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Un año de racionamiento de agua: las metas de ahorro en hogares e industria

Fueron solo cinco días en los que la meta de consumo de 15 m3/s en Bogotá se cumplió. ¿Fue falta de voluntad de los hogares o imposibilidad técnica? Expertos analizan lo que dejó el primer año de la restricción.

Juan Camilo Parra

11 de abril de 2025 - 06:00 a. m.
Embalse que se extiende por los municipios de Guatavita y Sesquilé, municipios ubicados al norte de Bogotá.
Foto: Mauricio Alvarado Lozada
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A las 8:00 de la mañana del jueves 11 de abril de 2024 se cerraron las válvulas y Bogotá comenzó oficialmente el primer día de racionamiento de agua. “No sé si vaya a durar un año, pero va a durar”, dijo días antes el alcalde Carlos Fernando Galán. Un año después, a primera hora de la mañana, el alcalde anunció que la medida se termina, aún cuando, a los ojos de expertos, la capital sigue enfrentándose a la escasez de agua, a pesar de estar rodeada de ella. Y aunque los indicadores de consumo disminuyeron en este tiempo, no fue lo que se esperaba: la meta que propuso el Distrito de reducir el consumo a 15 m3/s (contando el ahorro por el racionamiento y el esfuerzo de los bogotanos) solo se logró en cinco de los 365 días de la medida. Esto, sin duda, abre la pregunta de si el mensaje de ahorro caló como debía en los ciudadanos.

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Reviva nuestro especial de la crisis hídrica: Escasez de agua en Bogotá, ¿cómo llegamosa este punto?

Más allá de esto, algo en lo que coinciden los expertos es en que el racionamiento debió haber comenzado mucho antes. “Al menos seis meses, es decir, en junio o julio del 2023. Para ese momento se sabía cuál era la tendencia de los embalses. Si se hubiera hecho, ya hubieran levantado la medida”, aseguró Juan Guillermo Saldarriaga Valderrama, profesor del Departamento de Ingeniería Civil y Ambiental de la U. de los Andes. Hoy, el sistema Chingaza, que es el verdadero protagonista de la crisis, está en 40 % de llenado desde mediados de febrero. Y aunque ya existe la presión de abastecer a casi todo Bogotá, los expertos recomiendan esperar a que supere el 70 % u 80 % de su nivel para levantar la restricción.

Lo curioso es que, a pesar del cansancio que significó el racionamiento para miles de capitalinos, en particular en las zonas más pobres de la ciudad, hay quienes afirman que “no sintieron el racionamiento”. Ya sea porque la medida puso a prueba los sistemas de almacenamiento que tienen muchos conjuntos o simplemente no caló la conciencia del ahorro. Ahora bien, ¿es justo pedirles a los ciudadanos una meta de ahorro tan alta como 15 m3/s, cuando la capital venía consumiendo 17?

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La meta de los 15 m3/s

En total, Bogotá registró un ahorro de 10,10 % frente al consumo que se registró en 2023 y “fue el territorio más comprometido durante la crisis hídrica junto con Gachancipá (8,12 %)”, según la Empresa de Acueducto. Los datos resultan de comparar los consumos promedio del año pasado con los de 2023. Del total del consumo, el sector residencial acapara el 90 %, mientras el industria apenas copa el 5 %. Según el Distrito, en ambos sectores, durante este tiempo de racionamiento, concretaron disminución en el consumo, siendo los hogares los de mayor aporte con un 9,9 %, mientras el sector no residencial llegó a 9,96 %.

Ante estos datos, los analistas consultados coinciden en que, en general, los bogotanos se han portado bastante bien frente al racionamiento con la siguiente salvedad: “A finales de los años 90, Bogotá pasó por otra emergencia muy importante en el sistema de Chingaza. En aquella oportunidad, por unos derrumbes en los túneles que traen el agua desde el páramo de Chingaza hacia la Plata. En ese momento la ciudad vivió un racionamiento más severo, pero las campañas educativas hechas por la Alcaldía de Antanas Mockus sirvieron para que los bogotanos empezaron a conocer cómo utilizar mejor el agua”, explicó Saldarriaga.

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Es decir, para el académico, la capital hace 30 años logró reducir el consumo de agua y hoy en día, de cara a la crisis, los bogotanos ya estábamos consumiendo una cantidad de agua relativamente baja antes de imponer la medida. Y es que en los años 90, el consumo en la ciudad era, en promedio, de 286 litros de agua diarios por habitante. Hoy ese dato se ubica entre 170 y 190 litros, una cantidad que sigue por encima de las recomendaciones internacionales, pero significativamente menor. “Bogotá no es una ciudad que se caracterice por un consumo alto de agua. Esto hace que cada vez sea más difícil ahorrar, porque ya estamos educados a un uso bastante pequeño en nuestros hogares”, agregó el experto.

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Germán Castro, docente de Ingeniería Ambiental de la Universidad ECCI, indicó que, “con relación a la meta, fue ambiciosa. Los resultados fueron alentadores y cada sector ahorró un monto importante de agua. Aunque no necesariamente es imposible, depende tanto de la voluntad de los ciudadanos como de las medidas de infraestructura que faciliten el ahorro. ¿Consumir menos agua será suficiente? Es una de las medidas más directas, pero reducir drásticamente el consumo sin afectar sus necesidades diarias es complejo. Muchos ya están comprometidos con el ahorro”.

Y es que los días en los que el racionamiento fue suspendido, ya sea cuando el alcalde Carlos Fernando Galán lo flexibilizó a finales de julio, para que fuera día de por medio, o cuando lo suspendió del 23 de diciembre al 6 de enero, el consumo volvía a ser el mismo que antes del racionamiento. En algunos días, incluso más. Pedro Aldana Alonso, consultor ambiental, con 20 años de experiencia en cultura ambiental y como funcionario en dependencias ambientales del Distrito, analiza esto:

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“Cuando llega el racionamiento salen a relieve muchas situaciones que no ayudaron a los residentes en la capital a tener un poco más de información. No se adelantó con contundencia una pedagogía para reforzar esa conciencia individual y colectiva que deberíamos tener frente al agua, o que en las instituciones públicas pudiesen ser convertidas en un ejemplo de cultura de ahorro y, sobre todo, de la reutilización del agua. Este proceso debió ser mucho más certero en cuanto a la orientación. Aunque es un problema global, tenemos que ser conscientes también de que tenemos que empezar a resolverlo desde lo local”.

En este punto, llama la atención que los estratos 5 y 6 registraron el mayor porcentaje de ahorro, con 12,14 % y 13,15 %, aunque es la población que menos ha sentido la restricción. En contraste, los estratos 1 y 2 fueron los que menos ahorraron, siendo estos últimos los que más han sentido el racionamiento y en donde han reportado que el recorte ha durado más de las 24 horas, según se denunció este año en localidades como Ciudad Bolívar, Usme y San Cristóbal.

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“El racionamiento reveló las deficiencias en infraestructura hídrica en Bogotá. Esto incluye mejorar las redes de distribución, prevenir las pérdidas por fugas y modernizar las plantas de tratamiento. Esto tuvo más impacto en las zonas periféricas, donde la distribución del agua no es suficiente, al demandar mayor presión sobre los sistemas alternativos de abastecimiento, como tanques y carrotanques, lo que generó mayores costos al gobierno local”, añadió el experto de la ECCI.

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Por más que los bogotanos sean llevados a ahorrar e incluso presionados con multas, siempre hay un límite en el que otras opciones deben entrar a jugar su rol. “Bogotá no es una ciudad que se caracterice por un consumo alto de agua. Esto hace que cada vez sea más difícil ahorrar, porque ya estamos educados a un uso bastante pequeño en nuestros hogares. Estas campañas no van a ser tan exitosas, porque llega en un momento en que ya es difícil seguir reduciendo el uso”.

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Las industrias

El papel de las industrias es otro tema que emergió en este año de crisis. En gran medida, porque el compromiso de los ciudadanos ha sido confrontado con el de este sector que, a pesar de que no representa mayor consumo en la capital, sí genera impactos ambientales importantes por el modo en el que extraen el agua. Ejemplos como la concesión de Coca-Cola, empresa que extrae agua subterránea de una cuenca en La Calera, llevaron a exigir mayor control.

Expertos apuntan que “la industria ha tenido un manejo relativamente razonable, pero conozco la situación de varias empresas que, con los vertimientos, han hecho un daño inmenso a la ciudad. Con sus vertimientos han casi desaparecido redes sanitarias por la forma en que los químicos han sido vertidos en el tiempo. Esto es una historia que ha venido mejorando. Por fortuna, la Secretaría de Ambiente ha venido controlando eso bien, al igual que la Empresa de Acueducto, pero todavía falta controlar mejor los vertimientos”, dijo Aldana Alonso y añadió que lo más problemático es el modo de extracción de estas aguas y lo poco que pagan por ellas:

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“Algunas están haciendo un manejo interesante, pero no hay que olvidar que hace 25 años sucedió un escándalo similar con la captación de agua de empresas de gaseosa como Postobón, porque les cobraban muy barato. En eso, las empresas que tienen captación realmente no están pagando lo que deberían y, sobre todo, no están haciendo una compensación a la ciudad, no solo desde lo económico, sino que se puede hacer una compensación ambiental, porque no se ha hecho una evaluación de cuál es la capacidad y hasta dónde les pueden permitir la captación”.

Otro factor importante es la contaminación del agua. “Algunas industrias no cumplen con los estándares ambientales adecuados para el tratamiento de sus aguas residuales. El vertido de aguas contaminadas de las industrias puede aumentar la presión sobre fuentes de agua potable y sobre los sistemas de tratamiento, afectando directamente la calidad del agua disponible. Aunque la industria ha tenido un impacto negativo en la crisis hídrica, también puede desempeñar un papel fundamental en la solución de la crisis mediante prácticas sostenibles, innovación, uso de nueva tecnología y responsabilidad social”, señaló Castro.

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En la capital se vieron casos como dos locales de KFC suspendidos por vertir aguas en San Cristóbal y Usaquén. En lo corrido del 2024, la EAAB atendió 13.105 requerimientos por taponamientos en redes de alcantarillado e invirtieron más de $23.000 millones en la limpieza de sumideros, tuberías y canales y se han retirado cerca de 110.000 toneladas de desechos que contenían aceites, grasas, escombros, basuras, toallas sanitarias, pañitos húmedos y preservativos, acciones reforzadas en la crisis hídrica.

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Son muchas las lecciones que dejó el racionamiento de agua. Bogotá busca asegurar el suministro en medio de la incertidumbre climática y a pesar del optimismo del alcalde, quien aseguró que este abril podría pensar en levantar la restricción, el panorama indica que lo prudente, según los expertos, es asegurar que la restricción no se haga más dura.

“Finalmente, cabe señalar que este año de restricción del agua debe ser visto como una oportunidad para transformar la relación de Bogotá con el agua. Lecciones que nos ha dejado que pueden contribuir a la creación de una cultura de conservación más arraigada y de un manejo de agua mucho más eficiente y equitativo”, concluyó Castro.

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Por Juan Camilo Parra

Periodista egresado de la Universidad Externado de colombia con experiencia en cubrimiento de orden público en Bogotá.jparra@elespectador.com
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