comercio sostiene que ya se adelantan mesas de trabajo con las autoridades para solucionar la situación. Esta semana habrá una reunión de la embajada china con los comerciantes de San Victorino. Urgen acciones para evitar escenarios lamentables.

Los chinos se adaptan a todo, dice Zhou. No tienen problema ni con la religión ni el clima ni la comida, incluso aprenden a vivir y negociar aquí sin dominar el español. Así han viajado desde los años 60, cuando empezaron a llegar a Colombia ante la crisis de su país, en plena revolución cultural. Zhou, a sus 36 años, aún no sabe si, como lo dicta la tradición, va a regresar a China para envejecer y morir allá. Pero lo que tiene claro, después de lo que pasó esta semana, es que no se quedará en Colombia.

Por Jaime Flórez Suárez

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar