¿Y quién tomará las banderas de “Fray Ñero” con los sintecho?
Es la pregunta que se hacen habitantes de calle, vendedores informales y quienes acompañaron la labor del sacerdote franciscano, fallecido el Viernes Santo. Por años asistió a esta población. Aunque no hay un nombre claro, la organización que creó y el Distrito aseguran que se articularán para mantener su obra.
La muerte de fray Gabriel Gutiérrez, el sacerdote que dedicó los últimos años de vida a asistir a la población callejera de Bogotá, todavía arruga los corazones no solo de sus allegados, sino de los sintecho, vendedores informales, trabajadoras sexuales y todos aquellos inquilinos de las azarosas calles capitalinas, con quienes alguna vez se cruzó y quienes, por su labor, lo rebautizaron como Fray Ñero.
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La muerte de fray Gabriel Gutiérrez, el sacerdote que dedicó los últimos años de vida a asistir a la población callejera de Bogotá, todavía arruga los corazones no solo de sus allegados, sino de los sintecho, vendedores informales, trabajadoras sexuales y todos aquellos inquilinos de las azarosas calles capitalinas, con quienes alguna vez se cruzó y quienes, por su labor, lo rebautizaron como Fray Ñero.
El Viernes Santo el coronavirus le ganó la batalla al religioso franciscano, de 64 años, y lo incluyó entre sus miles de víctimas mortales. Desde ese momento, además de lamentar su partida, sus más allegados empezaron a evaluar cómo perpetuar su obra. Pero como el duelo es tan reciente, por ahora no hay muchas respuestas.
Algo similar ocurrió cuando falleció Javier de Nicoló, sacerdote italiano de la orden salesiana y fundador de varios programas de atención a los desamparados, que derivaron en lo que hoy se conoce como Idiprón (Instituto Distrital para la Protección de la Niñez y la Juventud). Papá Nicoló, como lo llamaban sus protegidos, murió en marzo de 2016, unas semanas antes de cumplir 88 años. En ese entonces también surgió la duda sobre quién iba a continuar su legado, pero al poco tiempo se supo la respuesta.
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Con la operación para desmantelar el Bronx se oyeron muchas voces en defensa de quienes frecuentaban o habitaban la zona, en su mayoría recicladores, limosneros y, en general, personas que se congregaban en torno al consumo de drogas. Una de esas voces fue la de fray Gutiérrez, entonces párroco de la iglesia San Francisco, cuyos alrededores fueron uno de los puntos donde se asentaron los desterrados.
Desde ese momento Fray Ñero empezó a convertirse en el principal apoyo de los habitantes de calle. Más que eso, se hizo amigo de ellos. Les llevaba comida y medicinas, les hacía curaciones y más de una vez acompañó hasta centros hospitalarios a hombres malheridos por riñas o a mujeres en embarazo. Con el tiempo empezó a conocer mejor a quienes merodeaban su iglesia y a los que se desplazaron a otros lugares. En el canal Comuneros, al que se trasladaron muchos de los expulsados del Bronx, desarrolló gran parte de su labor.
Muy pronto elevó el nivel de lo que hacía. Pasó de asistirlos a conformar una congregación en torno a su propósito, que llamó Callejeros de la Misericordia y se convirtió en toda una brigada que diseñó proyectos, gestionó recursos y aprendió sobre programas de atención y políticas públicas en torno a esta población.
Pero su labor principal nunca se desvió. Llevar un par de panes a quienes en ocasiones solo tenían esa comida al día fue una religión que Fray Ñero mantuvo, incluso en tiempos de pandemia. Su preocupación por cómo afrontaban el aislamiento lo llevó a continuar sus recorridos en las calles del centro.
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Y entre esas correrías y el contagio de COVID-19, tan imprevisible como letal, no hubo tiempo para preparar la ausencia de Gutiérrez. “Nunca formó a nadie que lo sucediera”, dice Alberto López de Mesa, quien habitó las calles por 15 años y conoció al sacerdote tras la intervención del Bronx. “Él se metió de lleno en este asunto y entendió que exigía intervenciones complejas, lo que le obligó a investigar y a estudiar más. Persuadió a feligreses de su parroquia y con ellos se acompañó para sus actividades en las calles. Pero no alcanzó a formarlos con profundidad. Todos quedaron en la sensibilización ante el drama urbano”, agregó López de Mesa, amigo personal de Fray Ñero.
Ahora cuidar su legado está en manos de sus seguidores y de quienes, en principio, deben garantizar la atención de esta población. Según Xinia Navarro, secretaria de Integración Social, la muerte de Gutiérrez fue un golpe fuerte, porque lo veían como una figura que abrió un camino para aterrizar la política pública de asistencia.
Por lo tanto, Navarro se comprometió a continuar, de la mano de organizaciones como la que lideraba Fray Ñero, un trabajo conjunto, para abordar el problema de habitabilidad en calle desde la humanidad, el respeto y la solidaridad. “Esas acciones en calle sin ningún tipo de discriminación han sido claves para la lucha por el restablecimiento de derechos de esta población. Tenemos un compromiso claro para que su obra no quede desprovista de acción ni de política pública concreta en el territorio”, aseguró la funcionaria.
En cuanto a acciones específicas, la secretaria refirió trabajos en las localidades donde hay presencia de cambuches y, en general, se evidencia incremento en las condiciones difíciles de esta población. Su idea es enfrentar este drama, humanizando la respuesta y respetando su condición. Asimismo, se realiza un trabajo mediante la “Tropa Social”, que se creó por la pandemia. En estos momentos se dedica a identificar no solo a los sintecho, sino a quienes residen en pagadiarios de Santa Fe y Los Mártires, y pueden llegar a tener problemas de salud o alimentación. El objetivo del Distrito es identificar a 20.000 personas, partiendo de la base de que hay cerca de 10.000 viviendo en la calle.
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“Tenemos una propuesta que incluye a otras entidades como la Secretaría de Seguridad, la Uaesp y las alcaldías locales de Kennedy, Engativá, Bosa y Puente Aranda. Hay necesidad de ampliar la infraestructura para su atención, para que ingresen a nuestra ruta de atención. Aunque si la persona no quiere ir a alguno de nuestros centros, la decisión es seguir apoyándolos”, añadió Navarro.
Ese mismo compromiso lo asumen quienes forman parte de la fundación que Fray Ñero creó. “Su familia y allegados lo apoyamos en la creación de la fundación hace más de tres años. Él murió, pero su obra se va a mantener, porque nos intentaremos articular con la Iglesia, el Estado y demás organizaciones que quieran unirse a esa idea de que no haya un habitante de calle sin comida ni techo y que podamos mantener esa sensibilidad hacia los más necesitados”, indicó Gloria Inés Gutiérrez, hermana del fray y presidenta de la Fundación Callejeros de la Misericordia.
Seguro, con el paso de las semanas, aparecerá la persona que tomará las banderas de este sacerdote. Lo único claro, según López de Mesa, es que debe ser alguien con la vocación y conciencia de las vulnerabilidades callejeras, algo que “exige construirse espiritual y mentalmente”. Además, de Callejeros de la Misericordia hay varias fundaciones que hace años vienen prestando asistencia. Sin embargo, la mayoría se movían con el sacerdote y de paso con los apoyos y recursos que él aprendió a gestionar.
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“Quien lo suceda tiene que aprender a trabajar y a posicionar sus criterios en las instancias en que fray Gabriel lo hacía. Ojalá alguien se apersone del legado, pero no lo veo tan claro”, concluyó López de Mesa. Pese a esto, se espera que surja pronto una figura, para que la ciudad no olvide que hay personas que por necesidad, obligación o decisión enfrentan las noches de la capital con apenas una sábana regalada y muchas veces con el estómago vacío.
Queda así en manos del Distrito, que se apoyará en quienes acompañaban la labor del sacerdote, velar por que cada vez más habitantes de calle se sumen a las diferentes estrategias de atención.