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Bogotá cerrará 2025 con una cifra inédita en vivienda de interés social: 40.000 unidades vendidas, según Camacol, seccional Bogotá y Cundinamarca. El resultado enfatiza el gremio, está impulsado por el Plan Distrital de Vivienda “Mi Casa en Bogotá”, que en lo corrido del año ha ejecutado cerca de 17.000 subsidios y suma alrededor de 20.000 apoyos distritales en distintos programas.
Para el gremio, este comportamiento consolida a la capital como uno de los centros más activos de vivienda social en el país.
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En ese contexto, el gerente de Camacol Bogotá y Cundinamarca, Edwin Chiriví, señala que la política distrital ha sido determinante para reactivar el sector y generar confianza en los hogares que buscan comprar vivienda.
También destaca que este dinamismo contribuye al empleo y al movimiento de la economía local. La meta del cuatrienio 2024–2027, según la entidad, es beneficiar a 60.000 familias con programas de vivienda, para lo cual el gremio ha pedido que se aseguren los recursos que garanticen la continuidad de estas iniciativas en 2026 y 2027.
Pero el panorama tiene matices que complican el optimismo. Aunque Bogotá está vendiendo más vivienda social que nunca, no la está vendiendo donde más se necesita. La VIS continúa expandiéndose en los bordes, donde el suelo es más barato, pero donde la vida —en tiempo y en dinero— termina costando más.
Localidades como Fontibón, Bosa, Puente Aranda, Suba y Usme concentran más de la mitad de la oferta disponible, mientras la ciudad central avanza lentamente en renovación urbana y aporta un volumen muy limitado de viviendas cercanas a transporte, servicios y empleo.
La contradicción se hace más evidente al revisar la transición demográfica: Colombia está formando muchos más hogares que viviendas disponibles. Entre 2024 y 2035 se crearán cerca de 391.000 hogares cada año, pero solo se construirán 142.000 viviendas.
En Bogotá, el desfase se amplifica por los precios: el metro cuadrado se ubica entre los más altos de América Latina, y para miles de hogares incluso la VIS resulta inalcanzable. El resultado es una ciudad donde los jóvenes aplazan su independencia, la demanda se multiplica y los costos empujan a las familias hacia la periferia.
Ese desplazamiento no es solo geográfico, sino cotidiano. Historias de residentes en sectores VIS como El Porvenir muestran trayectos que superan las tres horas diarias, dificultades de conectividad y gastos crecientes en transporte, que terminan anulando cualquier ventaja del precio inicial de la vivienda.
Aunque la renovación urbana ofrece alternativas —como los proyectos en Textilia, Búfalo, San Victorino, Fenicia y San Bernardo— estos suman apenas unas decenas de hectáreas, muy por debajo de las grandes extensiones que se habilitan en la periferia.
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