En 2018, la científica estadounidense Frances Arnold ganó el Premio Nobel de Química junto a dos colegas suyos, George P. Smith y Gregory Winter, por su investigación sobre las enzimas. Su trabajo, según los jurados de esa edición, “se inspiró en el poder de la evolución y utilizó los mismos principios (cambio genético y selección) para desarrollar proteínas que resuelven los problemas químicos de la humanidad”. (Lea: Premio Nobel por aprender a “acelerar la evolución”)
Sin embargo, por medio de su cuenta de Twitter Arnold dio a conocer que tuvo que retractar su más reciente estudio que abordaba la síntesis enzimática de beta-lactamasas. La investigación, que fue publicada en Science en mayo de 2019, había aprobado todos los filtros de la revista, no obstante el experimento no pudo reproducirse.
It is painful to admit, but important to do so. I apologize to all. I was a bit busy when this was submitted, and did not do my job well. https://t.co/gJDU0pzlN8
— Frances Arnold (@francesarnold) January 2, 2020
La revista, por medio de un comunicado explicó que cuando un experimento es exitoso los laboratorios científicos consiguen replicar sus resultados. Esta parte, añade la publicación, es fundamental en la validación de las investigaciones científicas. Además, los otros autores del estudio, Inha Cho y Zhi-Jun Jia, encontraron que en uno de los cuadernos de laboratorio había datos ausentes.
"Los esfuerzos para reproducir el trabajo mostraron que las enzimas no catalizan las reacciones con las actividades y selectividades que se sustentan … Un examen cuidadoso del cuaderno de laboratorio del primer autor reveló posteriormente entradas contemporáneas ausentes y datos sin procesar para los experimentos clave. Es por eso que los autores están retractando el estudio", añadió Science en el documento. (Le puede interesar: El Nobel de Química premia trabajos sobre proteínas)
En 1979 Frances Arnold se graduó como ingeniera mecánica y aeroespacial. Pero la vida la hizo replantearse su camino en la ciencia cuando se enteró de que Estados Unidos había decidido que el 20 % de su energía provendría de fuentes renovables para el año 2000. “Estaba claro que una forma completamente nueva de hacer materiales y productos químicos que necesitábamos en nuestra vida diaria sería posible gracias a la capacidad de volver a escribir el código de la vida”, explicó en aquella época Arnold.
Se interesó en manipular enzimas, que son las proteínas que gobiernan las reacciones químicas elementales de la vida, pero durante la investigación encontró que las proteínas, que son estructuras tridimensionales formadas por miles de fragmentos más pequeños conocidos como aminoácidos, eran demasiado complejas para manipularlas de manera libre. Decidió seguir un aprender a trabajar con la fuerza que moldea la vida con paciencia: la evolución.
Desde esa época Arnold definió que trabajaría con una enzima específica, la subtilisina, que descompone una proteína de la leche conocida como caseína. Buscó hacerla más eficiente y para lograrlo comenzó a provocar cambios aleatorios en los genes que la codifican y probar cuál de esos cambios se traducía en versiones de la subtilisina más eficientes. Creó una versión que resultó 256 veces más eficiente que la original.
Además de haber sido galardonada con el Premio Nobel de Química en 2016 y 2018, Arnold ganó el Premio de Tecnología Millennium en 2016 por su trabajo sobre "evolución dirigida". También es miembro de la junta directiva de Alphabet, la empresa matriz de Google. (Podría leer: Descubren método para transformar sangre tipo A en O)