Una vez más, la propuesta de trasladar fuera de la ciudad a personas con adicción a las drogas genera polémica. En esta ocasión, la iniciativa fue del Idiprón y, en esencia, se trata de llevar a jóvenes con problemas de drogadicción a una finca en Chocó, donde recibirán tratamiento.
La idea no caló en ese departamento, cuyo gobernador, Jhoany Palacios, la rechazó diciendo que afectaría la economía de la región. En una dirección similar se pronunció Lilia Córdoba, alcaldesa de Acandí, donde queda la finca, al sostener que dicho traslado les acarrearía “graves repercusiones”.
Pese a los reparos, la idea no es nueva y ha sido aplicada desde hace 30 años. El padre Javier de Nicoló solía sacar de la ciudad a los muchachos que atravesaban los momentos más duros de la abstinencia. Los llevaba a la región Caribe, generalmente, para que se olvidaran de la droga. En esas, le pareció más práctico que su fundación tuviera fincas propias para tal fin. Creó una granja en Vichada, sobre el río Orinoco, y una en Acandí, junto al mar, rodeada por la selva y un río.
Precisamente esas condiciones geográficas les servían a los jóvenes para soportar las crisis de ansiedad, cuenta el padre Wilfredo Grajales, director del Idiprón, el instituto fundado por De Nicoló. En esa finca hay dormitorios, una piscina y talleres de ebanistería y mecánica, en donde los jóvenes en rehabilitación pueden ser instruidos.
Viajaban voluntariamente en grupos de cien y permanecían entre tres y seis meses en el lugar, antes de regresar a Bogotá. Quienes iban, estaban en las últimas etapas del proceso de recuperación que diseñó De Nicoló. La finca recibió jóvenes hasta 2010, cuando, por falta de recursos y de pasión entre el personal, dice el padre Grajales, se hizo difícil sostenerla.
Ahora, el Idiprón quiere ponerla de vuelta en funcionamiento. Esa es la propuesta que provocó las réplicas de los mandatarios chocoanos. En el instituto explican que no se trata de llevar habitantes de calle a Chocó para dejarlos allá, sino de que jóvenes adictos a los estupefacientes, entre los 18 y 28 años, pasen en esa finca un período de su proceso de recuperación. También dicen que ni siquiera estarían en el casco urbano, sino en las tierras privadas que le pertenecen a la fundación que creó De Nicoló.
Por ahora, el lugar está en reestructuración, porque quieren adaptarlo al uso de energías amigables con el medioambiente, entre otros cambios. El padre Grajales asegura que espera hablar con la alcaldesa de Acandí para explicarle la iniciativa y no entiende las reacciones frente a un proyecto que funciona desde hace tanto tiempo y por el que, calcula, pudieron haber pasado alrededor de 9.000 jóvenes.