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Aunque muchos pensarían que por su alto grado de contaminación el río Bogotá no tiene ninguna especie animal que lo habite, la Universidad de Ciencias Aplicadas y Ambientales (UDCA) demostró con un estudio que sí los hay: al menos 30 aves acuáticas viven en el afluente. Sin embargo, todas están amenazadas por los cambios climáticos y las altas cantidades de mercurio y cromo que hay en sus aguas.
Tres investigadores, junto con estudiantes de la universidad, valoraron 18 puntos equidistantes, desde el nacimiento del río en Villapinzón hasta el puente de la Virgen en la vía Suba-Cota, y evaluaron los cambios de las aves y de la vegetación acuática y terrestre, además de la calidad del agua y la cantidad de contaminantes que tiene, como el mercurio, el plomo y el cromo.
Según la investigadora Loreta Roselli, hasta el momento se desconocía qué especies habitaban este tramo del río. Se determinó que estos serían los puntos de mayor concentración de estas aves en el altiplano Cundiboyacense. Dentro de los animales hallados están la tingua o gallareta moteada, ave críticamente amenazada en el país; el pato canadiense o cerceta aliazul, migratoria norteamericana, y mosqueritos guardarríos.
Sigue a El Espectador en WhatsAppUna de las grandes conclusiones de la investigación es que el río es de vital importancia para la conservación de la biodiversidad y por eso su recuperación es tan necesaria. A medida que los investigadores avanzaban, se daban cuenta de que la calidad del agua iba deteriorándose. Sin embargo, se ven signos de recuperación en la parte media del curso alto, especialmente en los municipios de Suesca, Gachancipá y Tocancipá.
Lo que sí preocupó es que en todos los puntos donde se realizó un muestreo se encontró la presencia de metales pesados, como plomo y mercurio, sobre todo en los lugares que tienen cerca la presencia de fábricas. Por ejemplo, el cromo fue más alto después de Villapinzón y en el municipio de Chía, en las cercanías de la desembocadura del río Frío.
Para Roselli, los resultados del estudio son pertinentes para que los ciudadanos se den cuenta de cómo las obras que se realizan en el río afectan la vegetación acuática y la avifauna que depende de ella. Además, dice, es importante que se restaure su ronda con vegetación nativa leñosa para que se mejoren las poblaciones de aves con mayor prioridad de conservación.
Finalmente, la UDCA pidió a los entes de control que, teniendo en cuenta el amplio uso del afluente por parte de la población, se ejerza un mayor control de los vertimientos, con ajuste a la normatividad vigente, para minimizar el impacto sobre el ecosistema. “Hay que llamar la atención sobre el hecho de que el río Bogotá sigue vivo y tiene una diversidad sorprendente e importancia en el tema de la conservación. Lejos de contemplarlo como un cadáver, para el cual ya no hay nada que hacer, es una zona viva que necesita más cuidado y mucha atención de las autoridades”, añadió Roselli.
Ahora, de acuerdo con los investigadores, el reto está en determinar el grado de riesgo en el que se encuentran estas aves y cuál ha sido el impacto de la contaminación en sus organismos. Si bien ya se logró una gran parte al descubrir la importancia de la diversidad en este río que se considera casi muerto, es necesario empezar un proyecto de conservación de fauna y flora para contribuir a su recuperación.