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Opinión: Plenilunio para Carlos José Reyes

En la inmensidad oscura del cosmos, el plenilunio por la muerte de Carlos José Reyes fue una gota salida de una carcajada y también una lágrima que brotó del triste ojo universal.

Alberto López de Mesa
21 de septiembre de 2024 - 03:26 p. m.
Carlos José Reyes fue historiador, investigador, dramaturgo y guionista. Participó en diferentes proyectos teatrales, de cine y televisión a lo largo de su vida.
Carlos José Reyes fue historiador, investigador, dramaturgo y guionista. Participó en diferentes proyectos teatrales, de cine y televisión a lo largo de su vida.
Foto: CEET Creditos: CEET - RODRIGO SEP?LVEDA . Autor: RODRI
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Los asombros prenden en nuestra memoria imágenes, ideas, lugares o personajes significativos para nuestro ser. Justamente la noche del 15 de septiembre me impactó la luna llena, espléndida en el cielo sin nubes. Esa luna alguna vez me trajo a la memoria un poema de García Lorca, otra vez la famosa tonada llanera del venezolano Simón Días y esta vez pensé en “El hombre que escondió el sol y la luna”, obra de teatro infantil escrita por el dramaturgo Carlos José Reyes, con la cual ganó el premio Casa de las Américas en 1973, la historia sigue a un hombre que, cansado de la rutina y la monotonía, decide esconder el Sol y la Luna para crear un mundo propio. Sin embargo, pronto se da cuenta de que su acción ha provocado el caos y la oscuridad en el mundo, su mensaje sobre la responsabilidad con el cuidado del planeta que nos acoge sigue siendo relevante hoy en día.

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Volví la mirada al cielo y pude notar que esta vez la luz que reflejaba la luna tenía algo premonitorio, como destellando una noticia desafortunada, guiado por una corazonada prendí el teléfono y, en efecto, ya en mis redes se informaba que acababa de fallecer el escritor Carlos José Reyes, a los 83 años de edad.

Con la noticia también como la luna mi alma destelló compungida por el deceso del insigne teatrero, titiritero, dramaturgo e historiador bogotano.

Recordé el día que lo conocí en el TPB (Teatro Popular de Bogotá), donde el grupo de títeres el Búho que él fundó y dirigía presentaba su obra El Globito Manual, al final de la presentación junto a otros titiriteros bisoños conversamos con él, nos habló con mucha admiración del director de títeres ruso Sergei Obraztsov, cuya influencia estética era notoria en el montaje del Globito Manual. También, como el historiador que ya era, nos habló del Pesebre Espina, primera agrupación de títeres en Bogotá. Lo recuerdo grandote, de habla recia y profusa, como si no pudiera contener el torrente de sus conocimientos.

La esplendidez de la luna me seguía pareciendo ambigua, al tiempo triste porque acaba de fallecer un creador, y, a la vez, jubilosa porque un memorable ascendía a la gloria.

Quién sabe si haya jóvenes hoy en día sensibles a los mensajes subliminales de la luna, quién sabe si adviertan que el plenilunio como esta elegía son sentidos pésames a la cultura colombiana, porque un cultor del teatro y de la historia ya no nos brindará más gajes de su ingenio.

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Otra ocasión inolvidable con Carlos José fue en la Biblioteca Nacional cuando él era el director, llegué yo con el periodista, escritor e historiador Enrique Santos Molano, visitante asiduo del archivo especializado de la biblioteca, como investigador y protector voluntario de los incunables y documentos valiosos que allí se conservan. Carlos José estaba parado a la entrada del edificio, de brazos cruzados y por su imponente complexión más parecía un custodio mítico de un castillo del saber. Nos atendió allí en esa especie de atrio que es el acceso a la biblioteca, mejor que en su oficina. Enrique le regaló un ejemplar del libro de su autoría El Corazón del Poeta, en la segunda versión que acababa de publicar la editorial Norma. Es una biografía extensa y polémica sobre la vida y obra del poeta José Asunción Silva, y ese fue el tema de conversación entre los dos historiadores, yo era apenas un escucha de sus exquisitas erudiciones.

Enrique habló de los hábitos, de la familia y amigos del poeta y Carlos José, de la sociedad y la política que a Silva le tocó padecer. En un momento de la conversación habló de sus ancestros, nos contó que por la línea de su mamá era descendiente del cartagenero Joaquín Pablo Posada, quién a los 24 años de edad fundó en 1848 junto con el momposino Germán Gutiérrez de Piñeres, el escandaloso periódico El Alacrán. Joaquín Pablo Posada era el hijo rebelde de Joaquín Posada Gutiérrez quien fuera edecán del general Simón Bolívar y siendo gobernador de la provincia Cundinamarca lo atendió en su casa de honda cuando el libertador iba en exilio voluntario. Justamente Carlos José Reyes representó a su pariente en la serie de televisión Revivamos nuestra historia que él mismo escribió. (Por cierto, ahora en octubre el teatro Vargas Tejada presenta la obra Amorío Postrero de Bolívar, donde es coprotagónico Joaquín Posada Gutiérrez, tatarabuelo de Carlos José).

Murió en domingo, cuando el cielo está menos manchado por la polución de la ciudad, por eso la luna en pleno pudo ser heraldo fúnebre anunciando el ingreso de un lumen humano al proscenio de la perpetuidad en la memoria, porque su vida y su obra tienen suficientes méritos para apagar el infierno del olvido.

La última vez que lo vi fue el año pasado en el teatro Colón, que también fue su casa. Era un evento para el encuentro del sector teatral que realizó el Ministerio de las Culturas, las artes y los saberes al que asistieron contadas personalidades de las artes escénicas colombianas, en el lobby del teatro charlaba con actores y directores de varias generaciones, lo vi flaco y magro, su voz se había adelgazado, sus comentarios tenían un deje escéptico e irónico. Sobre la entonces ministra Patricia Ariza dijo que “siempre quiso ser política, pero se le salía lo poeta”. Ironizó sobre el montaje de Hamlet que hacía Ricardo Camacho, director del Teatro Libre, él en su juventud había sido pionero en adaptar obras del teatro clásico: Julio Cesar de Shakespeare y El Tartufo de Molière.

Había inocencia en su mirada y gracia infantil en sus comentarios, como si la enfermedad terminal lo hubiese devuelto a la niñez. Dice el filósofo español Javier Gomá que dejamos de ser niños cuando adquirimos conciencia de la muerte, pero, en cambio, Carlos José Reyes en su existencia postrimera parecía mofarse de su devenir en el incierto Más allá, porque formado en libertario materialismo valoraba el haber tenido vida buena e importante antes de la muerte.

En la inmensidad oscura del cosmos, el plenilunio por la muerte de Carlos José Reyes fue una gota salida de una carcajada y también una lágrima que brotó del triste ojo universal.

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Camilo(46845)22 de septiembre de 2024 - 02:26 a. m.
Hoy es bella elegía para un creador, ver en la inmensidad oscura del cosmos, que el plenilunio es risa y llanto por su muerte.
Camilo(57229)21 de septiembre de 2024 - 06:58 p. m.
Que bella y poética semblanza dedicada a la partida del escritor, dramaturgo, titiritero e historiador Carlos José Reyes. Muchas gracias al columnista Alberto López de Mesa . Un homenaje lúcido y sentido.
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