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No me interesa la política: secretario de Hacienda distrital

Uno de los dos secretarios más antiguos de la administración Petro se va, por cumplir la edad de retiro forzoso.

Jorge Sáenz V.
12 de febrero de 2015 - 02:50 a. m.
Ricardo Bonilla estará en su despacho hasta el próximo 30 de abril. / Archivo
Ricardo Bonilla estará en su despacho hasta el próximo 30 de abril. / Archivo

Una presencia menuda y sonriente hace su aparición por la misma puerta por donde saldrá en abril. Ricardo Bonilla, uno de los últimos escuderos del alcalde Petro en el gabinete, se marchará de la administración. A sus 65 años dejará el cargo de secretario de Hacienda, el cual ocupó desde que comenzó esta administración. “No tengo la más mínima intención de hacer política”, sentencia.

Desde la academia se dejó envolver por la campaña del entonces candidato a la Alcaldía Gustavo Petro, hasta ese momento uno de los senadores más brillantes del Congreso, poco dado a tener estrellas . “Yo acompañé la campaña en términos de organizar una propuesta económica y como tal me comprometí; pero nunca con la intención de hacer política”.

Sale y entra de su oficina tratando de dejar todo en orden antes de partir. Bonilla considera que como académicos “debemos pensar en la ciudad, en el país. Y podemos participar en las decisiones académicas y en la construcción de este edificio económico”.

¿Y por qué se va? La edad es una de las razones que anticiparon su salida. Una norma que nace desde cuando Carlos Lleras era presidente, por allá en 1968. En ese momento la potestad que se atribuyó el presidente fue nombrar ministros, viceministros, secretarios privados de ministerios y directores de establecimientos administrativos, sin importar la edad. Han pasado 47 años y esto no se ha modificado. Esta es una buena cosa para revisar. Los presidentes han podido nombrar ministros, directores, que superen la edad sin que nadie les haya puesto problemas. El lío se presenta cuando es con los gobiernos territoriales. “Yo cumplí la edad y me tengo que ir y estaré hasta el último día firme al pie del cañón”. Es decir, hasta el 30 de abril.

Lo que menos se imaginó fue llegar a ser alcalde de Bogotá, el segundo cargo en importancia del país. Lo fue, no importa que haya sido por encargo en varias ocasiones, por los viajes o las vacaciones del alcalde mayor. “Era lo que menos pensaba”.

Bonilla desde la academia era un importante analista de la economía del país. “Desde la barrera veíamos que la administración tenía dificultades, que los planes de desarrollo siempre eran unas cartas de navegación con muchas expectativas difíciles de cumplir; que había que ir organizando procesos y que finalmente las ciudades tienen que ir construyendo un escenario de estabilidad económica, de buen manejo de los recursos y de buenas inversiones”.

Una vez enfrentado a la realidad desde la Secretaría de Hacienda, se dio cuenta de que “el cartel de la contratación y los mecanismos de corrupción inundaron tanto a la ciudad como al país”. Es consciente de que antes de ingresar a la administración criticaba todo el proceso de contratación concentrado en muy pocas personas.

“Cuando llegamos aquí, la idea era realmente generar procesos licitatorios de multioferentes y que en esos procesos hubiera mayor transparencia y que los contratos quedaran adjudicados con una gran dispersión, en términos de que mucha gente pudiera entrar a trabajar con el Estado”.

Confiesa que cuando el alcalde le propuso integrar los colaboradores para su administración, no lo pensó dos veces. “La idea era organizar las finanzas de la ciudad y garantizar que el plan de desarrollo y los presupuestos de los cuatro años de gobierno se pudieran asegurar”. Y lo logró, por lo menos eso dicen las cifras. “Yo creo que se cumplió el objetivo”. Cuando comenzó la era Petro en Bogotá, el presupuesto de la ciudad era de 12 billones de pesos, “logramos tres presupuestos aprobados por el Concejo y el último que se aprobó fue por 17,3 billones de pesos”.

En estos logros están las mayores expectativas de la ciudad. Es pensar la ciudad en el mediano y largo plazo. “Eso es pensar en cómo tenemos efectivamente un metro y cómo terminamos de construir las troncales de Transmilenio”.

Bonilla no descalifica la labor del Concejo, pero admite que la relación con el legislativo distrital no fue excelente. “Uno en el Concejo no encuentra una actitud agradable”.

El secretario de Hacienda habla de los concejales, de los buenos y los menos buenos. “Aquí hay concejales de todo estilo, desde bochincheros hasta amables. Hay quienes intentan montársela a los secretarios”.

Los tributos de la ciudad

Bonilla considera que en materia tributaria Bogotá “queda cada vez mejor organizada y eso significa que se simplificaron los procesos y los trámites, eliminamos formularios y les entregamos a los contribuyentes la liquidación en su domicilio”. Está seguro de que estos procedimientos contribuyeron a reducir la morosidad, la evasión y la elusión. Ahora la capital tiene una cada vez mayor proporción de ciudadanos que pagan cumplidamente el predial y el impuesto a vehículos, “pero ahí tenemos un problema porque no logramos depurar el RUNT, hay cerca de 300.000 carros que no sabemos si existen”.

Afirma que Bogotá es la única ciudad que hace efectivo el cobro de industria y comercio, “nosotros cobramos tres billones; tenemos 160.000 contribuyentes del régimen común y 20.000 del simplificado. Estamos en un proceso de censos por localidad para ubicar dónde están los demás potenciales contribuyentes”. Los estudios señalan que en la ciudad hay un poco más de 300.000 negocios, pero si solo tributan en ambos regímenes 180.000, “¿dónde están los 120.000 restantes?”, se pregunta Bonilla.

Al lado de su despacho, un grupo de colaboradores echa números. En predial, Bogotá tiene una mora del 8 por ciento, “es decir, nos estarían debiendo alrededor de unos 200.000 millones de pesos anuales”, mientras en vehículos la cifra roja puede ser de $80.000 millones y en ICA unos $500.000 millones más.

Bonilla señala que con cada peso adicional que entre a la administración se puede ampliar la cobertura de educación, salud, atención de la primera infancia y la tercera edad, que es la prioridad de la Bogotá Humana.

Espero que hayamos puesto un grano de arena para toda la ciudad y que Bogotá tenga lo que está esperando desde hace medio siglo”. ¿Cuando salga por esa puerta qué va a pensar? Que “regreso a la academia, a la consultoría, hasta que la vida aguante”, dice con cierta nostalgia el secretario de Hacienda.

 

jsaenz@elespectador.com

Por Jorge Sáenz V.

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