El retorno de Yuliana Samboní a la tierra que la vio nacer

Un silencio respetuoso, que por momentos se interrumpe con las arengas pidiendo justicia, se vivió en la ruta del regreso de Yuliana hasta su última morada, en la vereda El Tambo, del municipio de Bolívar (Cauca).

Alexánder Marín Correa
08 de diciembre de 2016 - 07:13 p. m.
Cortesía
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El regreso de Yuliana a su vereda natal en el Tambo (Cauca) ha sido un viaje largo, con muchas escalas, lleno de homenajes, manifestaciones de solidaridad y un clamor generalizado de justicia. Su cuerpo salió pasado el mediodía del miércoles desde Bogotá rumbo al Cauca y por donde pasa, la gente le rinde homenaje y expresa su indignación. Al unísono piden cadena perpetua. (Lea aquí: Cauca decreta tres días de duelo por asesinato de Yuliana Samboní)

Casi a las 2:00 de la tarde del miércoles el avión de la Policía aterrizó en Popayán. La gente recibió a la niña y a su familia con calle de honor, carteles, banderas y bombas blancas, que contenían mensajes contra el maltrato.  En medio de homenajes y una eucaristía, la escala de Yuliana duró casi tres horas en la ciudad blanca. (Lea aquí: El camino de regreso de los Samboní)

“Como bolsiverde, así nos dicen a la gente de Bolívar (Cauca), me siento triste y con mucho dolor de que hayan acabado con la vida de una pequeña de tan solo 7 años. Es inexplicable que un ser humano de 38 años, al que me atrevo llamar ‘monstruo’, acabó con los sueños de Yuliana y la esperanza de su familia de verla crecer. Toda la gente de Bolívar estamos conmovidos con esta tragedia, ojalá que pronto haya justicia en contra del actor de este aberrante hecho”, dijo Denis Muñoz, un paisano que la acompañó cuando llegó a Popayán. (Galería Milagros recibe con homenajes la llegada del cuerpo de Yuliana).

La idea era coger carretera rápido. Les esperaba un recorrido de casi 140 kilómetros hasta el municipio de Bolívar, pero la salida tardó más de lo esperado. Debían ir con cuidado, pues la madre de la niña, Nelly Muñoz, quien no sale del shock y quien tiene cinco meses de embarazo, dejaba ver sus quebrantos de salud.

La comitiva finalmente emprendió el viaje pasadas las 5:10 de la tarde. Les esperaba cuatro horas de camino por una carretera difícil, que soportaron en silencio. Pasadas las 9:30 de la noche llegaron a una nueva escala. A tres kilómetros de la cabecera municipal, en la vereda Los Azules, los esperaban los habitantes para acompañar la marcha fúnebre.

Desde un carro, un vecino anunciaba a través de un megáfono: “Los invitamos a la 10:00 de la noche a la parroquia Santísima Trinidad para la santa misa. Quedan cordialmente invitados para despedir a este ángel…”, anunciaba un líder de la comunidad.

“Acá acostumbramos hacer una caravana. Muchísimos carros y motos. La recibimos, porque nos duele mucho la tragedia de esta familia, de nuestros paisanos.  Hay indignación y mucha tristeza”, dijo Yamilet Barrera, la bibliotecaria de Bolívar.

El desfile llegó a la iglesia. Aunque la idea inicial era velarla en el salón comunal, fueron tantos los que quisieron acompañar a Yuliana y a su familia, que se tuvieron que quedar en la iglesia, en un velorio que duró toda la noche.

La idea era salir a las 6:00 a.m., pero una vez tuvieron que esperar mientras el médico atendía a la madre de la pequeña, quien pese a las recomendaciones médicas insistió en seguir en la caravana de regreso.  Pasadas las 7:00 de la mañana de jueves salieron rumbo al corregimiento Los Milagros, a 40 kilómetros, por una trocha que obliga a hacer el viaje en dos horas.  El carro de bomberos, la defensa civil, la Policía, amigos, familiares, conocidos e indignados. Siempre al lado de su familia.

A Los Milagros llegaron a las 10:00 de la mañana. Todos los habitantes, con camisas y banderas blancas, los estaban esperando a las afueras del pueblo para acompañar la marcha fúnebre. “Estamos pidiendo cadena perpetua para todos los asesinos de niños. Le estamos pidiendo al Congreso. Creo que ya se rebosó la copa”, gritaba uno de los líderes a través de un megáfono.

Bajaron el féretro del carro y lo cargaron para hacer el recorrido a pie por las calles del caserío hasta el único polideportivo del pueblo, donde tenían preparado un homenaje, con misa campal y música en nombre de Yuliana. Como tradición, en estas comunidades abren el féretro para que familiares y amigos puedan ver por última vez a sus muertos.

Tras casi 24 horas de viaje, Nelly Muñoz, la madre Yuliana, no aguantó más y en este punto se vio obligada a despedirse de su pequeña. No pudo acompañarla, como quería,  hasta su última morada. Su estado de salud obligó a los médicos a remitirla de regreso a Popayán. Aunque ella insistió, en su vientre tiene una nueva vida por proteger.

Después de este ritual y de que Nelly emprendió su viaje a Popayán, pasadas las 3:00 de la tarde la comitiva salió rumbo a la vereda El Tambo, a 20 minutos del caserío. Allí la dejaron el féretro en la capilla. Este viernes, a la 1:00 de la tarde, llevarán a Yuliana al camposanto del pueblo que la vio nacer hace siete años.

Por Alexánder Marín Correa

 

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