Publicidad

Opinión: Hechos de genios universales

Desde la paradoja que suscitó la muerte de Isadora Duncan, hasta la noche que Anaïs Nin coincidió con Henry Miller en París, la historia del arte está plagada de anécdotas, reales o atribuidas, que bien podrían definir un movimiento artístico o la génesis de una obra, prescindiendo de las elucubraciones académicas. Quién pintaba mejor, ¿Miguel Ángel o Leonardo? ¿Por qué un histórico director de cine contrató pordioseros para la realización de uno de sus largometrajes? Arte e ingenio.

Alberto López de Mesa
23 de noviembre de 2023 - 06:56 p. m.
Museo Nacional, recorrido 200 años del museo
Museo Nacional, recorrido 200 años del museo
Foto: El Espectador - Óscar Pérez
Resume e infórmame rápido

Escucha este artículo

Audio generado con IA de Google

0:00

/

0:00

Rembrandt

El pintor neerlandés Rembrandt Harmenszoon van Rijn solía pintarse entre los personajes de sus cuadros. Sucedió que en 1660, el artista desapareció inexplicablemente, nadie en los países bajos daba razón de su paradero y se creó el mito de que había quedado atrapado en el cuadro “La ronda de la noche”, dónde se le veía entre las sombras todavía con su pincel y su paleta en las manos. Dicha pintura adquirió mucha fama y fue expuesta en un museo de Ámsterdam. En el invierno de 1661 el viejo Rembrandt reapareció, explicó que estuvo de viaje por Italia y volvió a trabajar normalmente en su taller. Lo extraño e inexplicable es que su imagen desapareció del cuadro “La ronda de la noche”. Luego, en la inminencia de su muerte, el pintor le pidió a su albacea que en la lápida de su tumba se grabara el siguiente epitafio: “Aquí yace quien pudo vivir en su pintura”

Isadora Duncan

La genial bailarina norteamericana Isadora Duncan, para su presentación ante el público francés, ideó una pieza de danza con un accesorio de su vestuario, eligió el echarle, una larga bufanda de seda que confeccionaron para ella en París. Se propuso que la prenda y su cuerpo fueran un solo ser en la danza. Su baile convertiría el elemento en alas, olas, senda, viento...

Estrenaría la obra en Niza, viajaba en un ciclocar Amilcar y el viento le inspiraba imágenes para la obra, sus brazos, su pelo y el echarle de seda ondeaban a la velocidad del aire, hasta que se dio el milagro: súbita la tela se enredó entre los rines del vehículo y la bailarina y la materia se unieron en el baile supremo donde ni la gravedad ni el espacio obstaron para que la musa de la danza libre consumara su arte en la eternidad.

(Ángela Isadora Duncan murió antes de su presentación en Niza en 1927)

Los protagonistas indigentes

Cuenta la leyenda que el controvertido director de cine Orson Welles, para la realización de la desaparecida película “Gold City” conformó el elenco con pordioseros y vagabundos de un albergue social de New York. Desde un comienzo los productores se opusieron porque, al contrario de lo que suponían, el guion no era una historia entre miserables, sino entre potentados burgueses y nobles de alta alcurnia. Para el rodaje se usaron escenarios suntuosos de palacios y clubes exclusivos del jet set, vehículos de alta gama y todos los personajes lucían trajes y accesorios confeccionados por prestigiosos diseñadores, ninguna escena escatimó en glamour y elegancia. La noche de la premier no asistieron las superestrellas de Hollywood, llegaron intelectuales curiosos y personalidades de la política, que pese al recelo y a las prevenciones gozaron y aplaudieron una obra de arte convincente y conmovedora. En la rueda de prensa le preguntaron al director por qué había usado como actores a gente indigente y el genio cinéfilo respondió: “Porque si en la escena actuaron de héroes, en la vida real también lo pueden hacer”.

El escritor y las amantes

“El erotismo es sexo poético”

H. Miller

En la noche otoñal de 1932, en la tertulia de una librería parisina, la joven escritora Anaïs Nin Culmell conoció a Henry Miller, que esa noche leía textos eróticos de su autoría para ganar dádivas del dueño y propinas de los clientes.

Anaïs, encantada por la crudeza y la sensualidad de los relatos, se acercó al escritor neoyorquino y con descarada impavidez le propuso: “Publicaré tus manuscritos, publicitaré tu literatura si, ahora mismo, cumples conmigo el erotismo que describes.”

Él le advirtió que vivía en un apartamento de caridad con su esposa, la bailarina, también estadounidense, June Mansfield. No obstante, se fueron decididos, entraron sin sigilo, se desvistieron y, ya tendidos sobre una alfombra en la salita, ella lo retó: “Desentraña los misterios de mi sexo.”

-Guíame tú- pidió él -¿Dime cómo ánimo tus cuerdas sensitivas?

Compenetrados en un diálogo lascivo, creativo y sin pudores, gozaban de verdad.

Así los vió June, que despertada por los jadeos de placer, salió en pijama de la alcoba.

Henry alcanzó a avergonzarse ante su esposa, pero ella, admirada, encantada, excitada se involucró en el rito con ardiente honestidad.

Las prácticas escandalosas e irreverentes que ofició el trío amoroso durante su estancia en París, las narró con toda franqueza Henry Miller en su primera novela “Trópico de Cáncer” que lo sacaría de pobre y lo llevaría a la fama gracias al patrocinio y a la divulgación que le hizo su amante y cómplice Anaïs Nin.

Cotejo de genios

Los Médicis, mecenas de Miguel Ángel y Los Borgia, mecenas de Leonardo, quisieron saber cuál de los dos era el mejor artista.

En un salón de un palacio veneciano pintó cada uno un fresco a cuya exposición asistieron prestigiosos críticos renacentistas.

Miguel Ángel para presentar su pintura pidió que abrieran una ventana del salón. En efecto, se iluminó un racimo de uvas tan realista que un pájaro entró por la ventana y se estrelló contra la pintura creyendo que las frutas eran de verdad. Abundaron los aplausos.

- ¿Y dónde está tu obra?- preguntaron a Leonardo.

- En esa cortina- señaló el artista.

Uno de los jurados llegó a correr el telón y los dedos se le resbalaron sobre la pared porque la cortina de pliegues perfectos era la pintura.

En coro los presentes expresaron su asombro y rodó en la concurrencia la pregunta:

-¿Quién es más genial, el que asombra al hombre o al animal?

Conoce más

Temas recomendados:

 

Eduardo(26198)23 de noviembre de 2023 - 07:57 p. m.
Alberto López de Mesa también escribe genial.
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.
Aceptar