Jiménez de Quesada, el homenajeado

Luego de más de 200 años en el anonimato, la casa del conquistador español en la capital será reconocida por el Distrito. Su estatua también fue restaurada, como parte de la celebración del 479º aniversario de Bogotá.

esteban dávila náder
05 de agosto de 2017 - 03:00 a. m.
Jiménez de Quesada, el homenajeado

“En este sitio estaba la casa donde vivió Gonzalo Jiménez de Quesada (1509-1579) fundador de la ciudad de Bogotá”, se lee en la placa que desde ayer engalana una de las paredes exteriores de una sede del Banco de la República. Donde hoy se preocupan por la banca central del país, solía vivir no sólo el explorador y fundador de la capital, sino varios conquistadores españoles.

El adelantado Quesada, como lo llamaban, llegó a la ahora Bogotá en el año de 1537, cuando todavía no ostentaba el título de conquistador. Había decidido desviarse de su ruta hacia Perú al escuchar rumores de una laguna de sal y un activo comercio del producto en las inhóspitas sabanas del interior del país.

Venía de Santa Marta y tuvo que atravesar a sangre y fuego Barrancabermeja, Santander y las poblaciones muiscas de Nemocón y Zipaquirá, antes de llegar a su destino con apenas 166 de los más de 600 soldados que habían partido con él. Con todo y el cansancio de la campaña, una misa en la plaza de Santander, conocida entonces como plaza de la Yerba, bastó para fundar Bogotá el 6 de agosto de 1538.

Relatan historiadores como Daniel Ortega Ricaurte o Luis Horacio López, secretario académico de la Academia Colombiana de Historia, que posteriormente a la fundación, el andaluz tomó papel y lápiz y demarcó una cuadrícula de la misma plaza, indicando dónde iban a quedar los solares en los que vivirían él, su hermano y sus principales hombres. La incipiente ciudad tenía que tener estructuras.

Basado en textos de cronistas de la época, dice López, se sabe que para 1543 la plaza de la Yerba ya era el eje central de Bogotá. Ubicado a 500 metros de la casa de gobierno, el pequeño parque se había convertido en lugar de paso obligado para encomenderos, indios y mercaderes que llegaban desde lo que hoy es Tunja, Chía, Zipaquirá y hasta Bosa, cargados de frutas, hortalizas, granos, “trigo tan bueno como el de Andalucía” y “pavas y perdices dombos, esas de tres pechugas tan ponderadas por Jiménez de Quesada”.

Con el fundador de la ciudad, su hermano Hernán Pérez de Quesada y otros prominentes íberos, como Juan de Moscoso, Juan Puelles, González de la Peña y Francisco de Mestanza, habitando el marco del pequeño parque, no era de extrañar que el mismo se convirtiera en punto de encuentro para los comerciantes. Hay que aclarar, además, que los europeos no fueron los únicos inquilinos ilustres de la plaza: años más tarde Antonio Nariño también establecería allí su hogar.

Esto, sin embargo, no salvó las viejas estructuras —estiman los historiadores que, teniendo en cuenta que Jiménez de Quesada provenía del sur de España, su solar era de estilo mudéjar— de caer en el olvido. Con los años se modernizaron y albergaron el antiguo teatro Lido, Braniff Airways, el Jockey Club y actualmente al Museo del Oro, el edificio Avianca y varios otros que le pertenecen al Banco de la República, incluido el lugar donde solía levantarse la casa del fundador de la capital.

No obstante, afirman desde la Secretaría General y el Archivo de Bogotá, “en 200 años de vida republicana, nadie había destacado o conmemorado el lugar donde se sabe que vivió Jiménez de Quesada”. Una rareza, teniendo en cuenta que, como afirman ambas fuentes, todas las grandes ciudades del mundo saben dónde vivió su fundador y lo honran. De ahí la imposición de la placa que se hizo ayer en la calle 16 Nº 6-24, donde incluso estuvo presente Luis Horacio López, quien dio el aval científico para hacerlo.

Este no es el único halago que se le hace a Quesada por estos días. También ayer, el Distrito y la Universidad del Rosario hicieron entrega del monumento del conquistador restaurado, libre de grafitis y redecorado con nuevas plantas al rededor. Para lograr esta renovación, la universidad invirtió más de $164 millones, pues hubo que restituir todas las placas de piedra que acompañan a la escultura. Además, después de la entrega, la misma institución será la encargada de adoptar la estatua para su mantenimiento.

Por esteban dávila náder

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