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Mala disposición de residuos y su impacto directo en las inundaciones en Bogotá

La inundación del fin de semana en la calle 6 con carrera 30 dejó en evidencia el impacto que tiene la mala disposición de residuos sólidos en las calles. Distrito defiende que hace lo posible para recoger la basura, pero exige más cultura ciudadana. Oposición dice que los planes de mitigación son ineficientes.

Redacción Bogotá

01 de abril de 2025 - 12:00 p. m.
Inundación en la Carrera 7 con calle 187C.
Foto: Secretaría de Movilidad
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Con cada temporada de lluvias, la escena se repite: carros atrapados por el agua, en alguna intersección de la ciudad. Esta vez fue en la calle sexta con 30, donde el fin de semana las calzadas se transformaron en ríos y tuvieron que pasar varias horas antes de que la vía volviera a ser transitable. Cuando el agua al fin siguió su curso quedó al descubierto una pila de basura como evidencia de la causa de esta y de la mayoría de las inundaciones en las calles de Bogotá: la mala disposición de residuos sólidos.

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Se trata de un viejo lío que, por más campañas y acciones, sigue generando estragos. Basta un fuerte aguacero para que, en algunas zonas, colapse el sistema de sumideros, taponados con basura de diversa índole, como plásticos, llantas y hasta colchones. Bogotá parece un generador de basura infinita y de alcantarillados con poca capacidad, donde el esfuerzo por explicarle a la ciudadanía los efectos de la mala disposición de residuos y el constante trabajo de las brigadas de limpieza se ven inútiles.

Más información sobre Bogotá: Ampliación de la autonorte: elevar el tramo para corregir los viejos errores.

¿Qué son los sumideros? A grandes rasgos, son las estructuras que se encargan de drenar las aguas lluvias, para evitar inundaciones. Muchos, incluso, están pensados para alimentar ecosistemas, como humedales, pues se supone que el agua no tendría que llegar contaminada. Pero la realidad es otra: la falta de cultura ciudadana ha llevado a que pozos, tuberías y canales se taponen, configurando un complejo lío ambiental, que requiere de la acción de las autoridades y del compromiso de la gente para poderlo superar.

Mucha basura, pocas manos

El año pasado, según el Acueducto, se retiraron cerca de 100.000 toneladas de basura del sistema de alcantarillado de Bogotá, cifra que confirma cómo de una acción que parece inocua -como tirar un papel en la calle- lleva a estas alarmantes cifras. En Bogotá hay más de 180.000 sumideros que los limpian, en promedio, tres veces al año. Para ello, el Distrito tiene 35 máquinas de presión/succión y 400 personas de las cuadrillas de limpieza. Pero, incluso en las calles, el arrojo de cualquier residuo fuera de las canecas se vuelve un problema.

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Dada la magnitud de las recientes precipitaciones, incluso la basura que se arroja lejos de las alcantarillas también termina allí, arrastrada por las corrientes de agua. Precisamente, es lo que se ve en cada inundación de vías. El problema se agrava cuando nadie llega a recoger a tiempo los residuos mal dispuestos. Si bien, hay un operador de aseo responsable de la zona, su contrato de Área Exclusiva no lo obliga a recoger lo que se deja en sitios no autorizados. Y menos los residuos mixtos (basura con escombros) o de gran volumen, que la gente deja en cualquier lado, con tal de no pagar para hacer una correcta disposición.

Producto de ese vacío en el contrato con los operadores de aseo, el Distrito es quien asume esta tarea a través de la UAESP y el operador público Aguas de Bogotá. En el último año reforzaron la atención de puntos críticos, al menos dos veces por semana, con diversas estrategias como promoción del reciclaje, brigadas antirregueros y disposición de ecopuntos, lo que ha representado gastos por $600.000 millones al año. Sin embargo, el problema en la ciudad parece tan grande, que desborda cualquier capacidad institucional. De ahí, que el problema con las inundaciones persista.

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Como la actual concesión de aseo y el contrato con seis operadores privados está próximo a terminar, la UAESP adelanta trámites ante la Comisión de Regulación de Agua Potable y Saneamiento Básico (CRA), para que revise y apruebe los ajustes al nuevo esquema de aseo, clave para abrir la licitación para contratar nuevos operadores, que tendrían una interventoría más robusta y mayores obligaciones, para evitar futuras crisis por basuras mal dispuestas en la ciudad. Sin embargo, un recurso de recusación contra una de las directivas de la entidad, la tiene pausada.

Zonas de inundación y puntos críticos

En Bogotá hay casi 600 puntos críticos, por disposición clandestina de residuos. Esta cifra, dice la UAESP, varía, ya que el caos es aleatorio y puede darse a cualquier hora y en cualquier punto de la ciudad. Sin embargo, de acuerdo con la información del Sistema de Información para la Gestión y Operación del Servicio Público de Aseo (SIGAP), hay localidades como Engativá, Kennedy y Bosa, en las cuales se suelen acumular la mayor cantidad de puntos críticos. En paralelo, el mapa de riesgo de inundación del Idiger, son precisamente estas localidades, a la que se le suma Suba, donde hay mayor probabilidad de inundaciones por este tipo de sucesos.

Para incentivar la cultura ciudadana, tanto las entidades como la sociedad civil, se han liderado estrategias pensadas en desarrollar una comunión entre el territorio y quienes lo habitan, con el mensaje de que atentar contra la naturaleza es atentar contra nosotros mismos. Un ejemplo es la labor del colegio José Félix Restrepo, en San Cristóbal, donde hace más de 10 años, estudiantes y docentes velan por la salud de la cuenca del río Fucha. Ellos realizan jornadas pedagógicas, en las que involucran a los vecinos, para que se apropien de la riqueza ambiental de la zona. “La idea surgió de la cotidianidad de estudiantes y profesores, quienes veían cómo las caminatas por la ronda del río terminaban siendo focos de generación de residuos”, dijo Jimmy Giraldo, rector del colegio.

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Desde el Acueducto, Aguas Bogotá y la UAESP, las campañas tienen que ver con la correcta separación de residuos y el incentivo del reciclaje. Por ejemplo, en las zonas de restaurantes se realizan campañas para depositar adecuadamente los aceites y las grasas, para que no terminen en el alcantarillado. La campaña “Que el amor no contamine”, por su parte, busca sensibilizar a la ciudadanía sobre la correcta disposición de preservativos, que generalmente son arrojados al sanitario y provocan taponamientos en las alcantarillas. En suma, las campañas buscan lo básico: que las basuras se dispongan dónde debe ser.

Otras causas de inundación

Si bien la mala disposición de basuras tiene una gran repercusión en las inundaciones, vale señalar, no es el único factor. En un debate por el proyecto de resolución para los lineamientos ambientales de la sabana, el Ministerio de Ambiente proyectó que un gran porcentaje de los barrios de Bogotá se cimentaron sobre zonas de influencia de humedales. Dicho esto, y con base en evidencia en la Autopista Norte, en donde las aguas de Torca y Guaymaral han generado inundaciones, es imperativo reconocer esta variable.

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El proyecto de resolución denominaba estas zonas como “humedales temporales transformados”. Esto quiere decir que, al ser zonas residenciales asentadas sobre antiguos humedales, corren el riesgo de inundarse en cualquier momento. Para el caso de Bogotá, hay 138 barrios ubicados en este tipo de áreas, por lo cual, es necesario, dicen los expertos, comenzar labores de restauración para devolver la capacidad de filtración a los humedales y optar por vías de densificación urbana.

Hay mucha tela por cortar y varios puntos a tener en cuenta cuando de inundaciones se trata. En cualquier caso, mientras se resuelven los asuntos más espinosos de la administración distrital, la ciudadanía debe contribuir con una mayor cultura del reciclaje y disposición adecuada de los residuos. La corresponsabilidad, en este tipo de casos, no es negociable ni se puede tratar con la indiferencia con la que se arroja un papel en la calle, por más pequeño que este resulte.

Le puede interesar: Los detalles detrás del edificio angosto de la calle 26 con carrera 30.

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Por Redacción Bogotá

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