“El término reserva debe ser leído con cautela”: Germán I. Andrade

De acuerdo con el biólogo e investigador del Centro de Objetivos de Desarrollo Sostenible, a futuro la reserva Van der Hammen podría ser uno de los bosques urbanos más importantes de América Latina.

Santiago Valenzuela*
23 de febrero de 2020 - 02:00 a. m.
El biólogo Germán I. Andrade es experto en servicios ecosistémicos urbanos en América Latina. / Cortesía
El biólogo Germán I. Andrade es experto en servicios ecosistémicos urbanos en América Latina. / Cortesía

Una de las primeras decisiones que tomó Claudia López como alcaldesa de Bogotá fue retirar la solicitud de intervenir la reserva forestal Thomas van der Hammen, en el noroccidente de la ciudad. La decisión suspende los planes de urbanización de la administración anterior y sostiene la visión que se planteó desde el 2000 de restaurar un sistema ecológico de 1.395 hectáreas, que conecta los bosques de los cerros orientales con el río Bogotá, lo que lo convertiría en uno de los bosques urbanos más grandes de América Latina.

Con este nuevo panorama, la Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca (CAR) y la Alcaldía se deben poner de acuerdo en las acciones y los recursos para implementar el plan de manejo ambiental de 2014. Es necesario que en el Plan de Desarrollo de López se definan programas y recursos que hagan esta decisión irreversible y acelere la compra de predios, la estructuración financiera, las estrategias de restauración, la sustracción para obras de utilidad pública, entre otros.

han surgido varias preguntas: ¿Por qué es importante sostener una reserva en una ciudad que no para de crecer? ¿Qué beneficios traería? ¿Cuánto tiempo se demorarían las autoridades en restaurar este ecosistema? Para tener mayor claridad sobre la reserva y otros espacios similares de la ciudadAnte esto hablamos con Germán I. Andrade, biólogo de la U. de los Andes, magíster en estudios ambientales de la U. de Yale e investigador del Centro de los Objetivos de Desarrollo para América Latina y el Caribe (CODS), desde donde estudia los servicios ecosistémicos urbanos.

Acaba de publicar, junto a dos investigadores, el documento CODS 4 de servicios ecosistémicos urbanos en América Latina. ¿Además de los humedales y los bosques, en que otros espacios hay servicios ecosistémicos urbanos en Colombia?

El concepto identifica los espacios que tienen valor estratégico porque ofrecen beneficios a las comunidades, en este caso Bogotá, la gran ciudad de Colombia, cuando se habla de servicios ecosistémicos, usualmente se identifican áreas naturales o silvestres cercanas o aledañas a las ciudades, con énfasis en los espacios que aportan agua. Es el caso de Chingaza en Bogotá, Piedras Blancas en Medellín o algunos acueductos en los farallones de Cali, para solo mencionar algunos ejemplos. Estos son espacios en áreas rurales, en ocasiones distantes y que producen beneficios para las ciudades. La novedad aquí está en que las áreas urbanas como tales, esto es ciudades o regiones urbanas, pueden también proveer servicios ecosistémicos para el beneficio de sus habitantes. Estos son los servicios ecosistémicos urbanos propiamente dichos.

En Bogotá, ¿los humedales producen servicios ecosistémicos?

Por supuesto. Los humedales en ámbitos urbanos frecuentemente comienzan a reconocerse cuando el tejido urbano se expande y sobreviven áreas con alguna función ambiental específica. Gran parte de Bogotá fue construida sobre humedales, y los que existen son muestras pequeñas, quepor este motivo concentran en espacios restringidos una gran cantidad de funciones ambientales. Los beneficios son la presencia de la vida silvestre característica, la retención de agua que controla inundaciones, investigación científica y la recreación.

Son cerca de 600 hectáreas de humedales...

Iban a quedar en cero. En los años 90, cuando Colombia se adhirió a la convención Ramsar, no había una legislación ambiental específica de humedales. De este hecho, las normas se derivan del respaldo de las instancias judiciales a las solicitudes de los defensores de los humedales en contra de las pretensiones urbanizadoras. Por ejemplo, en la Conejera, donde está uno de los humedales emblemáticos de Bogotá, los grupos organizados enfrentaron los rellenos con escombros, que se hacían con el fin de aumentar las áreas de urbanización. A la creación de la Fundación humedal La Conejera siguió la de una red de humedales, que abrió la participación. Así se incorporaron a los Planes de Ordenamiento y se promulgó una política distrital. Esto es parte de lo que hay que recuperar hoy.

Todavía hay disputas por humedales no reconocidos...

Sobre eso, Enrique Peñalosa promovió la visión de integración de los humedales al espacio público de recreación, sin considerar los otros servicios ecosistémicos. Hoy hay conflictos en prácticamente todos por el debilitamiento de la participación. Por ejemplo, en Tibabuyes por construcción de infraestructura, y en El Burrito, por urbanización. La gestión de los servicios ecosistémicos de los humedales se debe reconstruir con una visión consolidada que privilegie los elementos de la naturaleza y prime el bienestar de la población. Para ello la participación no es opcional, sino indispensable.

¿El parque Simón Bolívar genera servicios ecosistémicos?

Dependiendo del tipo de espacio se generan diferentes servicios, en un gradiente que va desde alta naturalidad hasta los espacios construidos e intensamente manejados. En los parques grandes, como los metropolitanos, existe la posibilidad de recrear un conjunto de servicios como calidad del aire, disminución del ruido, paisaje y algo de vida silvestre. Son parte de la infraestructura verde, que a través de parques menores, avenidas y canales quedarían conectados con la gran estructura ecológica de la ciudad, esta última con centro en las áreas silvestres.

En este panorama, ¿qué es la reserva Thomas van der Hammen? ¿Qué beneficios le traería a Bogotá?

Es una propuesta visionaria para un urbanismo del siglo XXI. El término reserva debe ser leído con cautela, pues se trata de la figura jurídica escogida para no ser urbanizada, pero no recoge todos los atributos que queríamos tener de este lugar. Es un borde urbano de 1.395 hectáreas con bosques (como el de Las Mercedes), pequeños humedales, potreros de ganado, cultivo industrial de flores y dotaciones institucionales.

¿Por qué adecuarla para proyectos urbanísticos generó tanta polémica?

Cuando el alcalde Enrique Peñalosa presentó el Plan de Ordenamiento Territorial (POT) en su primera administración, la CAR no lo aceptó porque buscaba urbanizar esa zona. El conflicto fue dirimido por el Ministerio del Ambiente, con un panel de expertos. Fue un procedimiento sin precedentes, que unió la ciencia y la decisión política, a instancias de la autoridad ambiental nacional. El solo procedimiento es parte del capital social de la ciudad. En la administración de la Bogotá Humana se dieron algunos pasos para iniciar la siembra de árboles, pero la ciudad se quedó esperando a que la CAR hiciera lo suyo. La falta de un proceso claro de consolidación de la reserva llevó a que en la segunda administración de Peñalosa se pusiera en duda esta decisión con argumentos peregrinos como que “la reserva es el sueño de los ambientalistas” e incluso que, en el futuro, con sus planes, “sería más grande”. Lo que debía ser un gran bosque urbano, iba a ser transformado en una red de infraestructura verde, que de no ser en un área de reserva desclasificada podría haber aspirado a ser ejemplo de ecourbanismo.

Peñalosa decía que no había reserva, sino potreros, y que resultaba muy costoso restaurar...

Justamente son potreros es porque no están construidos, y de ahí su valor potencial. Si ya fueran áreas construidas, otro sería el escenario. ¿Es costoso? Claro, pero en un balance de costo y beneficio social, sin duda saldría ganando la propuesta de no urbanizar. Cuando se creó el Central Park en Nueva York se dijo que iba a ser el bosque más caro del mundo, por el costo de oportunidad de no urbanizar. Sin embargo, hoy en día Nueva York es impensable sin él. En Colombia muchas tierras de suelo rural o de protección se cambian a suelo urbano, valorizando la tierra enormemente. Para el caso de la Van der Hammen, hoy salvada de la urbanización, hay que mirar con cuidado la base legal, el precio de la tierra y los mecanismos que permitirían una redistribución justa de costos para quienes no urbanicen y los beneficios sociales para el colectivo. Bogotá tiene la capacidad fiscal y tributaria para hacer ese bosque urbano que generará servicios ecosistémicos muy importantes.

¿Por qué es importante la reserva en términos de desarrollo sostenible?

Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) son una gran lista de deseos muy importantes para la humanidad. Hay unos básicos: la protección de los ecosistemas, de la vida en la tierra y la acción por el clima, que incluye adaptación y la mitigación ante el cambio climático. En el caso de la reserva se relaciona con esos objetivos y con el de construir ciudades sostenibles. Pero también otros servicios ecosistémicos que tratan directamente sobre bienestar humano, como la salud pública. La reserva es un espacio privilegiado e irreemplazable para aportar a los objetivos de desarrollo sostenible. Su función ecológica no se puede reemplazar en otra parte, o sustituir en el mismo sitio por un conjunto de servicios ecosistémicos del espacio construido. Por eso la controversia ha sido tan dura.

¿Cómo ve la actual administración?

Hay un cambio de discurso para mantener la reserva Thomas van der Hammen. Hay un plan de manejo que tendrá éxito dependiendo de la CAR y de su interacción con la Alcaldía de Bogotá. La alcaldesa recientemente participó en la siembra de árboles. El paso siguiente es la estructuración institucional y financiera del gran proyecto e implementar el plan de manejo.

Pensemos en el escenario más optimista ¿Cómo se imagina esa reserva en unos años?

Hay unas discusiones técnico-científicas muy interesantes. En términos generales, restauración ecológica es recrear un ecosistema lo más parecido a su estado original de referencia antes de la intervención humana. En el caso de la Van der Hammen, esta afirmación como único propósito es insuficiente porque no tenemos certeza científica de cómo era el bosque antes de la intervención humana. El Bosque Las Mercedes guarda algo de esa memoria biológica. La oportunidad es mucho más que esto e implica innovación: abrir la mente para el diseño con la naturaleza, es decir, construir un sistema ecológico nuevo, diseñado con base en los servicios ecosistémicos que los ciudadanos queremos y estamos dispuestos a pagar y gozar. El espacio es grande, casi tres veces más que el Central Park de Nueva York.

Allí podríamos restaurar bosques y humedales, crear nuevos bosques, conectarlos con el río Bogotá mediante corredores ecológicos, crear jardines botánicos y parques demostrativos de actividades agrícolas antiguas, como los cultivos en campos elevados, etcétera. Y algo de dotación institucional acorde con la vocación definida para este sitio. El proceso de consolidación de este sueño sobrepasa el tiempo de una generación. El alcalde que la va a inaugurar no ha nacido. Es un proyecto de ciudad, de ciudadanía, no de uno o varios gobiernos.

*Periodista del Centro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible para América Latina y el Caribe, de la Universidad de los Andes.

Por Santiago Valenzuela*

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