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La depresión de las pirámides

El colapso repentino de las pirámides ha sumido en la desesperación a muchos bogotanos. La Secretaría de Salud dispuso un psicólogo y un psiquiatra en El Campín para atender a los aportantes de DMG.

El Espectador
28 de noviembre de 2008 - 11:00 p. m.

“Yo invertí $26 millones y ahora no tengo nada. Me quedé con nada en las manos”, dijo, entre lágrimas y apenas con un hilo de voz, Luz Mary Ramírez, una de las tantas bogotanas que se han acercado al estadio El Campín a entregar papeles con los cuales aspira a volver a ver algo del dinero que invirtió en la intervenida DMG.

En las últimas semanas, según el secretario de Salud, Héctor Zambrano, se han incrementado las llamadas al 123, la línea de atención de emergencias de la ciudad, por parte de personas que manifiestan estar en una  profunda depresión por cuenta del drama generado por la caída de las pirámides; algunos incluso han amenazado con quitarse la vida.

Para atender esta situación, la Secretaría de Salud dispuso de ocho psicólogos, adicionales a los seis que ya había distribuidos en tres turnos durante las 24 horas del día. Asimismo, hay, apostados en los costados del estadio, un psicólogo y un psiquiatra para atender a los aportantes de DMG que requieran algún tipo de ayuda mental.

“Yo vendí una casita que tenía, junté todo lo que pude, incluso mi mamá, quien tiene 70 años, me dio $2 millones, y ahora quedé sin la plata que invertí y con un montón de deudas con el señor Sarmiento Angulo. La gente se mete en esto porque no tienen trabajo y le deben hasta la camisa a los dueños de los bancos. Estamos exprimidos por todo lado, por el Gobierno y el señor Angulo. De algún lado debe salir la plata para pagar las deudas”, añadió, desesperada, Ramírez.

El Secretario de Salud explica que: “En promedio, se reciben 45 llamadas semanales. En los últimos días este promedio ha subido hasta 72. Las  personas que llaman lo hacen por temas relacionados con la depresión, en  algunas ocasiones se está presentando alguna conducta suicida”.


Según Zambrano, durante la segunda semana de noviembre fueron recibidas 52 llamadas y se despacharon 10 ambulancias para atender a personas con comportamientos suicidas. En la tercera semana el número subió hasta 72, lo que representa un incremento del 20%; 12 ambulancias fueron enviadas para atender eventos de salud mental y posibles conductas suicidas.

Y es que todo el tema de las pirámides ha generado, además de las acciones gubernamentales, el descontento general que, como en el caso de Putumayo, se ha traducido en violencia colectiva. Para el psiquiatra Santiago Solano, la depresión después de la caída de las pirámides es normal, porque “estos son mecanismos de ganar dinero que generan mucha expectativa, entonces, cuando todo se desploma y la gente queda con nada, el sentimiento que sobreviene es de pérdida, de abandono y ahí es cuando aparece la depresión”.

Para Solano, la diferencia entre la forma como se asume la frustración y la rabia en cada región, el Putumayo por ejemplo, y Bogotá, está relacionada con la cultura: “El duelo se asume diferente de acuerdo con las formas culturales del lugar. En el Putumayo fue con violencia, acá la gente se encierra y se deprime, algunos incluso pueden llegar a pensar en suicidarse”.

“En el Putumayo ya van unos ocho suicidios, mientras que acá no se ha presentado ningún caso. Lo que buscamos es que si la gente quiere desahogarse sienta que hay alguien que lo escucha. Una simple llamada a alguien que le dé a la persona una voz de aliento puede hacer toda la diferencia”, afirmó Zambrano.

Por El Espectador

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