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Cuando Álvaro Uribe, contra todo pronóstico, arrasó con sus competidores se produjo un hecho histórico único. Si no hubiera sido por la Corte Constitucional, al entonces presidente los colombianos lo hubieran elegido para un tercer periodo. Al término de su segundo mandato los índices de favorabilidad fueron cercanos al 80%.
La llegada al poder de este político antioqueño liberal, con tendencia hacia la centro izquierda, aunque algunos se resistan a reconocerlo, en sus dos periodos de gobierno demostró una inmensa capacidad de trabajo y mucha cercanía al pueblo. Lo de “trabajar, trabajar y trabajar” fue en serio.
La elección de Uribe Vélez le costó al partido más grande y tradicional de Colombia (el partido Liberal), bajo el liderazgo entonces de los ex presidentes Ernesto Samper y César Gaviria, la pérdida del poder. El partido Conservador, también tradicional hasta la médula, pero muy diezmado desde el Frente Nacional, rápidamente se acomodó de cara al nuevo gobierno de Uribe, para seguir gozando de la burocracia y cercanía al presupuesto general de la Nación.
Juan Manuel Santos llegó a la presidencia gracias a Uribe Vélez; tan grande era ese capital político que le alcanzó después de dos periodos de Santos Calderón para lograr la elección de Iván Duque como presidente e incluso para hacer elegir a las numerosas listas del Centro Democrático para el Senado y para la Cámara de Representantes. A Santos Calderón le duró el Uribismo hasta el día de su posesión en su primer mandato.
Los éxitos y logros de Uribe son inocultables e inexorablemente positivos. Colombia era una antes y fue otra mucho mejor después de Uribe. Reitero, el entonces presidente se retiró con una favorabilidad cercana al 80%, lo que generó más molestia y fervor de revancha entre sus contradictores.
Ahora, también cometió muchos y mayúsculos errores, especialmente en su segundo mandato, los que sirvieron de argumento de peso para que sus más poderosos contradictores (a la cabeza de Gaviria Trujillo, Samper Pizano y Santos Calderón) dieran inicio a una campaña en contra del ex presidente Uribe Vélez como no se registra otra similar en 200 años de vida republicana del país.
A esta campaña se sumaron con especial intensidad los líderes de la minúscula izquierda progresista identificada con el socialismo del siglo XXI ,que impulsa desde entonces en América Latina la dictadura cubana de los hermanos Castro, y que hoy gobierna a Colombia en cabeza de Gustavo Petro Urrego.
Petro Urrego no llegó a la Casa de Nariño porque encarnara el cambio que tanto promete. Ni gracias a Gustavo Bolívar o a unos cuantos incautos y desinformados miembros de la farándula, entre actrices, actores, presentadoras y presentadores.
Gustavo Petro es presidente gracias al Santismo, a Ernesto Samper Pizano, ex uribistas, muchos liberales y los conservadores que lograron su elección. No se olvide que el ingeniero Hernández estuvo a punto de tener el triunfo, gracias a que quienes verdaderamente buscaban el cambio no tuvieron otra opción que votar por este mal candidato santandereano. Otros, no pocos, se abstuvieron de votar e ingenuamente ayudaron a la elección de Petro.
Los políticos tradicionales ganaron con Petro y recibieron su pago. Así, por ejemplo, Alfonso Prada fue ministro del Interior y ahora es embajador en Francia; Roy Barreras al perder su curul en el Congreso pasó a ser embajador en el Reino Unido; José F. Bautista (el más cercano de Santos) es el embajador en Portugal; y Guillermo Reyes fue ministro de Transporte y ahora es embajador en Suecia.
Gustavo Petro no deberá responder solo por el desastre de su gobierno, lo acompañarán todos los que “desgobiernan” con él.
