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Opinión: Transporte seguro, ciudad confiable

La reactivación plena del Sistema de Transporte Masivo en la ciudad obliga a repensar su estrategia de seguridad para atender los desafíos del pasado y enfrentar los del escenario pos-pandemia.

César Andrés Restrepo F.
06 de diciembre de 2021 - 10:32 p. m.
Después de 20 años los desafíos de seguridad y confianza siguen siendo un asunto por resolver en el transporte público.
Después de 20 años los desafíos de seguridad y confianza siguen siendo un asunto por resolver en el transporte público.
Foto: Óscar Pérez

En el año 2000 la ciudad vivió una jornada de fiesta con la inauguración de Transmilenio. La activación del sistema de buses troncalizados llegaba para ofrecer varios cambios significativos en la calidad de vida de los bogotanos. Tres de los más importantes: menores tiempos de desplazamiento, más seguridad vial y mejor seguridad personal.

La seguridad del sistema y la protección de sus usuarios fue desde el principio un elemento clave para su desarrollo. Durante los 4 años anteriores a la inauguración del sistema, las noticias sobre atracos masivos, asaltos sexuales y eventos de intolerancia marcaban el ritmo del transporte en la ciudad, sin un responsable identificable.

Tras la inauguración del Sistema, el reto de su administración era, además de prestar un servicio de calidad, mejorar la seguridad y confiabilidad en sus vehículos y estaciones para invitar a los ciudadanos a su uso, con miras a impulsar su expansión y garantizar su sostenibilidad.

Sin embargo, sus diseñadores arquitectónicos, urbanísticos y funcionales pecaron de optimismo con la creación de infraestructuras y procesos de servicio con base en un supuesto errado de ciudad en el que el respeto general por lo público era un activo efectivo de su comunidad.

Después de 20 años los desafíos de seguridad y confianza siguen siendo un asunto por resolver. En 2020, el sistema troncal registró el primer homicidio en uno de sus articulados, siendo este el punto máximo de inseguridad, justo cuando la ciudad volvía a funcionar tras el momento más crítico de la pandemia.

Con la nueva normalidad, los hurtos y atracos han aumentado. También las agresiones contra funcionarios, siendo un grave precedente de desconocimiento de las reglas del sistema y de la autoridad de sus funcionarios. Respecto a la disponibilidad de la infraestructura y elementos para el transporte, la destrucción masiva de estaciones y portales son testigos elocuentes de un ataque sistemático contra Transmilenio.

Entre la inseguridad y la instrumentalización del Sistema para generar descontento social, la importancia de un transporte organizado y la historia de éxito para el desarrollo de la ciudad ha sido desdibujada. Esto no solo se evidencia en la destrucción de infraestructuras, sino en el creciente número de colados que atentan contra su seguridad, la de los usuarios y la sostenibilidad del sistema.

En esa medida, resulta urgente desarrollar un ejercicio de comunicación que explique el efecto negativo para la ciudad y sus habitantes que tendría la destrucción del sistema de transporte. Asimismo, un ejercicio de memoria histórica que demuestre la transformación positiva que trajo Transmilenio y evidencie los beneficios que hoy ofrece respecto a 1999.

Adicionalmente, es necesario abandonar la visión de protección de punto, que ha dado lugar a una redundancia de esfuerzos de seguridad pública y privada. La protección del sistema debe basarse en el control situacional del entorno por parte de la Policía Nacional mediante la vigilancia y control de los espacios contiguos, mientras que la seguridad privada protege el interior del sistema.

No habrá mejorías mientras las estaciones y puntos críticos sigan rodeados de espacios ciegos para la protección, centros de receptación, depósitos de materiales para atacar la infraestructura, entre otros elementos que hacen inútil la protección de punto. Una idea seria transformar esos entornos en nodos de servicio y atención gubernamental al ciudadano.

Los sistemas de transporte son mecanismos que ordenan flujos de personas y ofrecen amplias oportunidades para aprovechar su huella digital en beneficio propio y de la ciudad. La respuesta a los desafíos de seguridad del sistema puede lograrse a través de la aplicación de herramientas de inteligencia artificial y nuevas tecnologías. Lastimosamente, hoy en día el sistema carece de una aplicación digital que brinde las bases para un plan en ese sentido.

Adicionalmente, es necesario desarrollar estrategias investigativas serias para la identificación de los interesados e intereses de quienes convirtieron a Transmilenio en eje de la postración de la ciudad y su desarrollo. No se puede ser ingenuo, mafias del transporte, politiqueros con ansias de desestabilización y delincuentes ven en el fracaso del sistema una ganancia sustantiva.

Transmilenio nació con una propuesta de cultura del cuidado y buenas prácticas de seguridad que fue desmontada progresivamente, acabando con una de las ofertas clave de su servicio: la provisión de espacios confiables para el transporte.

Sin sistema de transporte masivo, una ciudad ve ralentizado su desarrollo económico y social, minado su proceso de construcción identitaria y fracturado su territorio, ofreciendo ventajas considerables a mafias y organizaciones delincuenciales para apropiarse de la malla urbana y ejercer poderes de facto.

Ejecutar una visión de seguridad que articule a la seguridad pública con la privada para la transformación y cuidado del entorno puede ser la clave necesaria para la protección del sistema y su integración adecuada con el Metro que llega.

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