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El sábado a eso de las 17:30 fui víctima de un hurto perpetrado con arma de fuego mientras me desplazaba caminando por la calle 82, a 10 metros de la carrera 9 en dirección hacia la carrera 11 en donde había dejado estacionado mi vehículo en el parqueadero público del Edificio APIROS -Calle 82 #10-39- junto a lado del Centro Felicidad Chapinero.
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Llegamos allí con mi esposa alrededor de las 14:20 horas. Con particular amabilidad y exaltación del encargado respecto del vehículo -sus características producen ese efecto-, me ayudó con sus indicaciones para estacionarlo en el lugar asignado. Luego, nos dirigimos caminando por la calle 82 hacia la carrera 9, desplazándonos hasta el restaurante Ugly American -Carrera 9 #81-12-, justo al lado del restaurante Masa.
Permanecimos allí junto a otros familiares cerca de tres horas. Aproximadamente a las 17:15 salimos y esperamos unos minutos más frente al restaurante mientras llegaban los vehículos a cargo del valet parking. Mi esposa se fue con un familiar que pidió le acompañara y, por eso, no regresó caminando conmigo, evitándose que también fuera atracada.
Una vez mis familiares partieron, hice el mismo recorrido de regreso al parqueadero. Entre las calles 81 y 82 por la carrera 9, hay muchos asistentes que frecuentan los restaurantes y numerosos domiciliarios de plataformas de entrega. Esa tarde no fue diferente.
Al llegar a la calle 82 con carrera 9, giré a la izquierda siguiendo la ruta al parqueadero en sentido occidente. Pasé por el costado norte del restaurante de la esquina y el frente de otro pequeño ubicado junto a él, además del jardín infantil Aguamarina Preschools. Al llegar al antejardín del edificio contiguo -Calle 82 #9-41-, alguien me empujó y abrazó por detrás. Al voltearme, vi a un sujeto con gorra negra, tapabocas blanco y chaqueta negra apuntándome a la cara con un revólver. Me exigió: “¡entrégueme el reloj!”.
El atracador era la misma persona que segundos antes había visto recostada sobre un árbol, hablando o fingiendo hablar por teléfono con unos audífonos negros. A mi izquierda, frente al atracador, había un joven con camisa blanca, empleado del restaurante vecino del jardín infantil. Fue él quien dio avisó a la Policía.
Cuando sentí el empujón y abrazo, pensé que era algún conocido saludándome. Pero al girar, la sorpresa fue que se trataba de un atraco a mano armada. Entregué mi reloj diciéndole al ladrón que “tranquilo”. Inmediatamente llegó otro sujeto en una moto negra y, en ese momento, ya en huida, el atracador me exigió entregar también el celular. ¡Se lo di! Luego, me increpó que mirara hacia el edificio y que me agachara, o me disparaba.
En algún momento pensé que podía reaccionar. El atracador era de estatura baja y contextura mediana. Sin embargo, por mi mente pasó también que este no estaría solo. En ese momento fue cuando advertí al de la moto y me abstuve. Hoy estoy convencido de que actué de la mejor manera. Aun cuando reconozco que la sensación de impotencia es mayúscula.
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La Policía llegó rápidamente. Acudieron muchos patrulleros, hombres y mujeres, a pie, en bicicleta y motorizados. Lo hizo también la comandante del Cuadrante #14 acompañada de otro oficial. No obstante, dieron inmediato aviso a las distintas unidades en procura de la captura de los atracadores. Ello no ocurrió.
Los uniformados solicitaron de inmediato en los edificios vecinos acceder a las cámaras de seguridad, pero con marcada indiferencia no se les permitió hacerlo. La inmediatez es vital en estos casos, pero la cuestionable ausencia de cooperación ciudadana y la carencia de apoyo decidido de las compañías de seguridad privada y las administraciones de estos inmuebles hacia la Policía Nacional resultan más frustrantes que el propio atraco. Solamente un residente paisa de uno de esos edificios con particular sentido de colaboración ciudadana hizo lo propio.
Aprecio el esfuerzo del Cuadrante #14 y su comandante. Tienen claro que se trata de una organización criminal mayúscula que opera bajo la modalidad de “marcar” previamente a sus víctimas con especiales características. Presenté la denuncia respectiva para contribuir con la judicialización de los bandidos de llegar a ser capturados. Dos funcionarios de la SIJIN diligentemente ese mismo día me la recibieron.
La Policía Nacional requiere del apoyo de los políticos nacionales y locales para recuperar su capacidad de acción y efectividad. Los bogotanos debemos exigirles a los administradores y compañías de seguridad total y oportuna colaboración con las autoridades.
Nota: 1. Coincidencialmente, en la noche del día anterior -viernes- una vez salió de Les Amis Bizcochería ubicada en la carrera 16 #86A-05, tres sujetos en un vehículo trataron de interceptar el de mi esposa. 2. De las investigaciones iniciales de mi atraco, la conducta del dependiente del parqueadero es altamente sospechosa. Cuando la Policía le hizo algunas preguntas, paradójicamente, ya no recordaba a las personas ni el auto que había exaltado unas pocas horas antes.
