El camión siniestrado en la calle 233, partido a la mitad y cargado de explosivos, bastó para colapsar la autopista Norte, uno de los principales accesos de carga y de pasajeros a Bogotá. Casi hasta las 3:00 de la tarde se sintió el efecto en la movilidad, tiempo durante el cual se hizo más estrecho el embudo que existe entre las calles 191 y 245, del carril norte-sur, que por momentos operó solo a dos carriles. Los marcadores de las principales aplicaciones estimaron retrasos de hasta 70 minutos, lo que trastocó los itinerarios de todos los usuarios del corredor.
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En esta vía las horas críticas suelen ser entre 7:00 a. m. y 9:00 a. m., y entre 4:00 p. m. y 7:00 p. m., de modo que ayer, para colmo de males, los usuarios enfrentaron una congestión extraordinaria, agravada por la necesidad de darle un manejo especial a la carga del camión, lo que retrasó la normalización del tráfico.
Incidentes como este, incluso cuando no involucran múltiples vehículos o bloqueos, golpean la movilidad de la autopista con enorme facilidad. El corredor apenas cuenta con tres carriles por sentido, usados simultáneamente por tráfico mixto, transporte público, biciusuarios y transporte escolar, por lo que cualquier imprevisto actúa como un catalizador instantáneo de trancones y caos. A ello se suma la vulnerabilidad del corredor en épocas de lluvia, producto de los errores de diseño de los años 70 —cuando la vía se construyó sobre el humedal Torca-Guaymaral—. La Autonorte tiende a inundarse y suele ser el ejemplo perfecto de que la naturaleza reclama lo usurpado por el hombre cuando el agua cae a cántaros.
Aunque las inundaciones más fuertes se registraron en noviembre pasado —cuando el agua alcanzó colegios, cementerios y empresas—, la fragilidad del trazado ya estaba documentada. Por eso, tanto el Distrito como la ANI concluyeron en estudios previos que era necesario ampliar el tramo entre la 191 y la 245, donde se forma un cuello de botella. En 2022, la ANI licitó la ampliación, y el concesionario Accesos Norte presentó una propuesta para pasar de seis a hasta 12 carriles (cinco mixtos y uno exclusivo para transporte masivo por sentido), además de ciclorruta, andenes y obras hidráulicas para el desague y reconectar el tránsito de fauna en los humedales.
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Sin embargo, en 2024, la ANLA archivó la licencia ambiental por falencias en la identificación y mitigación de impactos ecosistémicos. En respuesta, el concesionario pasó ocho meses corrigiendo los estudios junto con más de 50 expertos en humedales, fauna y dinámica hídrica. Esa versión ajustada fue el centro de la audiencia pública del 29 de noviembre, en la que participaron más de 1.200 asistentes, entre ciudadanos, organizaciones ambientales, estudiantes y usuarios habituales del corredor.
Todos manifestaron el drama de perder varias horas al día por cuenta de la congestión, pero sin desconocer la preservación ambiental que debe respetar el proyecto. Mientras usted lee esto, la ANLA revisa con lupa la nueva solicitud para la ampliación de la Autonorte y deberá decidir entre otorgar la licencia (con o sin condiciones) o archivar otra vez. La respuesta se conocería a finales de diciembre.
Si la autoridad niega el permiso, el concesionario estudia una eventual demanda contra el Estado, como ocurrió con la Perimetral de Oriente, y la nación podría perder cerca de COP 1,8 billones. En cambio, si lo aprueba, las obras comenzarían en febrero y tardarían dos años: un período inevitable de más trancón, pero con la promesa de aliviar un corredor donde cruzar los 18 km puede tomar entre 43 y 60 minutos en hora pico, siendo un drama para la ciudad.
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