La obra de la discordia en el humedal Córdoba en Bogotá

Sin la concertación de la comunidad el Acueducto no puede hacer los trabajos de dragado, fundamentales para sacar los lodos que afectan el humedal. Defensores piden garantías para que no haya afectaciones ambientales con la intervención.

Mónica Rivera Rueda / @Yomonriver
09 de junio de 2019 - 02:00 a. m.
 Los sedimentos se han acumulado en las orillas del canal Molinos, en medio de los cuales también ha crecido vegetación y árboles.  / Diego Cuevas - El Espectador
Los sedimentos se han acumulado en las orillas del canal Molinos, en medio de los cuales también ha crecido vegetación y árboles. / Diego Cuevas - El Espectador

Las aguas residuales y desechos de las comunidades que se establecieron irregularmente en los cerros orientales han encontrado camino entre riachuelos y quebradas, que terminan llevándolos por el canal Molinos hasta el humedal Córdoba, donde en vez de seguir su curso hacia el río Bogotá se han condensado como sedimentos, invadiendo poco a poco esta zona de protección. La saturación ha hecho que el agua se desborde inundando barrios aledaños.

La solución es clara: se debe intervenir el humedal y comenzar el dragado de los desechos, que se han solidificado tanto en la ronda del canal como en la franja media del humedal, impidiendo que este cumpla su función ambiental. El problema es que el Acueducto, encargado de realizar estos trabajos, no ha podido llegar a un acuerdo con la comunidad, que debe aprobar la intervención.

Los humedales urbanos de Bogotá cumplen un papel fundamental para purificar los ríos y quebradas que los atraviesan. Además, durante las temporadas secas son grandes reservorios de agua, que a largo plazo permiten la subsistencia de las fuentes del líquido, mientras que en tiempos de lluvias amortiguan las crecientes, la filtran y evitan las inundaciones en la ciudad.

El de Córdoba es uno de los 12 humedales que quedan en Bogotá y uno de los incluidos en la lista Ramsar, clasificación internacional por su gran valor ambiental. Está en el noroccidente de la ciudad, comprende 40,4 hectáreas y está dividido en tres sectores, delimitados por las avenidas Boyacá, Suba y Córdoba.

Además, lo alimentan tres canales (Córdoba, Callejas y Molinos) y es el único que cuenta con plan para garantizar el caudal ecológico, es decir, que allí se lleva agua pura de la quebrada Santa Bárbara, para potenciar la diversidad del ecosistema, en el que han identificado 210 especies de plantas, así como 85 aves locales y migratorias.

La parte alta es la más pequeña y está sobre la calle 127; la segunda, sobre la avenida Suba, cuenta con senderos palafitos (sobre nivel), miradores y un puente, mientras que la tercera es la más grande y donde se concentra la mayor cantidad de agua. Allí, además de caminos, hay siete islas sobre las que se sembraron juncos, como parte de la conservación.

Este ha sido, en gran parte, resultado del trabajo de las diferentes organizaciones que se han creado para proteger la zona y que en 2000, en cabeza de la Junta de Acción Comunal del barrio Niza Sur, interpusieron una acción popular contra el Acueducto de Bogotá y la Alcaldía (primera administración de Enrique Peñalosa), tras la adjudicación de un contrato a través del cual pretendían construir en el humedal “senderos peatonales, ciclorrutas, plazoletas, miradores y demás zonas duras”.

Primero fue el Tribunal Administrativo de Cundinamarca el que le dio la razón a la comunidad y luego, en segunda instancia, el Consejo de Estado, que ratificó la decisión. En sí, el fallo le impidió al Distrito seguir adelante con el proyecto y lo obligó a consultar a la comunidad aledaña cada vez que pretenda intervenirlo. Aunque un año después el Distrito intentó una nueva intervención, tuvo más peso la decisión judicial.

Finalizada la primera administración de Enrique Peñalosa se establecieron mesas de diálogo con la comunidad, en las que se llegaron a nuevos acuerdos, que más tarde fueron utilizados para la elaboración del Plan de Manejo Ambiental del Humedal, que diseñó el IDEA (Instituto de Estudios Ambientales), entidad adscrita a la Universidad Nacional.

En él se fijo el cerramiento del humedal, que consistió en el mallado para impedir que se siguiera invadiendo la ronda; la instalación de una administración, que controla el ingreso a la zona protegida, y estableció como primordial recuperar el caudal ecológico. Asimismo, aunque impidió la construcción de ciclorrutas, permitió hacer senderos elevados, los cuales hoy se pueden encontrar en gran parte de esta zona de protección.

De ahí para adelante la lucha de los vecinos se ha enfocado en impedir que se hagan intervenciones fuertes sobre el humedal, especialmente las que tienen que ver con la intervención de las rondas y la construcción de espacios para la recreación pasiva. Pero en los últimos años ha quedado en evidencia que el principal problema es la acumulación de sedimentos. De acuerdo con los defensores de este tesoro ecológico, lo que agudiza la situación son los alcantarillados ilegales, que terminan llevando aguas sedimentadas a través de los canales que se conectan al humedal.

La mayoría llegan a través del canal Molinos, que se alimenta del agua de cinco quebradas (Sagrado Corazón, Gimnasio Los Cerros, Santa Ana, La Chorrera de Molinos y el Pedregal). No obstante, esta viene contaminada desde los cerros orientales, por cuenta de los residuos producidos en las viviendas de barrios ilegales.

Según Bibiana Rodríguez, coordinadora de Corredores Ambientales del Acueducto de Bogotá, lo que ocurre con esos sedimentos cuando llegan al humedal es que atraviesan un proceso de colmatación, es decir, que se compactan en las zonas donde normalmente debería haber agua, quitándole capacidad hidráulica al humedal.

Aunque no se tiene claro qué tan avanzada está la colmatación en el Córdoba, estimaciones en la zona prevén que la sedimentación alcanza 1,50 metros de altura, lo que ya está provocando que en la zona baja del humedal, en barrios como Niza y Colina Campestre, se presenten inundaciones en tiempos de lluvias.

El Acueducto asegura que requiere acciones inmediatas, que consisten en ingresar maquinaria para sacar los sedimentos, pero en cumplimiento al fallo deben llegar a un acuerdo con la comunidad, que se ha negado a este tipo de intervenciones, ya que, según sus líderes, generaría otro tipo de afectaciones ambientales en el humedal, entre ellas tumbar árboles.

Desde que se dictó la sentencia en 2001, el tema del dragado ha sido controversial. En su momento Thomas van der Hammen señaló que hacerlo podría ser desastroso para el medioambiente y la biodiversidad. “Propongo que antes de dragar se realice un estudio a fondo de los sedimentos del humedal, que sin duda encierran un archivo sobre la historia biótica y el estado original del humedal, que habrá de tomar en cuenta para su restauración”.

Por su parte, la Asociación Bogotana de Ornitología también expresó su temor: el impacto del dragado para las aves, “pues muchas especies podrían perder sus hábitats, como los de vegetación acuática, playones y espejos de agua poco contaminada. Por ende, el impacto no sería temporal, sino permanente”.

A pesar de que el problema es evidente y cada vez mayor, estas alertas, al parecer, siguen vigentes. Incluso Jorge Escobar, director de la Fundación Humedales, resalta que, si bien la colmatación es un lío, todo es consecuencia de la falta de acciones del Distrito frente a los barrios ilegales en los cerros, que son los que generan las aguas negras y los sedimentos que llegan al humedal. Por esto, considera que no es justo echarles la culpa a los habitantes que quieren proteger el Córdoba.

Si bien ambas partes tienen posiciones diferentes, la principal duda es qué hacer con el humedal Córdoba para evitar que pierda su funcionalidad. El Distrito insiste en que el dragado es la única opción y por eso pide a la comunidad que permita la intervención, con el fin de no solo salvar la zona de protección, sino para evitar riesgos para los barrios aledaños.

Lo cierto es que gran parte de este trabajo quedará en manos de la próxima administración, lo que para los defensores implica comenzar un nuevo proceso de concertación. Así viene ocurriendo en los últimos años, tiempo en el que cada alcalde ha llegado con nuevas ideas para salvar el humedal, pero ninguno les da continuidad. Hoy salvar el Córdoba es una prioridad.

Lo que determina el Plan de Manejo del Humedal Córdoba

El Plan de Manejo Ambiental del humedal Córdoba, aprobado por la Resolución 1504 de 2008, establece los objetivos de conservación y las medidas apropiadas para intervenirlo sin afectarlo. En este se determina que el agua que allí se encuentre no puede ser aprovechada para usos agrícolas o pecuarios y todo tipo de recreación, a no ser de que sean de educación ambiental, mientras que en las zonas de bosques los únicos trabajos que se pueden realizar son los de abono y limpieza, por lo que no se permite la recreación en las áreas de restauración ecológica y solo se permite recreación pasiva en las zonas exteriores aledañas. Asimismo, permite la construcción de 12 miradores de aves, de una sede de la administración y un auditorio para las actividades ambientales, el cual está prevista hacerse en el tercio ambiental. Finalmente, determina que en el humedal se encuentran 121 especies de árboles, 24 de plantas y 118 de aves, como la tingua pico amarillo, la monjita y el azucarero.

¿Cuáles son las zonas de protección de un humedal?

El Distrito considera los humedales dentro del sistema del alcantarillado pluvial de la ciudad, por lo que se determinó que allí solo se puede hacer educación ambiental, procesos de reforestación, restauración ecológica y, con condiciones, recreación pasiva y senderos para bicicletas y peatones. Además, se dividen los humedales en tres espacios compuestos por los cuerpos de agua, donde solo se pueden hacer trabajos de mantenimiento y recuperación; retiro de buchón y de basuras, por lo que no se permite el ingreso de lanchas, ni canoas, aunque sí de planchones para trabajos de recuperación. Las rondas hidráulicas están destinadas solamente para actividades de mantenimiento, es decir, que allí solamente debería actuar el Acueducto, mientras que con permisos se podrán instalar aulas ambientales, donde podrá tener acceso la comunidad. Por último están las zampas, figuras que solo existen en Bogotá, donde el Distrito permite la construcción de los senderos y la realización de recreación pasiva.

Por Mónica Rivera Rueda / @Yomonriver

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