¡Hasta nunca Peñalosa!

Enrique Peñalosa es excepción del dicho “Nunca segundas partes fueron buenas”, porque su primera vez como alcalde fue mala y la segunda, peor.

Aurelio Suárez Montoya
30 de diciembre de 2019 - 02:51 p. m.
El alcalde se despide de su administración este 31 de diciembre para dar paso a Claudia López, quien asumirá la alcaldía el primero de enero. / Christian Garavito - El Espectador
El alcalde se despide de su administración este 31 de diciembre para dar paso a Claudia López, quien asumirá la alcaldía el primero de enero. / Christian Garavito - El Espectador

Metió Transmilenio por el eje natural que la Capital tenía para un metro, la Avenida Caracas, y veinte años después tuvo que montárselo encima. Ese adefesio se sumará como infausto recuerdo a los costosos bolardos y a las frágiles losas de la Autopista, cuya reposición viene costando un potosí.

El modelo Transmilenio develó la concepción del Estado de Peñalosa –convertir en jugosos negocios privados rentas urbanas como servicios públicos domiciliarios, infraestructura, transporte, comunicaciones y la habilitación del suelo– y también el impositivo designio sobre Bogotá: “Buses por todos lados por los próximos cien años”.

Peñalosa, cuyo retorno en 2015 pudo fructificar merced a la mediocre gestión de Petro, ambicionó en este segundo mandato potenciar más los oligopolios dominantes y puso en sus portafolios: La ETB; 20% del GEB; nuevos jugosos contratos en aseo; Transmilenio; la Reserva Van Der Hammen; Plan Zonal Norte; el río Bogotá y zonas aledañas; el SITP; el Metro; la Séptima; la 68; la Cali; la Calle 13; la Boyacá; los Cerros; la ALO; dos hospitales por APP; el Bronx; el parqueo en calle; cinco colegios por concesión (sumados a 20 que dejó Petro); canchas sintéticas de microfútbol y hasta “la felicidad” encerrada en centros exclusivos.

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Con tal fin proyectó una descomunal subasta apoyada en impuestos más elevados, valorización, endeudamiento y operaciones bursátiles de titularización, como la gestada por los recientes beneficiarios de Transmilenio. Varios filones no le prosperaron, bien por labores de la oposición política y ciudadana, bien por errores, cuando se pretendió burlar la ley en el afán desmedido por concretarlos, o bien por estructuraciones no factibles.

Aunque no se sabe si dejará amarrados $48 billones en contratos para ratificar su insolencia –“Mi gobierno inicia en 2020”–, la inspiración mercachifle de Peñalosa recibió un golpe de gracia con el hundimiento del POT. Al final, dentro de su publicitada “eficiencia”, lega un metro elevado ciego y de bajo perfil –concesionado a una emergente firma china– y apenas 365 obras que merezcan tal categoría de las cacareadas 2.500, pues las restantes son estudios o reparaciones.

Debido a la ignominiosa decisión del Consejo Electoral sobre su revocatoria, Peñalosa pudo terminar este segundo cuatrienio –en extremo agresivo contra los más vulnerables como los habitantes de calle y vendedores ambulantes y belicoso frente a la protesta social–, aunque con el más alto porcentaje de pesimismo ciudadano, 80%, el mayor para el cierre de cualquier administración en los últimos 25 años (Gallup). ¡Hasta nunca!

Por Aurelio Suárez Montoya

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