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Por Isabelita Mercado, Consejera de Paz, Víctimas y Reconciliación del Distrito.
“Hubo doce muertos. Fueron doce. Y de los doce un niño. No demoran en volver, eso lo sabemos, ¿y quiénes volverán?, no importa, volverán.” En la novela “Los Ejércitos” de Evelio Rosero, Ismael, un profesor jubilado narra la zozobra, el miedo y la incertidumbre que vive el pueblo de San José en medio de la confrontación armada. Durante toda la novela, Ismael busca a Otilia, su esposa que ha desaparecido. En ese camino, la historia de Ismael se cruza con las vivencias de los otros pobladores que en medio de la toma también son víctimas de asesinatos, desapariciones y reclutamiento. La zozobra constante de San José lleva a que unas vecinas le pidan a Ismael abandonar el pueblo y desplazarse a Bogotá, a esperar a la aún desaparecida Otilia.
La historia de Ismael es la historia sin fin que repetimos los colombianos una y otra vez; el continuo desplazamiento forzado de miles de personas hacia las principales ciudades en busca de tranquilidad, seguridad y nuevas oportunidades. Hoy en Colombia se registra una cifra de 8.806.334 víctimas de desplazamiento forzado; este año, por los enfrentamientos en el Catatumbo, se han registrado más de 55.000 personas que se vieron obligadas a abandonar sus territorios y más de 90.000 personas afectadas. En las últimas semanas, la situación de orden público en el país ha llevado a que a Bogotá hayan llegado durante enero 2.652 víctimas de distintas regiones del país, un 30% más que en años anteriores.
Pese a que el desplazamiento forzado a las ciudades no es algo nuevo, la masividad del Catatumbo y la escalada de la violencia en el país, nos lleva hacernos la pregunta sobre el papel que tienen las grandes ciudades en generar oportunidades para la inclusión y la reconstrucción de los proyectos de vida de las víctimas del conflicto armado. La política social en las ciudades tiene el potencial de ser un vehículo que contribuye a la verdadera integración de esta población. Por esa razón, nos hemos planteado, desde el Distrito, fortalecer las medidas ofrecidas en el marco de la inmediatez, con el fin de empezar a conectarlas con estrategias de integración local y con el acceso de las víctimas a los programas sociales de la ciudad.
En primer lugar, nos hemos puesto en la tarea de identificar y eliminar las barreras inmediatas que surgen en el momento de llegada la ciudad, para esto hemos aumentado las tasaciones de alimentación e hicimos una alianza con Transmilenio con el fin de entregarle a las víctimas una tarjeta con 60 pasajes gratis para contribuir a búsqueda de trabajo, vivienda y adaptación a la ciudad. En segundo lugar, fortalecimos el proceso de caracterización socioeconómica con el fin de contar con información precisa de cada una de las víctimas, sus necesidades y aspiraciones en la ciudad. Contar con información precisa contribuye a orientar mejor el proceso de integración local frente a la oferta distrital disponible. Y, en tercer lugar, hemos buscado intervenir de una mejor manera esos territorios de la ciudad al que llegan las víctimas, como son los bordes urbano-rurales de la ciudad por medio de la estrategia Transformaciones Rurales Integrales con la Secretaría de Integración Social y otras entidades del Distrito.
La situación del Catatumbo, Sur de Bolívar, Putumayo, Cauca y Chocó nos permite reafirmar que las ciudades no son ajenas a las consecuencias del conflicto armado y por esta razón, las ciudades tienen una responsabilidad en garantizar que sus políticas sean efectivamente vehículos de inclusión y oportunidades para las víctimas de desplazamiento forzado. Queremos que Bogotá sea una ciudad que contribuya a la reconstrucción de proyectos de vida por medio de oportunidades, medidas de inclusión y de arraigo territorial para las víctimas que decidan quedarse en la ciudad.
Por Isabelita Mercado
