Las grandes ciudades son escenarios de contrastes. Millones de personas, con formas distintas de entender el territorio y de habitarlo, conviven cada día entre calles, buses y avenidas saturadas. Esa dualidad bogotana brilló en su máxima expresión durante la jornada inaugural del Día Mundial de las Ciudades, evento para el cual Bogotá fue elegida como anfitriona global por ONU-Hábitat.
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Mientras en el Centro de Convenciones Ágora expertos de todo el mundo discutían sobre vivienda, movilidad y resiliencia, un grupo de motociclistas bloqueaba la carrera 40. Afuera, la ciudad vivía su rutina impredecible; adentro, se soñaban soluciones para urbes más humanas y sostenibles.
“El reto de las ciudades no es solo planear, sino entenderse como sistemas humanos con contradicciones propias”, dijo uno de los ponentes. Esa frase pareció resumir el espíritu del encuentro: aceptar la complejidad como punto de partida para construir bienestar colectivo.
El alcalde Carlos Fernando Galán inauguró el evento destacando los frentes que definen su gestión: reforestación de cuencas que abastecen el agua de la capital; subsidios de vivienda para hogares de menores ingresos, y la apuesta por una movilidad eléctrica y segura. A su lado, funcionarios, urbanistas y líderes de más de cincuenta ciudades coincidieron en una idea: las urbes deben pensarse desde las personas, no solo desde el cemento.
“Por eso, en Bogotá hemos insistido desde que llegamos a la administración que esta no es solo una ciudad de ocho millones de habitantes, sino que es la casa de todas esas personas. De todos ustedes”, aseguró el alcalde Galán y reiteró que, en medio de las consecuencias de las políticas públicas mal planeadas a nivel nacional, es fundamental cultivar, en el contexto actual, las relaciones internacionales a nivel ciudades, “pues son las ciudades el motor de la economía global, el lugar donde se dan intercambios que se ven afectados por la relación entre países”, sentenció el alcalde.
Vivienda digna: el desafío común
La secretaria de Hábitat, Vanessa Velasco, lo sintetizó con cifras y convicción: “Estamos llegando al subsidio número 20.000 y Bogotá está triplicando las ventas de vivienda frente al promedio nacional”. Bajo su liderazgo, la ciudad impulsa tres líneas —adquirir, mejorar y arrendar—, para que cada familia encuentre una opción que se ajuste a su realidad. “La meta —dijo— es clara: que la vivienda deje de ser un privilegio y se convierta en una base del bienestar colectivo”.
Desde la Caja de Vivienda Popular, su director Juan Carlos Hernández puso rostro a ese cambio. “Una familia que vivía entre goteras y polvo hoy tiene techo, colegio y servicios cerca”, explicó. Este año, 500 familias saldrán de zonas de alto riesgo y 954 predios en Potosí serán titulados, resolviendo décadas de incertidumbre. “Estas políticas no solo entregan escrituras —agregó—; también restituyen confianza y dignidad”.
Voces globales, soluciones latinoamericanas
Una de las participantes invitadas al primer panel del evento fue Theresa Williamson, desde Río de Janeiro y fundadora de Catalytic Communities, quien propuso mirar la informalidad con otros ojos: “Las favelas son parte de la solución, no del problema”. Explicó cómo el modelo de Community Land Trusts —propiedad colectiva del suelo y propiedad individual de la vivienda— ha evitado la gentrificación y permitido que comunidades enteras permanezcan en su territorio.
Durante su participación en el panel mostró sus inquietudes sobre la intervención de las favelas en Río de Janeiro que ha dejado 132 muertes a su paso. La experta agregó que hay formas más eficientes y coherentes para integrar el tejido social de estas zonas y reducir la brecha participativa en el ordenamiento urbano.
La experta del Affordable Housing Institute, Anna Brinkman, complementó esa mirada desde la economía urbana: “En barrios populares, la red de vecinos es una forma de aval. Si los gobiernos entienden eso, podrán crear instrumentos financieros que reconozcan esas estructuras y amplíen el acceso al crédito”. Su institución iniciará un proyecto en Colombia para fortalecer el alquiler social y el financiamiento inclusivo.
A su turno, la urbanista brasileña Claudia Magalhães, partícipe del Plan Nacional de Vivienda de Brasil, recordó cómo su país pasó de construir complejos masivos a rehabilitar barrios y otorgar microcréditos para mejoras.
El Día Mundial de las Ciudades cerró su primera jornada con una sensación compartida: las ciudades se transforman cuando entienden que la técnica no basta, que la empatía y la colaboración son parte del diseño urbano. “Las ciudades —dijo una de las expertas— no se construyen sólo con ladrillos, sino con confianza”. Y Bogotá, por un día, fue exactamente eso: un laboratorio de ideas, contradicciones y esperanzas donde la ciudad comenzó a escucharse a sí misma.
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Por Miguel Ángel Vivas Tróchez
