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Bogotá, arte y KY como escuela y la lucha diaria de los artistas callejeros

Más de 150 artistas se tienen mapeados en la séptima, entre ellos, Sánchez, un pintor que hace parte del IV Salón de Arte de KY, a través del cual artistas de la ciudad reflejan los 25 años de transformaciones de la capital colombiana.

Juan Camilo Parra

13 de octubre de 2025 - 12:00 p. m.
Rodrigo Sánchez es uno de los pintores callejeros más prolijos de la carrera Séptima.
Foto: Mauricio Alvarado Lozada
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Rodrigo Sánchez piensa que hay que ser muy terco y cegado por una gracia difícil de entender para vivir la vida de calle en calle, pintando y vendiendo arte. Ahora, hacer eso en Bogotá durante 20 años es otra proeza, teniendo en cuenta todas las inclemencias de una capital como esta: bipolar en su clima y a veces incomprensiva con sus habitantes más vulnerables. Eso dice Sánchez, como firma sus obras, mientras sostiene sus gafas de hombre de 59 años y posiciona su caballete y pinturas en la esquina de la calle 12 con séptima.

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A primera vista, por su jean simple, camiseta blanca y chaqueta oscura, sobria, podría decirse que es el dueño de algún almacén, o quizás, un ingeniero. Pero es uno de los más de 700 “tercos” que hay mapeados y han entregado su vida a eso tan misterioso que parece ser el arte, aunque pueden ser cientos más. Detrás de cada figura que se observa, de un artista en el suelo, al lado de sus obras, hay una historia que hace de las aceras un taller y galería de arte, una bienal diaria y una lucha por el espacio público.

La vida del artista

Rodrigo es originario de Mercaderes, Cauca, un pueblo que tuvo que dejar a los 12 años debido al conflicto armado. Su pasión por el dibujo y la pintura comenzó desde la infancia, cuando ganó premios escolares, pero con la incertidumbre del futuro, sin posibilidad de una carrera profesional. En esos casos, dice Sánchez, el artista debe elegir si lanzarse o no a la aventura. “Yo siempre dije: ‘Algún día yo quiero vivir del arte, yo quiero vender una obra y con eso sostenerme”.

Hoy, Rodrigo ha conseguido sostener una familia y vivir de su arte. Ya no tiene que estar todos los días en la séptima, sino tres, y vende cuadros a una que otra galería, además de ser parte del IV Salón de Artistas a la KY. Pero reconoce que ese camino lo consuman solo las personas que “realmente aman esto”.

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Rodrigo es originario de Mercaderes, Cauca, un pueblo que tuvo que dejar a los 12 años debido al conflicto armado.
Foto: Mauricio Alvarado

Sobre las primeras obras que vendió, recuerda que, al llegar a Cali en búsqueda de un porvenir, experimentó una mezcla de emociones al ver a un hombre pintar con espejitos. “Duraba horas detrás de él viéndolo y practicando”, contó. Ese mismo hombre alguna vez le dijo que si su interés era verdadero, habría de soportar muchas cosas en el camino.

Al aceptar la “vida del artista”, una categoría fácil de estereotipar, pero más compleja de lo que parece, Sánchez pasó por la pintura sepia, probó con tinta de asfalto y luego se dedicó al carboncillo, técnica que consideró “muy malagradecida” en la calle. Trabajó con aerosol por 17 años, una etapa que le permitió ser itinerante y lograr lo que muchos sueñan con trabajos “normales”: viajar a Centroamérica, Holanda e Inglaterra.

En búsqueda de nuevas técnicas y siguiendo los consejos de otro amigo terco, llegó a Bogotá hace 20 años y echó raíces. Se volcó al óleo, técnica con la que lleva unos ocho años, y hoy tiene una obsesión que lo ha llevado a otras aventuras: pintar el Valle de Cocora en la séptima, en medio de luchas por el espacio público y la lluvia, que lo hace correr hacia la calle 12B para refugiarse

Arte a la KY

Un aura gris, azul con niebla y una Bogotá del futuro es lo que refleja la obra de Sánchez expuesta en el Museo de Bogotá. Este año fueron 13 las obras ganadoras, con una convocatoria de 38 iniciativas evaluadas por un jurado. La temática: el cuarto de siglo, 25 años de transformaciones y la llegada de las inteligencias artificiales, la migración de lo análogo a lo digital. Hay paisajismos distópicos, dibujos a lápiz, una “Mona IA” y el edificio Bacatá aparece en tres cuadros, como sello de la ciudad del futuro.

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Rodrigo logró suficiente reconocimiento para vender obras por encargo y trabajar desde su casa-taller en Puente Aranda.
Foto: Mauricio Alvarado Lozada

Martín Ortigosa, líder del programa Arte a la KY de Idartes, explica: “el Salón de Arte a la Calle es una respuesta de fomento que tiene el Idartes para un programa que se llama Artistas en Espacio Público, iniciativa que nació de la regulación que tienen Idartes y la Alcaldía para generar espacios de aprovechamiento económico de los artistas en el espacio público”.

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David Escarpeta, del área de espacio público de Idartes, concuerda en que los artistas requieren espacios regulados para exponer sus obras y darse a conocer. Añade algo interesante: que, durante el diagnóstico del Distrito, se han percatado de que esa pasión puede atacar a quienes tienen y no tienen acceso a educación superior: “Reconocer que el trabajo de calle también se asume y se le da un rol importante dentro de la ciudadanía”.

Bogotá tiene siete zonas reguladas para artistas: la séptima (dividida en tres tramos), el Parque de los Periodistas, Lourdes, Nacional, Santander y el Chorro de Quevedo, este último con acuerdos entre artistas, comunidad y Alcaldía local. Pero entre la 12 y la 12B, donde se ubica Rodrigo, están los pintores. El Tramo 3, junto al alerón de la ETB, fue “escuela” para él.

Allí permaneció más de diez años, ganándose su espacio con talento y persistencia. Rodrigo logró suficiente reconocimiento para vender obras por encargo y trabajar desde su casa-taller en Puente Aranda. “Tenemos también que dignificar la vida del artista, el valor de su arte. El arte es libertad, el arte es viajes, el arte es conocer la naturaleza... Yo no lo puedo dejar, yo nací para esto”, dice mientras mezcla colores en su banquillo.

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Por Juan Camilo Parra

Periodista egresado de la Universidad Externado de colombia con experiencia en cubrimiento de orden público en Bogotá.jparra@elespectador.com
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