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Los sapos comunes asiáticos (Duttaphrynus melanostictus), también conocidos como sapo asiático de espinas negras —que en realidad podría tratarse de más de una especie—, viven en el sur y sureste de Asia.
De hasta 20 centímetros de longitud, estos sapos suelen reproducirse durante el monzón, vientos estacionales que generan lluvias durante un periodo del año. Pero esta no es la única particularidad de estos sapos.
Los sapos comunes asiáticos hacen parte de un grupo de especies que se reproducen participando de “eventos reproductivos explosivos”. Esto, en palabras más sencillas, hace alusión a un fenómeno donde cientos de individuos se encuentran en un lugar específico durante cortos periodos de tiempo para aparearse.
Para diferenciarse entre machos y hembras, los primeros sufren una transformación particular en su apariencia: pasan de ser marrones a verse amarillos brillantes en cuestión de solo minutos y por hasta 24 horas.
Desde hace algunos años, los científicos sabían que este caso de aparición de dicromatismo sexual dinámico, como se conoce en términos más técnicos al cambio reversible en la coloración corporal de un sexo, se presentaba exclusivamente en estos eventos de apareamiento.
Sin embargo, un reciente estudio adelantado por investigadores del zoológico de Viena (Austria), se llevó una sorpresa al comprobar que el cambio en la coloración no se daba por la razón que hasta ahora se creía.
Según señalaron en el artículo en el que publicaron los hallazgos, los científicos reconocieron que se creía que esta estrategia podía actuar como “una señal visual que promueve el rápido reconocimiento de la pareja en densas agregaciones de reproducción”.
Tras varios experimentos, que consistieron en ubicar modelos 3D de sapos amarillos y marrones, para emular machos reproductores y hembras, los investigadores notaron que el cambio de la coloración en realidad respondía a otra causa.
“La obtención de una pareja para aparearse no se vio influenciada por las variaciones en el color o la morfología”, concluyeron en primer lugar los científicos. Es decir, el cambio de color no influía en que los sapos consiguieran, o no, una pareja para aparearse.
Entonces, ¿para qué les servía? En este caso, anotan los autores de la investigación, “resolviendo un problema común en las agregaciones reproductivas densas y de tiempo limitado, al minimizar el acoso entre individuos del mismo sexo y los emparejamientos inadecuados”. Es decir, para evitar que los machos buscaran aparearse con otros machos y no, como sucede en otras especies, para llamar la atención de las hembras.
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